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Pensar la luz (con Le Clézio)

21 agosto, 2016
Luz. Foto R.Puig
Luz. Foto R.Puig

Hace ya unas semanas que estoy leyendo un libro de Jean-Marie Gustave (J.M.G.) Le ClézioL’inconnu sur la terre (Gallimard, 1978). Son trescientas diecisiete páginas de breves ensayos poéticos que toman el título del primero, en el que habla de un chiquillo desconocido «que está sentado en el cielo, como sobre una duna de arena, frente al mar, frente al espacio, y mira», como el autor, como nosotros:  miramos, observamos, a veces sin saber lo que buscamos, lo que vamos a descubrir exactamente. Pudiera ser que también hayamos divisado a ese «niño desconocido».

Es un libro para leer a sorbos, como se leen los libros de poesía, sobre todo cuando están escritos en prosa. El escritor, como el niño desconocido, va posando su mirada admirada sobre tantas cosas que en nuestras prisas no vemos, descubriendo lo desconocido en la tierra, eso que se nos escapa, porque, aunque lo percibamos, no lo pensamos. Estamos tan ocupados que la inmensa mayoría de las cosas siguen siendo para nosotros tierra incógnita.

Por ejemplo, la luz…

Vasaparken. Foto R.Puig

Vasaparken. Gotemburgo. Foto R.Puig

 

Le Clézio. L'inconnu sur la terre. p.55

En la luz vive la belleza. La luz del día, esa que siempre retorna, que baña los objetos y los seres, que los hace presentes. Por ella se ponen a brillar, vibran y se adornan de todos sus colores y de todas sus formas. Aman la luz. Todos. Hasta esos que se esconden la miran a través del velo del agua o del humus. Esos que están bajo tierra, los granos, las conchas, los metales, los cristales, aguardan a mostrarse, hacen grandes esfuerzos por aparecer. Se vuelven hacia ella, todos crecen y empujan para alcanzarla. En la luz es donde los seres viven y respiran. Para ella tienen hojas, pelajes, espinas, frutos, cálices, olores.

Puesta de sol en Barsebäck. Escania. Foto R. Puig

Puesta de sol en Barsebäck. Escania. Foto R. Puig

Los ojos buscan siempre la luz allá donde se encuentre. Los ojos de día, los ojos en la noche. Y la felicidad, eso no puede ser sino eso, es cuando uno halla la luz, se está con ella, abrazado a ella, y que uno la ve con su cuerpo entero, no sólo con los ojos, sino con la propia piel, con sus cabellos, su boca, sus uñas. Es ella la que os une al mundo, la que os rescalda, la que os habla, la que os alimenta.

(Le Clézio. L’inconnu sur la terre. p.55)

En la costa de Tjörn. Foto R.Puig

En la costa de Tjörn. Foto R.Puig

Chispas en el agua. Isla de Orust. Foto R.Puig

Isla de Orust. Foto R.Puig

 

Chispas. Foto R.Puig

…sobre el mar. Foto R.Puig

La única moneda que me gustaría tener: las chispas blancas, sobre el mar

Le Clézio. L'inconnu sur la terre, p. 112

La luz viene siempre, la que libera a las sombras, la que te vuelve ligero, danzante, la que os conduce hasta el reino del aire

(Le Clézio. L’inconnu sur la terre, p. 112)

Atardecer en Onsala. Foto R.Puig

Atardecer en Onsala. Foto R.Puig

Amanecer en La Almadraba. Foto R.Puig

Amanecer en La Almadraba. Foto R.Puig

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Vasaparken. Foto R.Puig

Vasaparken. Gotemburgo. Foto R.Puig

Y el libro continúa en capítulos cortos, mirando como si fuese la primera vez, así hasta el final…

¡Ah, sí, el final! No he llegado aún pero la curiosidad me puede, así que, como tendréis prisa, os dejo el último párrafo… frente a la luz de la noche.

