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Versión extraviada (13): Judas

29 noviembre, 2020

Estrella de David. Foto R.Puig

Cuando terminé de traducir el quizás más sorprende entre los textos de los papiros, pensé en lo que debió sentir Elías cuando comenzó a estudiar estos manuscritos de Samuel. ¿Llegaría a leer lo que yo tengo ahora en mis manos?

La familia Adler fue víctima del secular odio a los judíos, que culminó en el Holocausto, un odio que se atizó desde los primeros tiempos de la Cristiandad. Basta con volver a los sermones ferozmente antijudíos de San Juan Crisóstomo en el siglo IV; aunque la atribución de la culpa de la muerte de Jesús a los judíos se prepara ya desde algunas narraciones evangélicas, en las que destaca el sesgo antijudío del evangelio de Juan.

Me he visto hoy con Jeffrey. A causa de las precauciones que estamos adoptando, me dio cita en la Estación Tiburtina. En cualquier caso, me ha sorprendido proponiendo este lugar de encuentro. Desde la estación fuimos hablando de estas trascripciones mientras caminábamos en dirección al Cimitero del Verano; al poco comprendí que quería que allí nos recogiéramos ante las sepulturas judías.

Yo desconocía ese cementerio cerca de la Via Tiburtina; de los que en el Lacio albergan un sector hebraico es el que queda más cerca de nosotros dos. El lugar de este encuentro lo ha decidido en memoria de Elías y de su padre, el profesor Adler, pues ambos estamos trabajando con los textos en los que los papiros de Samuel reescriben uno de los pasajes evangélicos de donde arranca lo que hoy se denomina antisemitismo; esa tradición de que a Jesús lo mataron los pérfidos judíos.

La versión de los hechos entorno a la Pasión que encierran estos papiros explica que haya tanto interés y activismo clandestino en parar la edición.

William Holman Hunt. The shadow of death. Manchester Art Gallery

Samuel:

Como ya hace tiempo le preocupaba a su madre,  Jesús estaba cada día más imbuido de una desmesurada confianza en sus propios poderes. En los últimos tiempos se consideraba el nuevo profeta Elías y creía plenamente en su misión de salvador del pueblo de Israel, como Mesías y descendiente de David.

La triunfal acogida en Jerusalén antes de la Pascua le había terminado de convencer de su ascendencia divina. El milagro que había obrado devolviendo a Lázaro a la vida había también contribuido a la idea de que tenía que hacer algo grande, muy grande, que le conquistase la adhesión incondicional de su pueblo.

Según un discípulo cuyo nombre no revelo, pues aún vive y me ha hecho prometer que lo callaría, Tomás estaba convencido de que Jesús mismo había decidido entregarse y lo había planeado con Judas, con el que tenía largas conversaciones y quien, poco a poco, se había sentido solidario con estas ideas del Maestro y decidido a apoyar sus planes. Estaba decidido a seguirle con fe ciega. En cambio, los otros discípulos empezaban a tener miedo de que los romanos atendiesen a ciertos saduceos y acabasen por ver a Jesús como un zelota peligroso, capaz de soliviantar a las masas.

(Jaume Serra. La última cena. Museo Nacional de Palermo)

Cuentan que Jesús dijo a un cierto punto, durante la última cena de su vida, que quien metía la mano con él en el plato le iba a traicionar. Según confío Tomás a mi confidente, todo habría sido parte de unas apariencias que el Maestro había acordado con Judas. De hecho era él, quien entre los discípulos departía en privado con Jesús sobre los planes que éste tenía para demostrar de una vez por todas ante el pueblo judío no sólo que era el Mesías prometido, sino que era Hijo de Dios, y que su Padre le protegería hasta el final.

