Junto al mar recordando a Bécquer

En una de estas últimas tardes de invierno, el miércoles pasado, anduvimos junto al mar al sur de Gotemburgo en Varberg. La ciudad se sitúa en la provincia de Halland.
La riba por donde paseábamos la bordean viviendas tradicionales de madera, pocas habitadas todo el año y en su mayoría vacacionales.

No hay en esas orillas muchos ancones en los que la arena haya formado playas, en la Costa Oeste de Suecia predominan los promontorios de granito.
No obstante, proliferan las típicas escalerillas para tomar un baño y los pequeños malecones de cemento para acercarse al agua.

Junto a algunas de ellas hay una aviso para que los bañistas no salten de cabeza al agua poco profunda.
No sé si por ese aviso o por la brisa fría que obligaba a subirse las solapas y abrigarse el cuello he recordado a Gustavo Adolfo Bécquer (1836 – 1870). De su prematura muerte (por neumonía) se conmemoraron los ciento cincuenta años en diciembre pasado, un aniversario que refrescó mi interés por sus Rimas y Leyendas, que tanto leíamos en nuestros años del bachillerato.
¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y, a su beso de lumbre,
brillar las olas y encenderse el aire!¡Qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores
el perfume aspirar hasta saciarse!¡Qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!Qué hermoso es cuando hay sueño,
Rima LXVII
dormir bien… y roncar como un sochantre
y comer… y engordar… ¡y qué desgracia
que esto solo no baste!
El poco tiempo que el poeta tuvo le alcanzó para mucho, pero al leerle pensamos que fue pena que por más años no siguiese.
Hay una de sus rimas en la que, aludiendo a una mujer amada, escribe algo que podría también decirse de su vida
Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o que abatirme…!
¡No pudo ser!Tú eras el océano; y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén.
¡Tenías que romperte o que arrancarme…!
¡No pudo ser!Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
Rima XLI
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque…
¡No pudo ser!

Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz:
eso eres tú.Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
¡como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
del lago azul!En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
¡eso soy yo!Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
Rima XV
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
¡tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!
Hoy ya es primavera, quizás la estación del ansia perpetua de algo mejor…
No sabía que estábamos tan unidos por el mar y por la poesía.Definitivamente Gotemburgo no sería pensable sin el mar y en tu caso sin el mar de Gotemburgo y sin las playas de Valencia tampoco podríamos entenderte bien. No es del todo claro que yo como limeño me identifico con el mar. Ya sabes que hay un viejo dicho: Lima es una ciudad que vive de espaldas al mar.
Por el capítulo hoy al ver las decenas de fotos con que iluminas tus entregas semanales tomo conciencia de mi propio amor por la playa y el mar y, algo también interesante, he gozado leyendo a Bécquer del cual creo no haber leído nada nunca…Gracias por estos dos sucesos que me gustó habértelos contado.
Bernardo.
Gracias, Bernardo,
lo de la Lima de espaldas al mar no se corresponde felizmente con el día de navegación en su barco de vela que nos ofreció Pablo Secada durante nuestra estancia en Lima hace dos años… Lo mismo si se lo pides te da un volteo sobre alrededor de la isla de San Lorenzo y sus islotes guaneros : https://ensondeluz.com/2019/03/03/danzando-con-lobos/
Un fuerte abrazo
Moncho