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Dibujos reunidos (XV): Botticelli en San Francisco y la leyenda de Santa Marina de Bitinia, más otras Marinas del santoral.

14 enero, 2024

A las puertas del Museo de Bellas Artes

De los días que hemos pasado en California visitando a nuestra familia, destaco hoy algo que me ha llamado favorablemente la atención, sobre todo en estos tiempos en que las reivindicaciones de lo originario, justas en muchos casos, conducen a tergiversaciones que propugnan la destrucción de modestos monumentos, por ejemplo aquellos que conmemoran al fraile franciscano Junípero Serra iniciador de las 21 misiones españolas que jalonaron las tierras californianas.

Por eso, en cierto modo, causa sorpresa que se conmemore la memoria del Cid Campeador en la mismísima entrada del museo de la Legión de Honor de San Francisco, que visitamos con ocasión de una bella muestra de dibujos de Botticelli.

El museo se ensancha en su frente hacia una balconada desde la que se divisa el skyline de la ciudad junto al estrecho del Golden Gate fundada por colonos españoles en 1776, que tras un período como parte de Méjico fue ocupada por los Estados Unidos en 1845.

Pero, cosas de la memoria, a quien se conmemora en la explanada de su principal museo es a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid español, quien ni siquiera, allá en el siglo XI, soñó con honores parecidos.

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Dibujos de Botticelli

Mi selección de la muestra de los dibujos se centra en algunas fotos que pude tomar y que salieron más claras a pesar de la lógica baja iluminación que es regla en exposiciones de dibujos originales tan antiguos y delicados, descartando otras que no salieron nítidas. Con la sola excepción de la última de esta serie que está tomada directamente del catalogo y que he incluido por el interés de sus coincidencias con otras iconografías, y por la curiosa hagiografía popular de la santa de la que trata.

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En la introducción, del por otro lado estupendo catálogo, se cuantifica el número de los dibujos de Sandro Botticelli (1445-1510) sin incluir a los 85 que tienen los Museos Estatales de Berlín que el genio italiano realizó sobre la Divina Comedia de Dante, de los cuales una excelente selección tuve ocasión de ver en la Galería Courtauld de Londres en 2016.

Salvado este inexplicable olvido , tengo el gusto de presentar algunos de los expuestos, obra tanto de su maestro Filippo Lippi (1406-1469), del propio Sandro Botticelli (1445-1510) o de su taller, y también de colegas de su aventura artística como Filippino Lippi (1457-1504) hijo de Filippo, o coetáneos como Andrea del Verrocchio (1435?-1488) y Antonio Pollaiulo (1431-1498) entre otros.

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Algo que me parece oportuno remarcar en esta Judit es que hay también una pintura de Botticcelli de 1495 que la representa en la exposición, procedente del Rijkmuseum de Amsterdam, pero pintada a la témpera y de variados colores, es posible que inspirada por el dibujo de Giuliano de Sangallo, fechado diez años antes.

En la posición y actitud de la figura hay un patrón que se repetirá incesantemente en la representaciones de las virtudes, tanto las teologales como las cardinales, en los sucesivos siglos del arte europeo. Es de señalar que muchas de estas representaciones presentarán a la Justicia con una espada, aunque, en lugar de la cabeza de Holofernes, sostendrá una balanza y a menudo se mostrará con los ojos vendados. Recientemente el estudio de miles de representaciones plásticas de la Justicia llevado a cabo durante varios años y correspondientes a los siglos XV, XVI y XVII por la doctora Valérie Hayaert PhD. en seis países europeos ha dado como resultado un libro apasionante sobre la anatomía de la alegoría de Lady Justice (*).

La lectura de su obra en estos días me ha hecho recordar como, hace algunos años, visitando Tréveris (Trier), la ciudad de Karl Marx reflexioné en estas páginas sobre los tres lugares que allí reproducen en escultura las alegorías de las cuatro virtudes cardinales, algo que me sorprendió y me interpela como coincidencia interesante. ¿Y si la pasión del filósofo de El Capital por la justicia tuvo algo que ver con todos aquellos símbolos con los que se cruzaba en la plaza del mercado, en la catedral y en el parque del palacio de los príncipes electores de Trier durante su infancia y adolescencia?

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Santa Marinade Bitinia

Pero el dibujo que más ha atraído mi atención es el que se refiere a la leyenda de la santa (quizás la única santa travestida de la Historia), Santa Marina (virgen y monje), que tantas devociones y creación de iglesias con su advocación ha suscitado en la Cristiandad.