Pilato estaba pensando en tomar medidas, pues entre los seguidores de Jesús comenzaban a hacerse ver algunos zelotas que propugnaban la expulsión violenta de los romanos y la instauración de un Reino de Israel libre de imposiciones paganas. A la llegada de Jesús a Jerusalem con motivo de la Pascua, entre sus seguidores venían algunos hombres con estacas. Había como un círculo de protección espontáneo que rodeaba a Jesús. Entre ellos y cerca de Pedro estaban dos seguidores que luego serian detenidos y crucificados junto a él.

Cuando se consumó el apresamiento y la horrible muerte de Jesús, la desesperación y el desengaño de Judas se dice que fueron terribles. Todos le miraban como a un traidor. Antes de ahorcarse, por lo que me ha contado el discípulo a quien se lo había confiado Tomás, el Iscariote habría recibido instrucciones de Jesús para denunciarle, entregarle, aparentando que era por dinero, y guiar al huerto de Getsemaní a a un manípulo de soldados romanos con algunos esbirros. Estos últimos trabajaban para algunos miembros del Sanedrín que querían llevar a Jesús a juicio, y habían conseguido que el procurador romano tomase cartas en el asunto.

El beso de Judas. Giotto. Capilla Scrovegni. Padua

***

Estos pasajes de los papiros recogen un testimonio, que Samuel, cercano al final de su vida, declara haber conocido de boca de un discípulo que lo escuchó del mismo Tomás. El apóstol a su vez atribuyó esta versión de los hechos a un Judas desesperado que acabó ahorcándose, pues al parecer, cuando acudió a él profundamente atribulado no encontró la comprensión que esperaba. Cuando empezó a atar cabos, ya era demasiado tarde. Jeffrey, que tiene un bagaje enorme de estudios bíblicos no está sorprendido. Me dice que en parte confirma versiones de evangelios apócrifos y de tradiciones gnósticas antiguas, pero que ciertamente nunca se había encontrado un testimonio tan próximo al circulo familiar y de los discípulos de Jesús como éste.

Tras la visita al cementerio del Verano, en una trattoria poco frecuentada, hemos hablado de los textos y hemos coincidido en su transcripción, él en inglés y yo en castellano. También estamos de acuerdo en concluir lo restante y acelerar todo lo posible su publicación. Tomaremos precauciones, almacenando cada uno en al menos dos ordenadores distintos, la versión final.

Antes de despedirnos hemos visto en el televisor de un bar cercano a la estación las escenas de la caída del muro de Berlín. En el Vaticano se celebra el papel destacado que el Papa Woytila ha tenido en el proceso de liberación del yugo comunista de los países del Este de Europa.

Coincidimos en pensar con preocupación que los agentes de ProFede tienen ahora más motivos para que la versión canónica del papel de los judíos en la muerte de Cristo no se altere…

***

Samuel

En el huerto había palos y espadas. Que se sepa de estas sólo hubo dos. Los discípulos preguntaron a Jesús si eran bastantes y el respondió que bastaban, no se sabe bien en qué sentido. De hecho, Pedro lo tomó como un permiso para usarla, como se vio después, cuando agredió a uno de los esbirros que precedían a los soldados romanos y antes de que Judas señalase a a Jesús.

Pedro se escabulló tras la reprimenda de Jesús, que no quería que aquello degenerase. De hecho había planeado con Judas que no prendiese a nadie más que a él, pero luego crucificaron también a otros dos que se mostraron violentos para defenderle.

Creo que fue cierto que Jesús convenció a Judas para que le entregase, simulando que era por dinero. Era la ocasión para demostrar con un gran milagro que el El era el Hijo de Dios Todopoderoso. No es cierto que se ahorcase poco después del prendimiento. En realidad, Jesús le había convencido de que el gran prodigio sería que su Padre le liberaría de los clavos sobre la misma cruz. Es difícil creer que estas expectativas desmesuradas fueron decisivas para su ejecución final, con un suplicio que los romanos destinaban a los esclavos rebeldes. Por mi parte lo transmito como me lo contaron quienes lo vivieron desde mucho más cerca que yo.

