Piedras en pena

La playa de La Almadraba, Almadrava en valenciano, de Els Poblets es la única que yo sepa de todo el litoral de la provincia de Alicante cuyos cantos rodados («bolos» los llaman por aquí) aún siguen siendo aportados por un río en activo, el Girona, que desemboca en su extremo meridional. En las últimas semanas, su orilla ha estado cubierta por las cañas que su curso ha arrastrado durante unas lluvias persistentes. Las hojas muertas de la posidonia también se han acumulado, como es frecuente cuando la mar esta brava.

Luego la lluvia ha dado tregua y hemos paseado como de costumbre por la orilla, donde las variadas formas de sus cantos rodados atraen la mirada. Esta vez he encontrado piedras con apariencia de rostros apesadumbrados, como sí la materia inanimada quisiera decirnos algo sobre los males del mundo.

Dolores y males hay de muchas clases, infinidad de ellos causados por elementos insensibles o por seres sintientes a los que no se puede atribuir responsabilidad. Eso era así antes incluso de que el ser moral, el ser humano, apareciese sobre la tierra, porque es exclusiva de los seres humanos la capacidad de hacer el bien o el mal y de ser moralmente responsables por ello. Cuando las sociedades humanas se fueron dando leyes, a ello se añadió la responsabilidad legal.

Puede que haya sido por lo que de nuevo estamos viendo y sintiendo en los últimos dos meses con intensidad excepcional, la acción del Mal de origen humano, consciente y planificado, contra las gentes de Ucrania, por lo que encontré expresiones de pena y dolor incluso en las duras piedras de esta playa. En los evangelios hay una frase que, más allá del sentido pretendido por el evangelista, alude también, a mi modo de ver, a como la Humanidad nació cuando sus precursores adquirieron el tremendo privilegio de la palabra, esa facultad que el lenguaje articuló cuando unos seres sintientes devinieron sujetos de razón y de responsabilidad moral. Me refiero a la frase «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (*), que más allá de lo que explicitaba el apóstol, pienso hoy que significa no sólo que la palabra, al habitar a los homínidos, los hizo hombres, sino también que el Mal, al hacerse carne en los seres humanos, habitó entre nosotros.

