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Versión extraviada (8)

13 septiembre, 2020
Todo empezó en unas excavaciones en Siria. Foto Astelus

Han pasado cuatro semanas desde la publicación del anterior capítulo de la serie novelada que retomamos hoy. No está pues de más que ofrezcamos una rápida sinopsis de lo aparecido hasta el momento.

Resumen de los capítulos 1 a 7

Capítulos uno, dos y tres. El narrador hizo amistad a principios de los años 70 en el Perú con Elías Adler, un jesuita estadounidense de familia judía (sus padres había salido de Europa hacia los EE.UU durante el terror nazi), cuyo progenitor fue un reconocido catedrático en el campo de los estudios bíblicos, que ya lo era en la Universidad de Colonia desde los años veinte.

En 1982 se encuentra de nuevo con él en Jerusalem, con motivo de un viaje de trabajo, pues Elías es a la sazón investigador en el Instituto Bíblico y le cuenta la historia de un conjunto de papiros que su padre descubrió en sus años de catedrático en Colonia durante una expedición en Siria cerca de la frontera norte de Israel. Esto papiros en escritura caldaica resultaban ser unas memorias de María la madre de Jesús, recogidas por un escriba, Samuel, en el lapso de treinta años, en varias entrevistas tras la crucifixión y muerte de su hijo. Estos textos, que el padre había microfilmado y comenzado a interpretar, se los legó a Elías a su muerte; éste a su vez confía al narrador una copia de la traducción al inglés hasta el momento llevado a cabo.

En Jerusalem, el narrador saluda fugazmente a una conocida de su amigo llamada Laura Escobar.

Hasta aquí los tres primeros capítulos de la serie.

En el capítulo cuarto se reproduce la traducción al castellano de los primeros textos.

En el capítulo quinto y en 1987 el narrador encuentra de nuevo a Elías, enfermo de cáncer, en Chicago, exclaustrado y profesor universitario. Encuentra por casualidad a Laura, que ha ingresado en el Opus Dei y no tiene ya relación con su amigo, y a un viejo amigo común del narrador y de Elías, compañero de ambos en el Perú. Se trata de Jeffrey, jesuita en activo, que está al corriente de los trabajos que Elías tiene entre manos con el legado de su padre. Antes de volver a Europa el narrador recibe copias, junto con las transcripciones y traducción al inglés, de todo los cual desea  Elías que sus dos amigos concluyan con el editor la publicación proyectada.

A principios de 1988 el narrador retorna de nuevo a Chicago pues Elías ha muerto. Esperaba encontrar a Jeffrey en el funeral pero ha sido convocado a Roma por sus superiores. De los materiales que traía para trabajar con él, le sustraen del hotel las copias fotostáticas del manuscrito y las fotocopias de la transcripción. Por la descripción que le da el recepcionista, deduce que Laura Escobar se había hospedado también ahí esos días. En el capítulo se reproducen nuevas entrevistas de Samuel con María.

En el capítulo sexto continúan las transcripciones de entrevistas con María. Estamos ya en el décimo año de pontificado del papa Wojtyla. El narrador está en Roma buscando infructuosamente a Jeffrey, de cuyo paradero los jesuitas le dan noticias contradictorias. El padre Geschner le comenta  que se ha ido a Siria a continuar sus investigaciones. Pero antes de viajar, el Vaticano le ha exigido a través de sus superiores, y ha obtenido, la entrega de todo el material. Un monseñor y un hombre de paisano vinieron acompañando al portavoz del Vaticano a recogerlo todo.

No está claro por qué, pero el padre Geschner advierte al narrador que puede ser arriesgado quedarse de pesquisas en Roma.

                                                       Sibila de Delfos, detalle. Capilla Sixtina

El capítulo séptimo sigue reproduciendo recuerdos de María y de Samuel.  

El narrador, que ha llegado de su oficina de Glasgow, ha decidido alquilar apartamento en Roma y seguir con el trabajo de preparación de la publicación, que la casa editorial urge.

+++

Capítulo 8

María:

Yo quería irme con Jesús para ayudarle, pero mis hijos se oponían y, además, mis hijas eran aún jóvenes y una de ellas, Myriam, estaba prometida a un vecino de Naín y había que hacer muchos preparativos para los esponsales.

De vez en cuando me llegaban noticias de él. Se había vuelto muy popular en las aldeas del mar de Galilea, sobre todo entre los pescadores, porque entre ellos había elegido a algunos de sus discípulos más fieles, que dejaban sus familias para irse con él. Había expulsado demonios, curado enfermos y detenido las olas de la tempestad. Mucha gente le seguía. Incluso me dijeron que había bajado hasta Efraím en Judea y que venían gentes del otro lado del Jordán desde Gadara y hasta había caravaneros que bajaban de Tiro y Sidón hacia Judea y que habían hecho una parada en su ruta para escucharle.

