Breverías erasmianas (XII) ”Festina lente” (Apresúrate lentamente)
Los dulces cánticos de la fiesta de Santa Lucía no deben llamar a engaño, en realidad lo que se observa en la calle es que la gente va acelerada en estos días pre-navideños. Todo el mundo de cabeza, dedicado a cumplir las ineluctables obligaciones de la temporada: comprar y comprar, engalanar, iluminar, llenar la nevera, invitar, comer y beber, comer y beber, regalar, cantar, celebrar y celebrar, bailar, sonreir y volver a sonreir, desearse felicidad, sin que se recuerde bien por qué, arrastrados por esa pulsión ancestral de compensar con fuego, luz y fiesta el frío y la oscuridad del invierno, y que el Occidente ha logrado implantar por todas partes, incluso en las latitudes que ahora sudan con el verano.
Así que me ha parecido oportuno, en estos días de prisa y excitación navideñas, recordar un sabio adagio antiguo, uno de los más extensamente glosados por Erasmo de Rotterdam.
Apresúrate lentamente
(adagio 1001, II i 1)
Festina lente. Este proverbio expresa en sí mismo una especie de enigma no carente de gracia, pues reúne dos palabras que se combaten mutuamente. Hay que colocarlo dentro de esa clase de proverbios que se caracterizan por el juego de contrarios
Erasmo consideraba que este adagio era de tanta utilidad que se debería imprimir por todas partes para que fuese tenida en cuenta, sobre todo por aquellos a quienes (Ilíada, II, 25) ”se les ha confiado el cuidado y la entera responsabilidad del gobierno de los pueblos”.
Se trata de un oxímoron, pues esta máxima propone a la vez un comportamiento y su contrario. Démonos prisa, pero hagámoslo lentamente. Parafraseando el dicho popular, ”con prisa, pero con pausa”. Decisión, acción, pero reflexivamente, con calma, sin ir a trompicones.
Como es costumbre, nuestro humanista, en este caso bien instalado (en 1506), trabajando como un forzado, en casa de Aldo Manuzio, sobre innumerables y preciosos manuscritos que los eruditos griegos asilados en Venecia habían salvado de la caída de Constantinopla, despliega todos sus conocimientos de sabiduría antigua. Como resultado publica en 1508 en las imprentas del veneciano la famosa edición ”aldina”, que aumenta su glosas de los adagios hasta la cifra de 3260.
Erasmo trabaja entre sus escabeles y mesas llenas de manuscritos y el taller de los cajistas e impresores. Puede que él mismo, escribiendo y corrigiendo pruebas, día y noche, a la luz de candelas y lámparas de aceite, se sintiese directamente concernido por este proverbio. En otro comentario, el que escribió sobre el adagio ”Herculei labores”, trabajos hercúleos, (adagio 2001) se referirá a su faena denodada.
En ambas glosas aplica a fondo su conocido método: citación de las fuentes, interpretación filológica, repaso de personajes históricos, consideraciones personales y alusiones a la actualidad política y social de su tiempo.
Entre los individuos famosos que a su juicio representan un ejemplo de acción sin la reflexión, menciona a Alejandro Magno y a Sardanápalo, el primero por ser una especie de Aquiles, proclive a la violencia y al descontrol mental (praecipitem egerit impetus animi), y el segundo por su impulsiva mala leche (ferociam).
Por el contrario, citando a Aulo Gelio y a Macrobio, presenta a Octavio Augusto y a Tito Vespasiano como ejemplos de una «maduración en las decisiones, acompañadas de una moderación vigilante y suave»
maturitas quaedam, ac moderatio simul ex vigilantia lenitudineque temperate
En definitiva, en su gobierno de los asuntos públicos, aquellos emperadores habrían aplicado «la celeridad en la acción, unida a una diligente lentitud»
simul et industriae celeritas, et diligentiae tarditas
Hasta el punto de que el emperador Tito Vespasiano tenía como emblema un delfín abrazo a un ancla. El delfín como símbolo de velocidad y vivacidad inteligentes, el ancla como símbolo de una sólida reflexión. Lo que le da pie a Erasmo, a partir de una erudita revisión de griegos y latinos, para hacer un estudio del delfín desde la perspectiva de la historia natural y de la iconología, además de un repaso al simbolismo del ancla.
Esta primera digresión, le sirve, como quien no quiere la cosa, para deslizarse a otra aún más larga en elogio del trabajo que, con intensa dedicación y apresurándose en la calma, realiza el editor e impresor Aldo Manuzio “el Romano”, el hombre que ha sabido
desenterrar lo que estaba oculto, devolver a la vida lo que había perecido, reparar lo mutilado, corregir lo que se había desfigurado de tantos modos, sobre todo por culpa de esos pésimos impresores para quienes vale más una moneda de oro que toda la literatura en su conjunto
Precisamente, el ilustre empresario editor de Venecia, había adoptado como emblema el ancla y el delfín. Erasmo vuelve al comentario del adagio, justificando su extenso encomio del veneciano, al pensar “en todos los beneficios que este delfín (Aldo) nos promete, con tal de que Dios le favorezca y sostenga sus magníficos esfuerzos”. De hecho, entre 1488 y 1515, Aldo Manuzio imprimió ciento cincuenta y siete títulos, de enorme importancia para la constitución de la filología moderna. Trabajo que continuaron sus sucesores. Erasmo no exageraba.