Millones de personas han sido asesinadas o expulsadas de su cotidianidad y de su país por la crueldad de regímenes y déspotas de diverso signo a lo largo de la Historia. Está sucediendo también en este siglo XXI. El tirano de turno y sus lacayos formulan palabras para vestir el Mal con la apariencia de una lógica maldita, mancillan el don del Verbo para justificar deportaciones, destierros masivos, masacres, destrucciones y muertes. Con monótona regularidad surge una mente de rostro humano que con infame impasibilidad se hace responsable moral y legal de crímenes contra la Humanidad.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy es 14 de abril de 2022, vivimos la 7ª semana de guerra, el día 50 de la resistencia nacional de Ucrania a los ocupantes rusos.
También esta noche Ucrania experimentó un derramamiento de sangre. Nuestra gloriosa ciudad de Járkov ha sido duramente atacada. La ciudad está prácticamente paralizada, la gente ha estado en refugios antiaéreos durante dos días, y Mykolayiv, con todo el sureste de Ucrania y el heroico Mariupol todavía resisten. Pero en los pueblos y ciudades de Ucrania llegaron cigüeñas que construyen sus nidos sobre las casas destruidas y los nuevos cementerios. Llega la primavera y la vida continúa. Los ucranianos saben cómo sobrevivir, y con su vitalidad, su capacidad para resistir la guerra nos dan esperanza. Esperanza que brota de la fe en Cristo resucitado, en la Pascua del Señor para la que nos estamos preparando. Ucrania resiste. Ucrania vive. Ucrania está luchando.
Hoy me gustaría razonar con vosotros sobre el séptimo mandamiento que dice: «No robarás». Con este mandamiento, con esta ley divina, el Señor Dios protege la dignidad del hombre como co-creador con Dios, como aquel a quien Dios ha confiado su creación, ha dicho que la cuide, que la haga crecer. Con este mandamiento, Dios, el Señor Dios defiende la dignidad y enfatiza el valor del trabajo humano, la gloria del campesino, del obrero, del obrero que se beneficia de la obra bendita de Dios y del fruto de sus propias manos. Aquellos que no respetan el trabajo de los demás, no respetan la propiedad privada del ser humano, nunca alcanzarán su propio bienestar. En el país donde se desprecia el bien de la otra persona, nunca habrá abundancia ni bienestar.
En estos días, en Ucrania, podemos ver que, por un lado, los ucranianos saben cómo compartir su riqueza con aquellos que la necesitan. Abren su espacio privado de riqueza personal a los necesitados, y por otro lado vemos graves delitos contra la dignidad de las personas que, gracias a su trabajo, saben cómo garantizar la prosperidad.
Podemos ver cómo los ocupantes fuera de Kiev, en la región de Chernihiv, estaban matando de hambre a la gente, impidiéndoles salir a los campos que han minado, y matando cínicamente a su ganado. A los ucranianos no se les dio la oportunidad de trabajar y, por otro lado, hemos visto crímenes de guerra como saqueos y destrucción cometidos, cuando a las personas muertas o heridas se les quitaron todas sus posesiones, cuando la vida humana a sus ojos era menos preciosa que lo que podían robar. Sólo vemos ejemplos vergonzosos de saqueos, en esas casas abandonadas, y el pueblo ucraniano desdeña a los arquitectos de esta barbarie. Pero también vemos casos en los que esos bienes saqueados se vendieron en Rusia y Bielorrusia. Quiero recordarles a todos que el que compra bienes robados o saqueados se convierte en cómplice del crimen. Las cosas robadas se convierten en carbón caliente en manos de quienes las toman y queman esas manos. Esa gente, esas personas, esos malhechores nunca tendrán la bendición de Dios, y morirán en la miseria.
Del video-mensaje el 14 de abril de 2022 traducido a varias lenguas de Sviatoslav Schevchuk, Patriarca de la Iglesia Greco-Católica de Ucrania (fuente)
Hoy le pedimos al Señor Dios que bendiga a Ucrania con prosperidad y bienestar. Para darnos la fuerza para reconstruir todo lo que ha sido destruido, para darnos la fuerza para alimentar a los hijos de nuestro propio pueblo y poder seguir trabajando en nuestra tierra, que está dispuesta a ofrecernos sus generosos frutos. También queremos lograr la victoria con nuestra fuerza y vitalidad, con respeto a la propiedad de los demás. Dios, bendiga a Ucrania. Dios, bendice a aquellos que saben respetar los bienes de los demás y cuidar de sus propios bienes. Dios, bendiga a nuestros militares que defienden la vida y el bienestar de Ucrania. Dios, bendiga a Ucrania como el granero de Europa y el tesoro espiritual de todo el mundo.

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Nota.
(*) «Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros…» (Juan, 1, 14)
Cantos rodados también les llamamos en Sudamérica, conozco un grupo de cantores muy originales cuyo nombre «Canto rodado» se anuncia con piedras pulidas por el rodamiento entre los ríos y desde ese sentido suenan.
Bello y verdadero, hay un canto de los cantos, no sólo ruedan ellos, sino que, si tenemos la calma de sentarnos en la orilla cuando el tumbo los zarandea, hay una música que perciben quienes saben escucharlo.
El mal o sea el egoísmo, el pasar por alto a los otros, nos persigue, es parte de la condición humana. Las piedras moldeadas por las olas y corrientes valencianas nos lo recuerdan del modo màs fino..!!
Ocurre con las piedras y ocurre con los bosques, cuando paseamos sabiendo mirar las formas humanoides que conforman las viejas cortezas de madera sobre los troncos de los árboles. Ejemplo: https://ensondeluz.com/2018/03/04/la-conseja-del-olivo-triste/