Luego llevaron a Jesús directamente ante Pilato ante el cual declaró ser Rey. Circulan varias versiones, pero la realidad es que el procurador romano quería quitarse el posible problema de una nueva insurgencia, y al mismo tiempo quería complacer al sector de saduceos que colaboraban con los romanos. Estos habían enviado un grupo de hombres a reclamar a voz en gritos la crucifixión.

(Giovanni Bellini. Pietà. Museo Poldo Pezzoli. Milán)

***

En los papiros de Samuel estos episodios de lo que los evangelistas narrarían más tarde como «la traición de Judas» muestran algunas variantes sobre esta colaboración suya con Jesús. Lo que parece claro es que su desesperación final la causó el constatar que su ayuda había supuesto algo parecido a lo que hoy llamamos «suicidio asistido».

Por una parte no se ve claro (hay algunas líneas del texto que son ilegibles) todo lo que esperaba Judas que sucedería más tarde y hasta donde estaba dispuesto a llegar Jesús, completamente imbuido de su divinidad y de la protección de su Padre…

Transcribimos a continuación lo que hemos podido obtener en claro del manuscrito del autor.

Samuel:

Pocos días antes de la tragedia de la crucifixión, Judas le había dicho a Tomás que Jesús tenía un plan para manifestarse sin dejar lugar a dudas como el Hijo predilecto de Dios a través de un milagro que asombraría a los judíos y a los gentiles, es decir a los romanos. Judas no le dio detalles pero afirmó que antes del milagro habría angustia y sufrimiento para Jesús y para sus discípulos, pero que el Maestro triunfaría de todos sus enemigos. A Tomás le dejó intrigado y pensando que mejor sería que Jesús no provocase al Sanedrín durante la Pascua.

Tomás confesó a su discípulo, quien me lo contó a mí, que eso que luego ha ido contando Juan sobre el anuncio de la traición de uno de los suyos durante la cena es dudoso, y que Jesús anunció que los miembros del Sanedrín andaban tras él, pero que no temiésemos nada, que todo iba a ser para la glorificación del Padre y de su Hijo. Judas se acercó a Jesús quien le recordó que tenía que hacer lo que le había pedido y Judas salió.

Según Tomás, lo planeado es lo que Judas cumplió con fe plena en los poderes sobrenaturales de Jesús. Como el Iscariote era también fariseo, en el Sanedrín le agradecieron que les preparase la entrega de Jesús y lo del pago por sus servicios no está probado.

En realidad, no está totalmente claro que Jesús llegase a confiarle que una vez en la cruz se liberaría de los clavos y la gloria de Dios y de su Hijo se manifestaría ante el mundo y todos le seguirían. Aunque a Tomás le pareció que fueron gentes del pueblo de Judas los que gritaron en el Gólgota “si eres hijo de Dios, baja de la cruz y creeremos en ti”.  Ese era el momento en el que Jesús habría descendido milagrosamente del leño atroz.

Tomás estaba convencido de que Judas no se suicidó por remordimientos de una traición, sino por el dolor de no haber sabido impedir aquella locura y la muerte de su amado Maestro. Además ni siquiera pudo explicarse con los otros apóstoles y, si lo intentó, no le creyeron. Todos se volvieron contra él; el que le habría podido exculpar estaba muerto sin remisión.  Probablemente su desesperación ante el juicio de los demás fue el empujón definitivo que le llevó a ahorcarse.

Si alguna vez los seguidores de Jesús llegamos a ganar a los judíos y a los gentiles para su mensaje, si su sacrifico da frutos, mucho me temo que la figura de Judas como el peor de los malvados seguirá perpetuándose. Pero, si algún día mi testimonio llega a conocerse, espero que se le haga justicia, por ello aquí lo dejo escrito.

Me consuela saber que María nunca creyó en esa traición de Judas a pesar de que no vivió para escuchar esto.

Judas se ahorca. Catedral de Autun. Francia

Capítulos precedentes : Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12

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