Transiciones peruanas de Lambayeque a Pachacamac : Túcume (y III)

Algarrobo milenario. Bosque Sagrado de Pómac. Foto R.Puig
Con mi indefectible amistad y admiración para el Mudo
Terminamos nuestra visita al complejo de las pirámides de Túcume y nos acercamos al Bosque Sagrado de Pómac que atraviesa el río La Leche, para luego dirigirnos por último al Museo Nacional Sicán en Ferreñafe.
Era el miércoles 13 de febrero del presente año.

Museos y sitios arqueológicos de Lambayeque, Hojas de ruta del Perú, Wust Ediciones. Lima 2015
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En el Bosque Sagrado de Pómac
Al bosque de Pómac (o zona arqueológica monumental de Batán Grande) se le califica de sagrado porque alberga hasta treinta huacas, cuyas estructuras piramidales terminan en una plataforma para usos ceremoniales y religiosos. Dos de estas pirámides truncas han sido investigadas : la Huaca El Oro (donde se halló la tumba del Señor de Sicán) y la de Las Ventanas (donde se encontró el Tumi Lambayeque o Tumi de Oro). Nuestro propósito de visitarlas quedó también truncado, pues hubiéramos tenido que vadear a calzón quitado el río La Leche que, haciendo honor a su nombre, venía crecido por las lluvias en la cordillera y podía darnos sorpresas.
De modo que optamos por detenernos junto al árbol milenario de Pómac (viejo de unos quinientos años), un algarrobo recostado en su enorme tronco, del que surgen grandes ramas retorcidas. Esta es la especie dominante en este bosque junto a la de los zapotes, que alcanzan más de diez metros de altura.

Tres expedicionarios. Foto R.Puig
El bosque alberga más de cien especies de aves y es un apreciado observatorio de las mismas.

El bosque de Pómac desde la Huaca de la Merced. Foto R.Puig
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En la huaca de La Merced

Huaca de la Merced. Foto R.Puig
Al no poder atravesar el río, nos contentamos con subir a la Huaca de La Merced, la que , como ha ocurrido en muchas de la huacas peruanas, ha sido ya excavada sin muchos miramientos por los huaqueros o, lo que es lo mismo practicantes del huaqueo, actividad generalmente ilícta y crematistica que consiste en saquear sitios arqueológicos. De ella se nutre el tráfico de hallazgos que a menudo termina en colecciones públicas y privadas esparcidas por el mundo.

Por aquí anduvieron los huaqueros. Huaca de la Merced. Foto R.Puig
Se trata de una huaca de grandes dimensiones, lavada por siglos de erosión, pero donde aún se aprecian algunos de los innumerable adobes que la forman.

Formas del adobe en la Huaca de la Merced. Foto R.Puig
Junto a estas enormes edificaciones inexploradas, de las que hay muchísimas en el Perú, pienso en la importancia que tiene para este querido país la formación de buenos arqueólogos. Uno mismo siente aquí una especie de impulso vocacional, el deseo de participar en las excavaciones e investigaciones que siguen desenterrando la historia de las culturas y civilizaciones peruanas, anteriores al imperio incaico.
En lo alto de esta huaca se entiende que los habitantes de estos parajes de hace más de mil años concibieran la sacralidad de esta floresta, como refugio propiciatorio para sus invocaciones, ceremoniales y sacrificios, destinados a congraciarse las fuerzas de una naturaleza que ciclicamente les beneficiaba o les amenazaba.

El bosque de Pómac desde la Huaca de la Merced. Foto R.Puig
No sabían a ciencia cierta, como hoy se sabe, que el océano tan cercano determinaba, con las alteraciones periódicas de la temperatura de sus corrientes, su prosperidad o su ruina.
Antes de partir hacia el Museo Nacional Sicán en Ferreñafe, en la vuelta hacia Chiclayo ascendemos al Mirador de las Salinas

Tres expedicionarios en el Mirador de Las Salinas. Foto R. Puig (con trípode y disparador automático)
para despedirnos del bosque sagrado.
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Para llegar al museo, la ruta nos conduce a través de los arrozales lambayecanos, que con sus 50.000 hectareas cultivadas producen 350.000 toneladas de arroz al año, el 14 % de la producción peruana.