Marina fue hija única. Cuando aún era jovencita su padre decidió ingresar en un monasterio y llevarla con él. A tal efecto la vistió de varón, para que varón pareciese y no hembra, y como varón e hijo único suyo presentó a la doncella ante el abad y ante los monjes, rogándoles que tuviesen a bien recibirlos a los dos en su comunidad. El abad y los monjes accedieron a su petición, y el padre y la hija ingresaron en el monasterio. Ella, con el nombre de fray Marino, hizo pronto grandes progresos en la virtud, llegando en poco tiempo a distinguirse entre los demás religiosos por su espíritu de observancia y de obediencia, y cuando ya contaba veintisiete años de edad, su padre, sintiéndose próximo a morir, le habló reservadamente, la animó a perseverar en el camino emprendido y le encargó mucho que jamás revelase a nadie que era mujer.

Por exigencias del oficio que en el monasterio desempeñaba, fray Marino, salía frecuentemente al campo a buscar leña con una carreta tirada por bueyes, y, en algunas de esas ocasiones, al llegar la noche, se alojaba en casa de un señor, amigo de la comunidad. Tenía este hombre una hija moza, la cual, a causa del trato que mantenía con un soldado, vino a quedar embarazada. Cuando el padre se enteró de que su hija estaba preñada quiso saber el nombre del sujeto que la había puesto en semejante estado. Entonces la hija, en vez de decirle a su padre la verdad, le hizo creer que había sido violada contra su voluntad por fray Marino. Pidió el padre cuentas a fray Marino, y este, lejos de negar lo que la moza le atribuía, acepto cargar con las responsabilidades que se le imputaban y pidió perdón por una falta que no había cometido. Puesto este asunto en conocimiento del abad y de los monjes, fray Marino fue expulsado de la comunidad.

Tres años pasó el calumniado religioso en la calle, a la puerta del monasterio, sustentándose con un trozo de pan que a modo de limosna desde el interior del mismo diariamente le pasaban. Cuando el niño, cuya paternidad le habían atribuido, fue destetado, la madre y el abuelo lo llevaron al abad para que la comunidad cargara con los gastos y responsabilidades de la crianza. El abad, que no  quería saber nada mas de este asunto, mandó a los monjes que entregaran la criatura a fray Marino, que era a quien correspondía cuidar de ella. Fray Marino acogió al niño y a su lado lo tuvo durante dos años. El calumniado monje, con edificante paciencia, soportó la infamia e innumerables penalidades, dando en todo momento gracias a Dios por cuanto le ocurría. Viendo los religiosos las elocuentes pruebas de humildad y mansedumbre que aquel pobre hermano estaba dando, al cabo se compadecieron de el y decidieron levantarle el castigo y admitirle nuevamente en la comunidad, con la condición de que debería desempeñar en ella los oficios más bajos y viles. Entró, pues, fray Marino, de nuevo en el monasterio, reanudó su anterior vida religiosa y con alegría, devoción y paciencia, se entrego al desempeño de las tareas que le encomendaban. Unos años después, lleno de méritos y de buenas obras, falleció. Cuando los religiosos procedieron a lavar el cadáver para luego amortajarlo y enterrarlo en el lugar más abyecto de la abadía, quedaron estupefactos, y hasta aterrados al advertir que fray Marino no era varón, sino hembra. Entonces cayeron en la cuenta de cuan dura e injustamente se habían comportado con aquella santa sierva de Dios. La noticia corrió velozmente por el monasterio y sus alrededores y con la misma prontitud todos cuantos habían vilipendiado a quien tomaron por reo, comenzaron a pedir perdón por sus pecados de ignorancia y maledicencia. La comunidad sepulto el cuerpo de la difunta Marina en un lugar noble del templo monacal.

Al descubrirse la calumnia, la mujer que la había levantado fue poseída por el demonio y empezó a proclamar por todas partes el delito en que había incurrido con sus infundios, y acudió al sepulcro de la santa doncella a pedirle perdón; y en cuanto hizo esto quedo libre de la posesión diabólica.

Santa Marina murió un 18 de julio. Desde que fue sepultada han sido y son muchas las personas que desde todas partes acuden a venerar sus reliquias, e innumerables los milagros que por intercesión de esta santa obra el Señor.

SANTA MARINA, VIRGEN Leyenda Aurea de Jacobo de Vorágine,
ca. 1264, cap. LXXXIV, Madrid, Alianza Editorial, 1982
(traducción del latín de Fray José MANUEL MACÍAS)

La mujer castigada por su calumnia, aparece en el fondo del dibujo del taller de Botticelli, a la derecha, en el momento de ser poseída por el demonio. Obsérvese al terrible diablo macho con todos sus atributos en el momento de precipitarse sobre ella.

