Mis vecinas las urracas: constructoras
Mis pensamientos van hoy hacia el Perú en su espinosa jornada de elecciones generales
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Tengo una pareja que ha decidido instalarse en los rododendros del patio de enfrente. Cada mañana, mientras desayuno, observo su actividad febril desde la ventana de la cocina. Dice el refrán que la primavera la sangre altera. En el caso de Urrico y Urrica -así las he bautizado con nombres de reminiscencia escandinava, pues son suecas- podríamos decir que la primavera la sangre acelera.
Van y vienen como una exhalación…
Ya lo habrán adivinado, han decidido construir su nido en los frondosos rododendros del patio vecino…

Urrica es más pequeña…

Según mis observaciones, ella se atarea en el interior de la cavidad que han considerado apropiada para construir el nido. No descarto que a veces también aporte algún material de construcción, pero es Urrico, más corpulento, el que va y viene sin parar, acarreando las ramillas que a modo de vigas introduce por la abertura.

Esto le supone un esfuerzo considerable y una «reflexión» nada desdeñable, pues la apertura es normalmente más estrecha y las ramillas son más largas, con lo cual tiene que ingeniárselas para introducirlas de punta e irlas deslizando al emplazamiento adecuado.
El interior de la «vivienda», a juzgar por la agitación que se observa en las hojas del rododendro, es bastante más amplio, a lo ancho y a lo alto, de lo que aparentan las dimensiones de la entrada. ¡Todo un trabajo arquitectónico!
Paso a paso se preparan en pareja para la procreación de una prole, que espero conocer más adelante.




Durante la mañana, vuela y vuela Urrico en busca de ramas y se afana Urrica dentro del habitáculo, preparando el lugar para la puesta que empieza a ser inminente (de ahí el afán del macho).
Serán entre cinco y ocho huevos que Urrica incubará sola durante alrededor de tres semanas, lo que tendrá a Urrico bien ocupado trayendo alimentos para la madre. Los pollitos serán atendidos por ambos progenitores, conciliando así actividades.




La voluntad irrefrenable de conseguir ramas para el nido ha llevado a Urrico a tratar de arrancarles directamente del árbol que tenemos frente a la ventana. Soy testigo de la forma en que tiraba del talle de una de ellas para separarla. Por desgracia, cuando ya aprestaba mi cámara para fijar la instantánea, alguien espantó al ave y nos privó de esa imagen.
Vengo de pasada a la cuestión de la mala imagen, que sobre todo en los pueblos de España, se tiene de la urraca, por pretextos como que «se comen el pienso de los gatos», «comen cualquier cosa que encuentran», «colman la paciencia a cualquiera con sus cánticos vocingleros pedigüeños», «son crueles», «son desvergonzadas y descaradas», en definitiva «son una pesadilla», etc.
Verdaderamente no acabo de entender esta mala prensa popular, que incluso lleva a intentar «cazarlas» poniendo como reclamo una de ellas en una jaula. ¿Para qué?
Contrasta tal animadversión a la pica-pica con el arrobamiento con el que se contemplan los mismos hábitos, por ejemplo, en buitres leonados o en azores, siendo así que las urracas son unas excelentes limpiadoras de los restos que perros y gatos, por ejemplo, dejan tras sí, por no hablar del control del exceso de insectos, beneficio este último por el que se alaba a las golondrinas, que sin embargo, son mucho menos limpias que la urracas.
De su fama de «ladronas», cierto es que le gusta arramblar con pequeños objetos que relucen, pero ¿acaso no leemos con indulgencia las clásicas historias de pacíficos ladrones de frac y chistera?
Hace pocos días, a uno de mis nietos le iban a festejar el cumpleaños con el juego de buscar pequeños huevos de chocolate envueltos en «papel de plata» de varios colores escondidos en el jardín de casa. ¡Veintiocho huevecillos de Pascua en total! que su madre había cuidadosamente distribuido la víspera por el pequeño jardín de su casa en Inglaterra. Cuando, cuál no sería la sorpresa, cuando, por la mañana del día del cumpleaños, al salir para iniciar el juego, descubrieron que sólo quedaban tres. Los otros veinticinco literalmente habían volado; uno de los envoltorios de estaño apareció en el jardín de los vecinos.
Se barrunta con fair play que los envoltorios de estaño sirven ahora de lecho de lujo para la cercana puesta de los huevos de alguna de las urracas del barrio…
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Por hoy dejaremos a Urrica y Urrico ocupados en sus preparativos, esperando que ningún gato intrusivo venga a perturbar la paz del patio, en cuyo caso los gritos de las urracas llegarán al cielo
Oda a la urraca
Tengo una urraca que todo lo mira.
Aunque huidiza, ahí está, quizá un azar,
tira de la hebra, un deslizamiento al caer
sobre un montoncito de hierba de Ibirapuera.
En territorio agreste, lejos de mantener la calma
la urraca se manifiesta, insiste en un vuelo sin laberinto,
atraviesa el éter y anula el deseo yéndose por el costado,
se esfuma por el mejor lugar, su juicio en la fronda.
Repite un salto que es una línea, y abarca más,
embauca temprano a su adiestrador.Roberto Häsler (1958) en su poemario «Diario de la Urraca». Texto reproducido en «Periódico de poesía», nº 110, junio-julio 2018, UNAM, México.
Celebran ambos la vez, bordea el refrán
siempre a punto de perder la ocasión,
hurgando en tierra mansa, sobre hojas húmedas,
un hondo sentimiento de abandono.
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¡Feliz primavera!
Notas:
- Sobre la protección que merecen ver aquí
No salió mi comentario… Shade!!!!
Bernardo,
hay una forma de asegurarse de que no pierdes un comentario: 1) escribirlo en un documento Word y guardarlo; 2) copiar y pegar en la cuadrícula para mandarlo pinchando en «publicar comentario».
Así, si por casualidad olvidas publicarlo, siempre puedes recuperarlo íntegro para el segundo intento…
Lo que dije fue que la anécdota de tu pareja de urracas era de lo mejor que habìas publicado, una observación de primera mano, el abc de la ciencia positiva, experimental.
Muchísimas gracias, Bernardo. Me siento muy honrado por tu comentario.
Un fuerte abrazo