El pintor de Crimea era un armenio: Hovhannès Aïvazovski
De Groucho Marx se cita aquello de ”Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”.
Me parece que sobre los conflictos territoriales se podría también decir ”Estas son mis identidades. Si no le gustan tengo otras”.
Pues bien, el trasiego identitario que se vive actualmente en Crimea me ha traído a la memoria a un pintor armenio y cosmopolita que fue vivo ejemplo de un mosaico de identidades. Se trata de Hovhannès Aïvazovski (1817-1900) más conocido como Ivan Aïvazovski. En él se reunían las identidades del armenio y del ruso, pues era hijo de una familia, los Aïvazian, que había abandonando las tierras armenias, entonces bajo dominio otomano y, después de haber pasado por Polonia en el siglo XVIII, se había instalado en Théodosia, hoy Feodosia, en la Crimea rusa a principios del XIX.
Pero Théodosia no siempre fue territorio ruso; desde su fundación griega en el siglo VI a.C. estuvo bajo ocupación mongola, bizantina, genovesa, polaca, turca, rusa, soviética (con un breve interregno de ocupación alemana que los policías del SD-Eisatzgruppe aprovecharon para asesinar a miles de judíos), ucraniana y ahora, gracias a un plebiscito que también podría inspirar a los hermanos Marx, se ha despertado de nuevo en Rusia.
La historia de esta ciudad de Crimea me lleva a pensar que tiene razón Timothy Garton Ash cuando hace pocos días recomendaba que
Empecemos por olvidarnos de las etiquetas “etnia ucrania” y “etnia rusa”. No quieren decir nada. Lo que existe es una mezcla fluida y compleja de identidades nacionales, lingüísticas, cívicas y políticas. Hay personas que se consideran rusas. Hay otras que viven sobre todo en ruso, pero también se consideran ucranias. Hay muchísimas familias de origen mixto, cuyos padres y abuelos recorrieron diversos lugares de la antigua Unión Soviética. La mayoría preferiría no tener que escoger
El País, 20 marzo 2014 «La pelea de Kiev acaba de empezar»
Por abundar en la cuestión de la lengua y la identidad, valga fijarse en cómo se escribe Feodosia, la ciudad de Aïvazovski: en ucraniano es Феодо́сія y en ruso Феодо́сия. Así que es rocambolesco que por un cámbiame esa letra vengan unos soldados a dictarles a sus ciudadanos cuál ha de ser la identidad apropiada.
Ivan Aïvazovski
Pero volvamos a nuestro artista. Cuando vino al mundo, la mayoría de los habitantes de su villa natal procedían de los repetidos exilios armenios, que el siglo XIX se transformarían en masacres y culminarían con el genocidio a manos de los turcos a principios del siglo XX.
Aïvazovski se identificó toda su vida con la cultura armenia, sin dejar de ser un cosmopolita. Valga decir que se compró un traje de torero en Madrid en 1843, se retrató vestido con él en Italia y, además, viajó, vivió y pintó también en Francia, en San Petersburgo, en el Caúcaso, en Constantinopla, los Estados Unidos y los Países Bajos. Es considerado el pintor de Crimea y una gloria del arte armenio, ruso, ucraniano y europeo de la época, artista romántico y admirador de Byron y de la lucha griega por la independencia, y convencido de las ideas democráticas de la revolución francesa.
Fue un artista ecléctico, especializado en el paisaje marino, que sumó a las influencias, entre otros, de Claudio de Lorena y Joseph Vernet, clásica, y de los pintores holandeses del mar, probablemente absorbidas en la Academia de Bellas Artes de San Petersburgo y en sus estancias en Italia, Francia o en su paso por los Países Bajos, la pasión romántica y su admiración por los paisajes de al menos tres territorios patrios: Armenia, Crimea y Rusia. Estuvo incluso en Suecia, Portugal, Alemania, Austria, Polonia, Dinamarca y Egipto, donde fue invitado a la inauguración del canal de Suez en 1869 y pintó algunas vistas de las pirámides. Fue elogiado por Delacroix y por Hector Vernet (pintor y nieto de Joseph) y tiene obra en museos de Crimea, Armenia, Rusia, Francia, Italia y Estados Unidos.
Su tema dominante fue el mar y frente a la costa del Mar Negro nació y murió.
Pero no nos hagamos ilusiones, estos equilibrios abiertos y cosmopolitas no son mayoría. La triste costumbre es que las variadas identidades de los individuos y de las colectividades sean manipuladas y sirvan de pretexto para invasiones, anexiones y otros acontecimientos de índole parecida, cuando no para violencias y depuraciones étnicas.
De todos modos, la identificación de un pintor con el mar, símbolo de la circulación entre los pueblos, no debería ser nacionalizada.
No obstante, los últimos años de la vida de Hovhannès Aïvazovski estuvieron cada vez más dedicados a su nación sin tierra e invadidos por la angustia de recibir noticias de las masacres de armenios en Turquía, y sus marinas se cargan de visiones de tempestad y cielos amenazadores.
Su último lienzo, comenzado poco antes de morir e inacabado, es significativo, representa la violenta deflagración de un navío en una noche oscura.
…
(Me he basado en el libro de Chahen Khatchatourian y Marjolaine Mourto, Aïvazovski (1817-1900) la poésie de la mer, Musée National de la Marine y Thalia Edition, Paris 20o7, publicado con ocasión del Año de Armenia en Francia y de la exposición de los cuadros del pintor en el citado museo)
que interesante Moncho!
Gracias, Pancho,
qué te voy a contar a ti de la relatividad de las identidades, que ya no sepas!
un abrazo
Moncho