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Cómo se pasa del siglo de Pericles a Francisco Franco. En el Palazzo Altemps en Roma

12 diciembre, 2010


Ayer pude pasearme prácticamente solo por una de los museos de escultura clásica más céntricos y menos visitados de Roma, que constituye una de la secciones del Museo  Nazionale Romano, junto con el Palazzo Massimo, el Aula Ottagona y la Cripta Balbi. Me refiero al Palazzo Altemps.

Unas horas en el Palazzo Altemps

Como casi todos los grandes palacios romanos que tienen su origen en las riquezas de papas y cardenales, el Palazzo Altemps se construyó en 1480 para el sobrino del papa Sixto IV, Girolamo Riario, quien fue expulsado del mismo y de Roma por una rebelión popular, cuando, a la muerte del papa en 1484, el sobrino se quedó sin la protección del tío.

Como no tengo a mano ningún nipote de papa os pongo una foto de un romano del museo, prototipo del protegido. Se piensa que se trata de Antinoo, amado por el emperador Adriano, que se sumió en profunda tristeza tras la muerte del joven y sembró sus palacios con la efigie del efebo.

De todos modos el edificio volvió a las pudientes manos de un purpurado germánico, Marco Sittico Altemps en 1568, quien empleó las plusvalías que le procuraron las campañas de su padre junto a Carlos V,  y el trabajo de tres centurias de los siervos de la gleba en sus propiedades, en la siempre noble causa de coleccionar esculturas clásicas, que en Italia emergían de la tierra a poco que se excavase, y en renovar el palazzo que su tío, Pio IV, un papa de la familia Medici (¡sí los que ayudaron a Carlos V a saquear Roma en 1526!), le cedió. El nombre original de esa familia cardenalicia era Hohenems, pero se latinizó en Altemps.  No sé si se acordarán ya de él en la villa austriaca del mismo nombre, donde se celebra cada año el festival Schubert o la Schubertiada.

Cuando un papa llegaba, en este caso Pio IV, un Medici, ejecutaba algunos nipoti del anterior (para crear buen clima) y favorecía a los suyos, en este caso al hijo de su hermana, casada con el comandante imperial. De este modo losHohenems se beneficiaron de la muerte del papa anterior, Pablo IV, y el sobrino del nuevo papa tuvo cardenalato y palacio. No tengo imágenes de ellos, pero valga el grupo escultórico de Penélope y su hijo Telémaco.

Para ilustrarse más sobre la historia del Palazzo Altemps ver: http://www.mmdtkw.org/VPalazzoAltemps.html

Pero volvamos a aquello por lo que estuve ayer en este magnífico museo, hoy propiedad del Estado italiano.

En sus amplias salas se reúne hoy no sólo la colección Altemps, sino también la colección Ludovisi/Boncompagni, que creció a partir de la otra (un cardenal compraba lo que otro cardenal había perdido al declinar su estrella).

El trono Ludovisi y otras maravillas

Deambulando por el museo te sientes como transportado desde su extraordinario patio renacentista, en el que campan varias esculturas procedentes de antiguas villas de patricios romanos, por las salas de la planta baja, hasta los prodigios de la primera planta. Más o menos en volandas, como la supuesta Venus es alzada del baño por sus asistentas entre paños transparentes y al son de la flauta de una hetaira en el enigmático trono Ludovisi, que ha llegado hasta nosotros desde la Magna Grecia del siglo IV a.C.

Al lado derecho del trono monta la guardia la cabeza de una supuesta Juno que en realidad parece ser que era la bellísima Antonia Maior, esposa de Druso y madre del emperador Claudio. Ya habíamos subido en volandas a la segunda planta, y ahora, ante este rostro no obstante su solidez eternizado, nos ponemos a levitar. Cuando hablemos de la casa de Goethe en Roma comentaremos la sensación que un calco del mismo producía en el poeta.

Testimonio también de los tiempos del esplendor de la Antigua Grecia es la copia romana, en escala reducida, de la famosa Atenea Parthenos de Fidias, cuyo original presidía la Acrópolis y estaba recubierta de oro.

Dan ganas de dejar que su mano nos rasque la cabeza

Pero las escenas de guerra de un sarcófago romano cubierto de altorrelieves nos sacan del éxtasis y nos devuelven a las terribles realidades de la guerra, en este caso una de esas campañas de los romanos contra los bárbaros,con sus atroces escenas de masacres.

El amasijo de cuerpos lo preside impasible el jefe legionario (que se supone pereció en medio de una carnicería similar y cuyos restos debieron rellenar en tiempos este cajón de piedra).

Aquellas matanzas fueron descritas, con plasticidad similar, por muchos autores clásicos, desde la Farsalia de Lucano hasta el Dulce bellum inexpertis de Erasmo de Rotterdam. En nuestros días el cine las recrea de vez en cuando (ver si no la primera secuencia de Gladiator).

Consecuencia de las violencias de la guerra es también la escena, expresión de respeto a la dignidad del enemigo en la estatuaria del Imperio, del Suicidio del Gálata. El guerrero desesperado sostiene con una mano el cuerpo muerto de su mujer mientras con la otra, en un último gesto de orgullo, amor y dignidad, entierra la espada en su propio pecho.

Pero ¡oh la paz octaviana! tras tantas guerras Marte también descansa…

y un guerrero exhausto le imita…

Mientras tanto, Hércules, a su bola y para envidia de culturistas, ofrece una completa lección de anatomía con su poderoso aparato muscular, lo que se suele llamar el sotto pelle.

¿Y qué pinta el Caudillo en todo esto?

Ya casi me había olvidado… Pues sí, descendía yo las escalinatas de mármol…

para despedirme de Marco Aurelio y dirigirme hacia la salida… cuando al alzar los ojos en el recodo, dos grandes lápidas, una más grisácea y vieja que la otra, reclamaron mi mirada…

En la lápida de la izquierda veo los nombres de Alfonso XIII, la reina Victoria Eugenia y León XIII,  y la fecha de MCMXXIII, o sea 1923…

…y en la otra, a la derecha, Francisco Franco Bahamonde, Alberto Martín Artajo, Pedro Churruca Dotres y Joaquín Ruiz Jiménez , Pío XII, y la fecha MCMXLIX, o sea 1949. Algunos años antes del Concordato de España con la Santa Sede.

Resulta que este palacio, antes de ser recuperado por el Estado italiano en 1981 (me lo contó uno de los empleados) había sido seminario pontificio, en especial para seminaristas de Alemania y España. Parece que la tradición incluyo por muchos años el patrocinio y la munificencia de los reyes primero y del Caudillo después. Allá por 1949 en España estábamos con la cartilla de racionamiento (y la censura del razonamiento), los campos de concentración y de reeducación, los fusilamientos y otras penalidades, pero a Franco y a los democristianos les quedaba tiempo y recursos para hacer manitas con Pio XII.

Consolémonos pensando que a lo mejor algún presbítero u obispo progresista se formó en el Palacio Altemps y que algunos seminaristas pudieron alimentarse mejor que en España. Claro que entonces no tenían ni a Venus ni a Juno en el dormitorio.

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