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Pero, hay más santas Marina, en este caso les traigo la de Antioquía, virgen y mártir, en uno de los tres lienzos salidos del taller de Francisco de Zurbarán que la representan, el del Museo de Bellas Artes de Gotemburgo en Suecia y hay otra versión en el Museo Thyssen de Málaga (***), así como en Sevilla (Museo de Bellas Artes), entre las diversas santas representadas por el maestro español o su taller (1598-1664).

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Santa Marina de Antioquía

La hagiografía clásica cuenta que Marina-Margarita nació en Antioquía (en Asia Menor, hoy Turquía), hija de un sacerdote pagano, pero a través de su ama de leche conoció la fe cristiana. Al cumplir 12 años, Margarita se bautizó. Cuando lo supo su padre, renegó de ella.

Un día, cuando Margarita ya tenía 15 años, estaba cuidando a unas ovejas que pastoreaban. Pasó por el lugar el prefecto romano Olibrio, que quedó fascinado por la belleza de la joven y le propuso matrimonio. Margarita no ocultó que era cristiana. Entonces, el gobernador la entregó al cuidado de una noble mujer. Tenía la esperanza que ésta iba a convencer a la joven a renegar de Cristo. Pero Margarita fue firme y se negó a ofrecer un sacrificio a los ídolos.

Encarcelada por no acceder a los requerimientos del prefecto, se cuenta que consiguió echar, de sí misma, un demonio de su garganta por medio del signo de la cruz; otra versión es que un demonio se le apareció en forma de dragón y la devoró, pero ella poseía un crucifijo con el cual rasgó la piel del dragón y salió de allí. Entonces la sometieron a las más terribles torturas: la azotaron con varillas, cortaron su cuerpo con tridentes, le clavaron clavos y fue lacerada con un gancho.

Sobreviviendo milagrosamente, según la leyenda, de las muñecas de Margarita se cayeron las cadenas y sobre su cabeza empezó a irradiarse una extraordinaria luz, dentro de la que volaba girando una paloma que sostenía en el pico una corona de oro.

El gobernador, finalmente, ordenó matarla, así como a todos aquellos quienes creían en Cristo. Según la leyenda, ese día fueron decapitadas 15 000 personas. Feotim, un testigo, relató los martirios de Margarita.

Sus reliquias se encontraban en Constantinopla hasta la conquista de la ciudad por los cruzados en 1204. El brazo de Santa Margarita se halla en el monte Athos en el Monasterio de Vatopediou.

Wikipedia: Margarita de Antioquía o Santa Margarita 
(venerada en la Iglesia ortodoxa como Marina de Antioquía
 
Detalle del lienzo de Zurbarán en Gotemburgo, foto R. Puig

El catálogo de las santas Marina se amplía con la de Hispania y de Aguas Santas en Orense, venerada en numerosos pueblos de España y Portugal (nacida en Braga y muerta en Orense) también pintada por Zurbarán, quien además pintó a otras santas respondiendo a los encargos de numerosos lugares de nuestra geografía, en muchos de los cuales la procesión de Santa Marina (la del hijito putativo) o la mártir se celebran cada año.

Francisco de Zurbarán respondió a esos encargos dejando representaciones de 12 santas. Si quieren saber ustedes cuál es mi preferida, aquí la tienen

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Santa Catalina de Alejandría

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Acabemos diciendo que, para salir de nuestra Europa, conviene recordar que hay también otra Marina en el santoral, mártir japonesa.

Santa Marina de Omura

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Y como habíamos comenzado por el Museo de San Francisco para luego seguir con diversas santas, concluiré con otra, virgen y mártir, santa tan guerrera como el Cid Campeador.

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Santa Juana de Arco

Supongo que la han puesto a montar guardia en el flanco izquierdo del museo, compañera de futuras batallas de Rodrigo Diaz de Vivar, para defender la colina de la Legión de Honor de cualquier ataque que pudiera llegar a las costas del Pacífico californiano.


NOTAS

(*) Valèrie Hayaert, Lady Justice, an anatomy of allegory (Edinburgh University Press, Studies in Law, Justice and the Visual,2023, 370 pp.)

(**)

tono original en tinta ocre y creta blanca, foto R. Puig

(***) Información sobre las representaciones de Santa Marina en la página del museo Thyssen de Málaga:

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