Sobre el exceso y la baja calidad de lo que se publica
Cuando Erasmo está a punto de retornar al comentario del adagio propiamente dicho, se desencadena la más larga crítica que haya salido de su pluma contra el doble filo de la imprenta cuando está en manos de ineptos que entontecen al vulgo, facilitando la dominación de los déspotas. Estamos ya en 1526, en una actualización del texto inicial publicado en 1508. La imprenta no tiene aún un siglo.
Una buena parte del mal proviene de la licencia e impunidad de esas gentes. Llenan el mundo de libros, no sólo sobre futilidades –como quizás yo mismo he escrito- sino de obras ineptas, repletas de ignorancia, malintencionadas, escandalosas, rezumando rabia, impías, sediciosas, en tal cantidad que incluso las publicaciones de valor pierden su efecto benéfico. Algunas se lanzan al mercado sin título o, peor aún, bajo títulos ficticios
Erasmo estaba hasta el moño del pirateo de sus obras. Moraleja: con internet o sin ella, ciertas prácticas son tan viejas como la imprenta o, diría yo, la impostura es tan antigua como la escritura. Ya en el siglo XVI y con la imprenta todavía en su infancia, si se quería identificar la obra de calidad había que bracear en un mar de morralla y de fraude. Nada nuevo bajo el sol.
Los tres sentidos del adagio
Como siempre, tras pedir excusas por sus divagaciones, Erasmo acaba por resumir en tres los sentidos del adagio.
1 La deliberación previa
Los asuntos, tras su deliberación, se dice que hay que tratarlos con rapidez, pero la deliberación tiene que haber sido lenta (Aristóteles, Ética)
Hay que empezar una iniciativa con lentitud, pero una vez emprendida hay que proseguirla con constancia (Diógenes Laercio)
Quien al principio se apresura más de lo razonable concluye la carrera demasiado tarde (Platón).
2 Las pasiones
Erasmo resume la postura de Platón y de Aristóteles sobre la supeditación de las pasiones a la razón y sobre su papel esencial como impulsoras del espíritu. No olvida a Séneca y sus escritos sobre la ira, en los que aconseja que nos tomemos nuestro tiempo en vez de actuar bajo los efectos de la cólera. No olvida a Plutarco cuando refiere que Augusto, antes de decidir en un momento de enfado, recorría mentalmente las letras del alfabeto esperando a que se le pasase.
3 La obra bien hecha
Hay que evitar la precipitación, pues ya los griegos decían que suele acarrear males y lo que se hace a trompicones conduce al error y a tener que arrepentirse , como recuerda un dicho atribuido a Catón:
Sat cito, si sat bene.
Lo hecho a tiempo, bien hecho está.
Y citando a Horacio (Odas, I, 12, 45-46):
Oculta crece como crece el árbol
la fama de Marcelo.
Crescit occulto velut arbor aevo
Fama Marcelli.
¿Correr o no correr?
Todos los que pecan o por desidia o por sus impulsos inmoderados, harían bien en sacar del olvido esta máxima de Octavio César, «Festina lente», que ya adoptaron como emblema Tito Vespasiano y Aldo, y en guardar en su memoria el ancla y el delfín.
En buena medida, como decía Antonio Machado, “al andar se hace camino», que viene a ser lo mismo que dice el adagio. Andar no es correr sino que consiste en posar en tierra un pie detrás del otro y sosegadamente avanzar, céleres pero con calma.
Por gracia o por desgracia estas cosas se aprenden con el tiempo, es decir cuando “al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.
Para no ponernos demasiado nostálgicos, recordemos lo que el potro le decía a la ardilla en aquella fabulilla de Tomás de Iriarte (con la que, en mi clase de primaria, el maestro pretendía animar a ser más tranquilos a los alumnos hiperactivos)
Tantas idas
y venidas,
tantas vueltas
y revueltas
(quiero, amiga,
que me diga),
¿son de alguna utilidad?
No puedo competir con Iriarte. Pero, con la sensación de ser un homo bulla, «ingrávido y gentil como pompa de jabón», finalizo con una modesta moraleja:
¿Prisa?
La necesaria.
¿Calma?
Lo más posible.
*
Presurosos
pero lentos.
¡Bregamos!
En ello
se nos va la vida.
*
Sísifo
andaba
arriba y abajo
prisionero
de una piedra.
*
Nuestra carga
no la vemos:
somos
los cautivos
de un oxímoron.
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Fuente del texto latino: Les Adages d’Érasme, Les Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), Lyon 2010, pp. 832-848.
Estupenda entrada, Ramón. Cómo me acuerdo de este adagio cuando me veo arrastrado por esta vida presurosa. Es equivalente a nuestro «Vísteme despacio, que tengo prisa». Un abrazo.
Hola, Antonio,
Me alegra muchísimo tu comentario, tus palabras son siempre una contribución. Me encanta ese dicho que no conocía, sobre todo en esta mañana de domingo, cuando, tras tomarnos dos cafés y dar de comer a la gata, salimos de compras (todo esta abierto) dos horas después de lo previsto.
Claro que esa expresión que me regalas la debieron inventar los aristócratas a quienes su «valet» vestía respetuosamente (como en Downtown Abbey)
Seguro que en Cádiz la vida se toma con más sosiego…
Un fuerte abrazo
Ramón
Antonio fue más rápido que yo con la vestimenta. Cosas de la prisa!
No le hagas caso a la bulla de Navidad y celebra el sol que empieza a crecer.
Unha forte aperta dende Os Valos
Sí, tienes razón, Jabo, en realidad es la fiesta de la luz que vence a la noche, de la recuperación paulatina del sol. De esos misterios en los bosques gallegos sabéis mucho, aunque en Illinois también deben de haber bosques. Por eso saliste tan buen carpintero.
Abrazos para los dos.
Moncho