Très lentement le sourire se dessine sur le lèvres du petit garçon inconnu, au fond de la nuit, derrière la vitre froide. Le sourire luit sur la ville, et au même moment, la lune blanche monte dans le ciel, à peine visible dans son premier et mince croissant

Muy despacio se dibuja la sonrisa en los labios del chiquillo desconocido, al fondo de la noche, tras el cristal frío. La sonrisa brilla sobre la ciudad, y en ese mismo instante, la luna blanca asciende en el cielo, a penas visible en su primer y delgado creciente.

(Le Clézio. L’inconnu sur la terre, p. 317)

En su primer delgado creciente. Foto R.Puig

En su primer y delgado creciente. Foto R.Puig

N.B.: traducción del autor del blog

5 comentarios leave one →
  1. Pablo Secada Koechlin permalink
    21 agosto, 2016 10:00

    Sigo con interés tu blog. Y en esta ocasión con las bellas palabras de Le Clézio.

    Te envío otras suyas, también bellas, pero algo ominosas. Lamento la traducción pues lo leo en castellano.

    «VIAJE A RODRIGUES

    Nuestro siglo no es ya un siglo de tesoros. Es un siglo de consumo y de huida, un tiempo de fiebre y de olvido. Las aves marinas son los últimos testigos de un enigma que pronto será devorado por las tempestades y el mar».

    Pablo

    • 21 agosto, 2016 20:25

      Gracias, Pablo.

      No he leído esta obra en concreto, que supongo se refiere a la isla Rodrigues del archipiélago de las Mauricio, de donde procede su familia. Pero por la fecha de publicación (1986) pertenece a una etapa en que ya destaca su compromiso, que se podría llamar ecologista, muy crítico con la invasión de la naturaleza y de la vida de los pueblos autóctonos por el industrialismo y productivismo.

      Que el mundo será devorado es una gran verdad (y que una parte lo será por el mar), que lo será pronto, espero que no. Lo que sí es cierto, es que los seres humanos se matan entre sí desde tiempo inmemorial y, visto lo visto, no parece que vayan nunca a dejar de hacerlo. Hay muchos empeñados en que lo que no maltrate la contaminación y el despojo se destruya con las bombas.

      Así que, de acuerdo en que el texto es de mal agüero, pero ominosos han sido también (algunos los leíamos tú y yo en nuestros estudios de «humanidades clásicas) muchos de los textos más hermoso de la literatura universal. Avisados siempre hemos estado.

      En cuanto a la traducción, supongo que Le Clézio tendrá buenos traductores al español. Veo en la Wikipedia que esa obra se publicó en castellano el mismo año en que le dieron el premio Nobel, el 2008.

      Ayer seguí con mi lectura en unas páginas deslumbrantes sobre las nubes. A ver si tengo tiempo y las fotos necesarias…

      Moncho

  2. Bernardo Regal Alberti permalink
    21 agosto, 2016 18:57

    Estuvo hace unos días en la Feria Internacional del Libro de Lima (FIL). Al parecer Heidegger , ex novicio sj, pasó de su metafísica al buceo por las aguas de la imagen poética.
    Y una pregunta, o dos, el pájaro negro sobre el cèsped, es natural o una escultura? y sabes qué pájaro es? cuervo?
    Lo mío son rutinas caseras originalmente causadas como desahogo frente a un problema insoluble.

  3. 21 agosto, 2016 20:35

    O sea, que Heidegger hizo el camino inverso, en vez de ir del Mito a la Metafísica, regresó de la Metafísica al Mito. Lo malo es que también se entusiasmó con la mitología de los que saludaban con la palma levantada.

    El pájaro es lo que yo llamo un grajo o corneja. Aquí hay muchos. Pero es verdad que parece estar en posición «escultórica». Yo creo que le pillé en el momento de ponerse tenso para emprender el vuelo. Me has hecho recordar que mi padre tenía en casa la talla en madera de un cuervo en similar posición. Voy a preguntar entre mis hermanos si alguien lo conserva.

    El lunes que viene parto por carretera en mi ruta anual hacia España. Dará de sí para algunas divagaciones en el blog.

    Un abrazo

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