Un día, su primo Andrés apareció por Nazaret. Yo le pedí a mi hermana María que nos reuniéramos todos para tener noticias de Jesús. Durante horas y horas nos contó muchísimas cosas sobre lo que Jesús predicaba, lo que la gente decía de él y sobre sus poderes de sanador. Lo que más me emocionó es que Jesús repetía muchas cosas que yo le había enseñado de la tradición de nuestro rabinos más sabios. Hablaba de consolar a los afligidos, de que el Reino de los cielos sería de los pobres, de que los hambrientos serían saciados.

Me tranquilizó diciendo que no enseñaba nada contrario a la Torah, aunque polemizaba con los fariseos y sus prescripciones de la Halakah, y sobre todo con los arrogantes saduceos. La gente se sentía bien escuchando que muchas de las complicadas obligaciones que les imponían los doctores de la Ley no eran tan importantes. Sus seguidores amaban lo que predicaba sobre el perdón de las ofensas y el respeto de los preceptos de la Ley.

Nos contó Andrés, que había cosas en las que era más misericordioso que la Ley, por ejemplo cuando predicaba contra la venganza y la ley del talión, sobre el amor a amigos y enemigos. Pero en otra era más duro. No admitía el divorcio ni la costumbre de jurar. Prefería que se dijeses siempre la verdad, así que no era necesario jurar.

Le enojaba mucho la costumbre de los hipócritas que presumen de dar limosna y de rezar, que lo hacen en público para que todos los vean. Entonces me acordé de una vez, cuando era niño, que quiso dar le limosna a un pordiosero delante de la sinagoga y me pidió una moneda. En aquella ocasión yo le había dicho lo que me había enseñado mi abuelo: no te muestres dando la limosna, que sólo Dios lo sepa, que “ni siquiera tu mano izquierda sepa lo que das con la derecha”.

También aprendí de pequeña a orar de forma sencilla a Dios nuestro Padre que está en los cielos, a aceptar su voluntad, a pedirle que nos perdone si hemos sabido perdonar, a que nos dé lo necesario para el sustento. Me dio mucha alegría saber que Jesús enseñaba a sus discípulos a rezar de ese modo que yo le había enseñado y a confiar en la Providencia de Dios que alimenta a las aves y viste a las flores del campo.

Tampoco quería que los discípulos juzgasen a los demás como hacen los hipócritas que condenan las faltas de los otros e ignoran sus propias faltas, mucho más graves. José le había enseñado estas cosas y le había insistido mucho en que no hiciera a otros lo que no le gustaba que le hicieran a él. Yo también había escuchado estas enseñanzas en la sinagoga. También le había enseñado que no es fácil salvarse, que pocos encontraban el buen camino y que había muchos falsos predicadores que engañaban a los buenos judíos, que a los buenos se les reconocía por sus obras, como al árbol bueno por sus frutos buenos.

Cuando Andrés nos explicó cómo Jesús hablaba de estas cosas, me entró una gran esperanza. Pensé que se había olvidado de sus ilusiones de Mesías y que estaba en camino de convertirse en un rabino santo, en un auténtico seguidor de la Ley, que podría mejorar muchas cosas, hacer mejor a nuestro pueblo, limpiarlo de hipocresías y maldades.

                               Catedral de Troyes. El árbol de Jesé, detalle. Foto R.Puig

Samuel, hay algo que me preocupa cada vez más. Te he dicho a menudo que me duele la forma en que todo ha sido desbordado por los discípulos de mi hijo, creando una serie de historias y propagándolas por todas partes. De vez en cuando pasan algunos por aquí en sus viajes de ida o de vuelta hacia Fenicia y Asia Menor. Incluso he hablado con discípulos que han estado ya predicando por las comunidades judías de Italia.

Siento que están haciendo de Jesús un ídolo, como esos que yo no he visto, pero que se veneran en los templos romanos de Tiro o de Sidón. No es este el Mesias que dicen fue mi hijo, no es este el esperado. Es verdad que él dejó que algunas de estas creencias crecieran en vida suya, alrededor de su persona. Fue imprudente. Pero no se imaginaba hasta donde llegaría todo esto.

Yo misma temo que, cuando muera, me trasformen en una especie de Diosa Madre. Al parecer también hay este tipo de ídolos en los templos romanos, mujeres-diosas. Si ya han hecho un dios de mi hijo, qué no se atreverán a hacer conmigo. Te ruego, que los que aún os mantenéis prudentes, lo impidáis.