Arrozales en Lambayeque. Foto R.Puig
El arroz no fue conocido por los mochicas, pues llegó con los colonos españoles y se comenzó a cultivar con el trabajo de esclavos traídos de África. Así que el Señor de Sicán, cuyo museo vamos a visitar, no tuvo la suerte de probar ni la paella, ni por supuesto el arroz chaufa, aunque no le faltaron los alimentos de una cultura agrícola y navegante : pescado, maíz, yuca, frejoles.

Expedicionarios de la «Ruta Moche» llegan al Museo Nacional Sicán, Ferreñafe. Foto R.Puig
Sicán en lengua Muchick (Mochica) según fuentes coloniales quiere decir «Casa de la Luna». La cultura Sicán se formó alrededor del curso medio del río La Leche (también llamado río Motupe) entre el 750 y el 1375 d.C., con su fase de mayor florecimiento entre el 900 y el 1100 d.C. Es una fusión de la cultura Moche con culturas sureñas (Wari y Pachacamac) además de la influencia por el norte de culturas del actual Ecuador.

Cronología Culturas pre-coloniales. Norte del Perú. Museo Nacional Sicán
Tuvo un final violento. La capital Sicán sufrió un devastador incendio cuyos indicios han encontrado los arqueólogos. Sus tecnologías y prácticas culturales continuaron en zonas no afectadas, aunque el fenómeno climático que hoy se llama El Niño habría completado la decadencia de las áreas secundarias del territorio de esta cultura, que en sus épocas de auge llegó a compartir sus técnicas del cobre arsenical con la lejana Tiahuanaco y, atravesando la cordillera, alcanzó a ejercer su influencia en las las selvas ribereñas del río Marañón.

Culturas pre-coloniales (orden temporal de izquierda a derecha). Norte del Perú. Museo Nacional Sicán
Los chimús acabarían conquistando a los sicanes en 1375 y llevándose a sus artesanos con sus conocimientos a Chan-Chan, asimilando así los estilos artísticos característicos de la cultura Sicán, motivo por el cual a veces es difícil diferenciar las obras de ambas culturas.

El Señor de Sicán. Reconstrucción. Museo Nacional Sicán. Lambayeque. Perú. Foto R.Puig
Lo que hace la diferencia de este museo es la colección del ajuar funerario (1200 kilos) del llamado Señor de Sicán (que no hay que confundir con el de Sipán).
Imperó entre el 1000 y el 1100 d.C. y su tumba (que no había sido profanada) fue desenterrada entre 1991 y 1992 por arqueólogos japoneses y peruanos en la Huaca de Oro, que hemos arriba mencionado.

Cráneo del Señor de Sicán. Museo Nacional Sicán. Foto R.Puig.
Con la técnicas actuales de reconstrucción facial, se ha logrado modelar el rostro probable de este cacique, por cierto nada tranquilizador,

El Señor de Sicán. Reconstrucción facial. Museo Nacional Sicán. Foto R.Puig.
al que obedecían miles de súbditos, quienes entre otras gabelas tenían la de contribuir con su lote anual de adobes para la construcción de las pirámides que pueblan la zona de Batán Grande.
En su tumba se encontraron los restos de dos mujeres jóvenes y dos niñas, sacrificadas para que le acompañasen en el más allá. Da la casualidad de que, no lejos de su tumba en la Huaca de Oro, en la vecina Huaca de las Ventanas el arqueólogo peruano Dr. Julio C. Tello («padre de la arqueología peruana»), con ayuda del huaquero local, Hipólito Granados Durand, descubrió a fines de 1936 o principios de 1937 el emblemático Tumi de Oro, que hemos mencionado más arriba, instrumento tradicional de los sacrificios en el Perú pre-colombino.
Más adelante podremos referirnos un poco más a la costumbre de los sacrificios humanos, que puede interpretarse de muchas maneras, ceremoniales u otras. Por el momento, quizás quieran ver a este propósito un documental que resume lo que aquí venimos viendo sobre la civilización mochica y las culturas que con ella estuvieron enlazadas.
Por nuestra parte y tras las visitas a Túcume, al Bosque Sagrado de Copán y al Museo Nacional Sicán, regresamos a Chiclayo.

