Apuntes para la historia de un puente (1): Como hormigas en el agua

Por el puente viejo. Foto R.Puig
Tratando de mantener el hábito saludable de la marcha me gusta recorrer el Götaälvbron («el puente Göta sobre la ría»). Es un paseo de ida por su lado oriental y de vuelta por el occidental. Göta es un nombre de mujer que también significa «gótico». Pero el puente no tiene nada de gótico. Se comenzó a construir en 1941 (con obras de preparación de las orillas desde 1935) y se terminó en su forma definitiva en 1958. Al término gótico también se le confiere hoy un sentido lúgubre y hay que decir que el puente vibra de modo alarmante con el paso diario y continuo de autobuses y tranvías.

Por el Götaälvbron. Foto R.Puig
De hecho los conductores de la empresa de transportes públicos tienen que reducir la velocidad a paso de burro para no forzar las juntas centrales del sistema de elevación. Si lo piensas, la verdad es que da cierto canguelo.

Sistema levadizo del puente Götäälvbron. Gotemburgo. Wikipedia
A causa de este envejecimiento de la obra se ha puesto en marcha la construcción, justo al lado del viejo, de uno nuevo que lo sustituirá.

Así se empieza. Foto R.Puig
Así que ultimamente, mi paseo gótico me ha dado la oportunidad de convertirme en supervisor de los trabajos del nuevo puente: el Hisingsbron. Es bien sabido que una costumbre de los jubilados ociosos es mirar por los agujeros y brechas de los vallados para curiosear las obras en marcha. Sólo que aquí se puede ver todo a vista de pájaro desde la barandilla del puente antiguo.

Obras del nuevo puente junto al antiguo. Foto Skanska
Cuando era chaval recuerdo el halo de importancia y de inalcanzable nivel de estudios que circundaba a la titulación de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Yo aspiraba a ser arquitecto, pero lo de los ingenieros de caminos me parecía un nivel superior de complejidad, exclusivo de cerebros excepcionales.

Trabajando en los fundamentos. Foto R.Puig
Puede que sea por eso que cuando, recostado en la barandilla, me entretengo en mirar como evolucionan allá abajo esos operarios de casco amarillo, bajo la dirección de otros que con sus notas en la mano van examinándolo todo y dando instrucciones, imagino que los paseantes y ciclistas que pasan a mi lado puede que piensen que soy un ingeniero de esos, jubilado, añorante, que desearía estar moviéndose entre las columnas y los cimientos del nuevo puente.

Bien anclado por si acaso. Foto R.Puig

Columnas. Foto R.Puig
….
Inciso para aprensivos
Por cierto que en estos paseos, sobre todo cuando ya caminas cuesta abajo, hay otra sensación gótica que tiene su cosa, sobre todo porque nadie tiene ojos en el cogote. Se trata de la amenaza ciclista, y lo digo en serio. Gotemburgo es famosa por el volumen de sus tráfico ciclista, lo cual es sano y loable. No obstante eso obliga a los peatones a desarrollar un sexto sentido, reflejos de protección. El sendero peatonal, separado por una simple raya blanca del ciclístico, no sólo en el puente sino en gran parte de la ciudad, es especialmente peligroso en las zonas de alto tráfico de bicicletas. Así que cuando vas en la misma dirección de los ciclistas, como es el caso del puente, en especial en la mitad del recorrido de acentuada pendiente, muchos ciclistas, dominados por el placer de la cuesta abajo, te llegan por detrás a cuarenta kilómetros por hora. La famosa distancia de metro y medio que se les pide a los coches al flanquear a un ciclista no se les exige a estos al sobrepasar como una exhalación a un peatón. Cuando estos bólidos te adelantan a centímetros de distancia les aseguro que el viento que generan me mueve las orejas. Como ven, recorrer el puente no es sólo instructivo y saludable ¡también es excitante!
…
En definitiva, que, del mismo modo a como iré relatando en este blog los progresos de la gran lombriz de Gotemburgo, mis paseos por el puente viejo (pluga al cielo que no se caiga antes o que a mí no me atropelle un bicícledo) irán rindiendo cuenta de los progresos y avatares de este nuevo artilugio hasta su terminación.

La visión: «Un puente que aproxima la ciudad al agua». Foto R.Puig
Por el momento lo que más me impresiona es el trabajo de esos varios centenares de hombres hormiga que seguirán cumpliendo los millones de actos humanos, medidos e inter-relacionados, que esta obra requerirá hasta su conclusión.

Obrero en su pentagrama. Foto R. Puig
Las columnas de apoyo no son precisamente las de Bernini, pero su regularidad encierra una sobria belleza.

Columnas. Foto R. Puig
Hay algo en una parte de los trabajos que me hace pensar en la fabricación de gigantescos órganos mudos.

Organistas trabajando. Foto R.Puig
Son extraños órganos destinados a ser cubiertos. Mientras están a la vista hay algo fascinante en estas regularidades cuyo sentido me escapa.

Regularidades. Foto R. Puig
A mí estos tubos me hacen pensar en un xilófono destinado a que un gigante le arranque sus graves melodías.

Tanto tubo. Foto R.Puig
Las camas de hierro que, sobre un lecho profundo e inestable, hacen posible crear los cimientos bajo el agua, anuncian los cuatro pilares del puente que sostendrán una especie de baldaquino de sube y baja, la sección central del puente, que ascenderá para dejar pasar los grandes barcos y volverá a su puesto para que continúe el tráfico. De nuevo pienso en la envidia que esto le hubiera dado a Bernini.

La sección elevable del puente. Imagen de Mattias Henningsson-Jönsson
Parece ser que este sistema, que debe durar digamos que cien años, no puede permitirse que ninguno de los cuatro pilares varié en nada su posición, lo que conduciría al atasco de los mecanismos del baldaquino. Seguro que mis admirados ingenieros de caminos, canales y puertos lo tienen ya todo pensado. Si son ustedes curiosos y quieren saber algo de los cálculos que se han hecho al respecto, sobre todo sobre eso que llaman el soft soil creep («deslizamiento suave del suelo») tendrían que leer un interesante artículo apto para ingenieros sobre los cimientos de un nuevo puente sobre la ría de Gotemburgo
Y, me digo yo, ¿dentro de cincuenta años cómo andarán esos suaves deslizamientos cuando el nivel del agua de la ría se haya elevado con el cambio climático? ¿cómo andarán los fondos? (En cien años se prevé una subida de un metro)
Pero ese día hacía sol, las nubes se habían retirado tierra adentro, y yo me inclinaba a creer que estamos en buenas manos.

Cabalgata de nubes por el este. Foto R.Puig
En todo caso, caminando ya de vuelta al centro por el otro lado del puente viejo, compruebo que hay quienes prefieren pensar en una posible pesca

Esperando a que piquen. Foto R.Puig
No sé si sabrán que el lecho de la ría en esa orilla está lleno de residuos tóxicos. Es posible que, por el momento, a estos aficionados a la pesca lo que hayan tragado los peces no les tenga preocupados y que no pesquen para el condumio sino sólo para entretenerse.
Trackbacks