Sigo en la Roma de Juan Pablo II trabajando en la edición de las entrevistas de Samuel con María, según los papiros que encontró el profesor Adler en los años veinte, durante su expedición con la Universidad de Colonia al otro lado del río Jordán. Cumplo con lo prometido a mi amigo Elías, fallecido en 1988 en Chicago, hijo del profesor alemán. He decido quedarme, pues quiero también averiguar lo sucedido a Jeffrey, implicado igualmente en esta edición.

No diré mi fuente, pero a partir de documentos de la Curia de los jesuitas en Roma, he averiguado que, a fines de los años setenta, habían circulado informaciones sobre unos papiros con manifestaciones de María que contradecían los Evangelios. A parecer el papa y el Opus Dei al que pertenecía su portavoz se habían mostrado inquietos. ¿Tendrán que ver con tales preocupaciones las advertencias del padre Geschner?


Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

11 comentarios leave one →
  1. Bernardo permalink
    13 septiembre, 2020 17:45

    Recibo tus blogs con interés pero si son muy sofisticados la comunicación se corta. Dicho sea de paso, ROSI te agradece el cariño con que le deseas éxito en la operación y te vuelve a decir que recuerda

    • Bernardo permalink
      13 septiembre, 2020 17:48

      recuerda también la conversación con Marie aquella noche en la busca Pukllana.

      • 15 septiembre, 2020 08:30

        Gracias Bernardo, es verdad que las novelas por entregas, como los folletones que leían nuestros abuelos, a veces inevitablemente se enredan, pero es que la trama de la historia viene de lejos y tiene muchos flecos…

        En cuanto a lo verdaderamente importante nosotros también les recordamos mucho y con gran afecto, por eso que la operación de Rosi haya salido bien nos alegra y tranquiliza. Recuerdos pues también de Marie.

  2. 23 septiembre, 2020 14:19

    Apasionante e inquietante narración, al menos para esta mujer, muy amiga a ratos de la novela policíaca y de espionaje -le Carré, Highsmith, Camilleri, Donna Leon, Montalbán, Márkaris, Mankell, Philip Kerr, Sciascia, si me permites, etc., más los clásicos, diguem-, narración que, supongo, ya habrá tomado forma de libro (avisa, por favor, lo quiero dedicado). Eres un pozo de sabiduría y de sorpresas, Ramón, pero, aunque no me creas, lo sospeché el día en que, con disimulo femenino y gallego a la vez, analicé tu mirada, tus gestos, las preguntas ingenuas, el lenguaje llano y cierta sibilina, educada, prudentísima y recíproca exploración de esta ciudadana da Costa de Morte.

    Me pasma, además, la constancia y la reciedumbre de tu irnos contando sin tregua, como si tuvieras más fuerza y vigor que en lo mejor de tu juventud (¿y quién podría asegurarnos que no?). Es una razón más para seguirte y es seguro que, como yo, son muchos otros los seducidos.

    Un fuerte abrazo entre atlántico y mediterráneo (báltico, no, disculpa, demasiado frío)

  3. 23 septiembre, 2020 15:56

    Muchas gracias, Luisa.

    Has acertado con lo de Atlántico, mejor dicho Mar del Norte, o más precisamente entre el Skagerrak y el Kattegat, aguas que prefiero a las del Báltico, que efectivamente es demasiado frío. Aquí a Gotemburgo (Göteborg) al menos llega el extremo de la corriente del Golfo, que templa algo esta Escandinavia a comienzos del otoño. De hecho la rosaleda de aquí cerca está cuajada de rosas de todos los colores, y el Jardín Botánico de miles de dalias de todas las variedades.

    Coincido cada día más con el interés por nuevos autores de intriga, algunos de los cuales ahora son nórdicos. Ojalá pudiera mi narración equipararse algo con las de Camilleri o Mankell. De hecho las páginas extraviadas que tengo escritas desde hace tiempo (aunque no el desenlace que sigue incierto), se van modificando a medida que las vierto los papiros en el blog. No hay libro pues que pueda dedicarte, pero ya que me lo dices, ya sé cuál episodio pienso dedicarte, pero como no lo sabes, tendrás que aceptarme el suspense.

    En cuanto a tu segundo párrafo, recuerdo que el Lute (que los jóvenes de ahora no pueden recordar) escribió aquel libro que se titulaba «camina o revienta». Pues en mi caso, sin que me tengan que dar palizas para eso, le pido excusas por parafrasearle con otro lema que, sin dramatizar, se me ocurre para explicar la necesidad de escribir algo cada semana : «escribe o revienta». De veras, si veo que transcurre el domingo y me puede pillar el lunes sin entrada en el blog, siento una especie de adicción que me pone al teclado.

    Te supongo en Valencia, gallega trasplantada, así que hasta tu butaca levantina te llegue un fuerte abrazo, Luisa, mi lectora paciente.

    Ramón

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