Atravesando Chiclayo. Puestos del mercado. Foto R.Puig
Chiclayo es la cuarta ciudad del Perú por su volumen de población, en continuo crecimiento y con bastante desorden urbanístico. En los barrios periféricos se observan masas ingentes de basuras abandonadas, que pienso son signos de sucesivas administraciones municipales incompetentes y quizás de algo más. Es triste, porque la ciudad tiene sus valores y no se merece esto, sus gentes son cordiales y sus calles muy animadas.

Chiclayo. Vista desde el hotel. Foto R.Puig
Llegados a Chiclayo queremos descansar y prepararnos a las siguientes visitas que Manolo ha planeado para nosotros, al Museo Brüning de Lambayeque, a las Tumbas Reales y al Señor de Sipán (no confundir con el de Sicán del que hemos tratado hoy), así como a la Huaca de la Luna, a Chan-Chan, y a la Señora de Cao en el conjunto de El Brujo
En la merecida cena en Chiclayo nos acompaña el tío de uno de nuestros expedicionarios a quien yo no veía desde hace más de cincuenta años y que me dio la estupenda sorpresa de venir a nuestro encuentro desde Piura.

Pablo y al fondo su tío, en el restaurante de Chiclayo. Foto Marie Puig
Además nos sirvieron muy buen pescado

El bloguero y su recompensa. Foto Marie Puig
Hola Moncho, tu crónica a Lambayeque me gustó mucho, especialmente porque he ido conociendo y comunicandonos por facebook con una extensa familia de Pativilca-Batán Grande a orillas y márgenes del Rio de la leche. Con nosotros trabaja hace como veinte años la señora Esperanza que vivió en casa toda la educación primaria y secundaria de su hija. Una sobrina acompaña a nuestra hija Verónica desde antes del nacimiento de nuestro nieto y es realmente su segunda madre. Con los años y las tecnologías buen numero de parientes y paisanos de Batán Grande hacen clic en las cosas que publico. Eso queria decirte. En los años 60 conocí a los quechuas. Ahora conozco a los mochicas y chimús.
Gracias, Bernardo. Seguro que las gentes que viven en esas orillas no olvidan su tierra y además deben de tener un buen sentido del mundo natural. El Perú se sigue beneficiando de esa larga herencia, cuantos miles de vidas sufridas y aquilatadas, no sólo en el altiplano y en las selvas sino también en esas costas y ríos del norte.
Emociona pensar en ello.
Felicito el informe sobre la Cultura Sican, mi debilidad es la historia, debe ser porque mi bisabuelo trabajó o mejor dicho alcanzó mucha información y material histórico al historiador Julio C. Tello. Por ésta razón pido se corrija el apellido materno mencionado, por ser incorrecto, siendo su nombre real HIPÓLITO GRANADOS MÍO y no Hipólito Granados Durand como aparece en el informe.
Del mismo modo puedo apreciar que se refieren al Bosque Sagrado de Pómac donde se encuentran la Huaca de Las ventanas, La Huaca del Oro, Huaca de La Merced; y las visitas a Tucume, sin embargo hacen mención del bosque sagrado de Copán, lugar que no existe aquí en la zona, confundiendo de algún modo a los lectores que no conocen y que están tomando nota de un lugar errado. Perdón por las observaciones, pero considero que la historia debe ser fidedigna. Gracias por la atención.