La playa se serena

Mar de los naufragios
Vengo del mar de los naufragios,
del corazón de la Odisea
en velero lejano de mares extensos,
tema de mis sueños y de mis cantos.
Traigo entre mis dedos susurros de sirenas.
He navegado en delirio a través del horizonte
en la espuma de mi aliento
y en mi pensamiento lujurioso,
subiendo y bajando mareas,
llena de artificios, imágenes, mástiles y velas.
Mi alma, mujer guerrera, sola en temporal
izando bandera pirata filistea al alba.
Me he tatuado el ancla al centro de mi pecho.
Nada detendrá el rumbo del timón,
ni vendaval, ni lluvia,
ni neblina, ni siquiera un arco iris luminoso,
buscando el límite entre lo prudente
y el espacio hondo y vasto del océano.
Mar, cielo, soledad, mar, voluptuosidad,
fuerza y voluntad. Mujer audaz,
calma tu mirada, húndela en el mar.
Gloria Gabuardi, Nicaragua (Managua, 1945)

Puerto quebrado
Si supieras que afuera de la casa,
atado a la orilla del puerto quebrado
hay un río quemante
como las aceras.
Que cuando toca la tierra
es como un desierto al derrumbarse
y trae hierba encendida
para que ascienda por las paredes,
aunque te des a creer
que el muro perturbado por las enredaderas
es milagro de la humedad
y no de la ceniza del agua.
Si supieras
que el río no es de agua
y no trae barcos
ni maderos,
sólo pequeñas algas
crecidas en el pecho
de hombres dormidos.
Si supieras que ese río corre
y que es como nosotros,
o como todo lo que tarde o temprano
tiene que hundirse en la tierra.
Tú no sabes,
pero yo alguna vez lo he visto
hace parte de las cosas
que cuando se están yendo
parece que se quedan.
Andrea Cote Botero, Colombia / EE.UU (Barrancabermeja, 1981)

El dogmatismo es la prisa de las ideas
Aquí junto a las dunas y los pinos,
mientras la tarde cae
en esta hora larga de belleza en el cielo
y hago mío sin prisa
el rojo libre de la luz,
pienso que soy el dueño del minuto que falta
para que el sol repose bajo el mar.Esa es mi razón, mi patrimonio,
después de tanta orilla
y de tanto horizonte,
ser el dueño del último minuto,
del minuto que falta para decir que sí,
para decir que no,
para llegar después al otro lado
de todo lo que afirmo y lo que niego.
Esa es mi razón
contra las frases hechas y el mañana,
mientras la tarde cae por amor a la vida,
y nada es por supuesto ni absoluto,
y el agua que deshace los periódicos
arrastra las palabras como peces de plata,
como espuma de ola
que sube y se matiza
dentro del corazón.
Aquí junto a las dunas y los pinos,
capitán de los barcos que cruzan mi mirada,
prometo no olvidar las cosas que me importan.
Tiempo para ser dueño del minuto que falta.
Pido el tiempo que roban las consignas
porque la prisa va con pies de plomo
y no deja pensar,
oír el canto de los mirlos,
sentir la piel,
ese único dogma del abrazo,
mi única razón, mi patrimonio.
Luis García Montero, España (Granada 1958)

Pasadas las invasiones motorizadas y las jaranas hasta la madrugada sobre la orilla, habituales durante las semanas calientes del período estival, la playa se serena lentamente, aunque aún quedan los pertinaces frecuentadores del bar de la esquina, ahora sólo abierto hasta la una de la noche (los «brotes» que ustedes saben les obligan).
Esta vuelta paulatina a la calma, con el otoño a la vista, quisiera ser una esperanza de que el ayuntamiento de Denia y el de Els Poblets lleguen a un acuerdo para arreglar, al menos poco a poco, los desbarajustes de esta playa, sitio único que debería estar protegido para el disfrute de ciudadanos respetuosos del medio ambiente. ¿Caerá esa breva? No entiendo de los arcanos de la pequeña política y de los crónicos desencuentros entre sus familias. Ya se sabe que de campanario a campanario a menudo las campanas no tañen en armonía…
Pero no perdamos la esperanza, el sol aún se alza cada día, aún podemos hipnotizarnos con este mar de nirvana.
