Empecinados

Empecinados. Foto R.Puig
El fuerte oleaje -nunca antes visto con tal intensidad en el Mediterráneo- que ha asolado el litoral valenciano al paso de la borrasca Gloria ha llegado a arrastrar varias piscifactorías en Castellón, Valencia y Alicante
ABC Comunidad Valenciana, 22 enero 2020
Ya ocurrió hace años con otro temporal y se ha repetido en enero con una borrasca cuyo nombre es un sarcasmo : miles de lubinas, doradas, corvinas, peces criados en granjas marinas, se han desparramado no sólo sobre la arena de algunas playas cerca de las explotaciones. Aunque para las industrias sea un desastre, no ha sido el peor de todos, pues los destrozos en el litoral han sido mucho más graves para las viviendas de quienes a menudo las heredaron de sus abuelos, quienes las construyeron en su mayoría en formato modesto cuando la orilla estaba lejos. Ahora las olas están comiendo sus cimientos.
Volvamos sin embargo a esos peces que se han fugado y que no saben alimentarse por sí mismos. En este caso, lo que ha perjudicado a las piscifactores ha entusiasmado a los pescadores, empecinados durante varias semanas en hacerles morder el anzuelo. En la playa de la Almadrava he sido testigo de este insólito frenesí.
Hay quien se ha pasado la noche entera tentando su suerte, como este solitario y empecinado pescador de hace tan solo dos días. Al amanecer seguía empeñado en ello, cuando me temo que ya no quedaba mucho tras casi un mes de entusiasmo de los amantes de la caña.

Hasta el amanecer. Foto R.Puig
Me dirán que es excesivo hablar de empecinado. Tómenlo como una analogía, porque ese adjetivo es un sinónimo de peguero, es decir, como enseña el diccionario : «hombre que por oficio saca o fabrica la pez».
Ya, ya, me dirán ustedes que esa pez es una una «sustancia resinosa, lustrosa, quebradiza y de color pardo amarillento, que se obtiene de la trementina y que, mezclada con estopa y otros materiales, sirve para calafatear embarcaciones de madera» (DRAE).
¡Cómo se me ocurre a mí amalgamarla con los peces!

Empecinados. Foto R.Puig
Sí, sí, pero no me dirán que no es una coincidencia semántica que muchos se hayan mostrado pertinaces y obstinados durante las veinticuatro horas del día y durante varias semanas, es decir empecinados, en llevarse a desorientadas y hambrientas doradas y lubinas a la cocina.

Pescando en familia al anochecer. Foto R.Puig
En definitiva, empecinados son tanto los que se untan de pez como los que se pasan muchas horas capturando errantes peces evadidos…

De pesca con papá. Foto R.Puig
por la mañana temprano tras una noche entera

Magro el resultado. Foto R.Puig
o cuando cae la tarde,

Pescar, pescar. Foto R.Puig
en nutrida compañía

Empecinados. Foto R.Puig
o en la soledad del corredor de fondo.

Frío amanecer bajo la bóveda del cielo. Foto R.Puig
…
Si algún piscifactor llega a leer esta crónica, quizás se consuele pensando no sólo en que -ojalá- el seguro le compense, sino en que de algún modo la borrasca le haya convertido en benefactor, haciendo felices a muchos pescadores, pues de ordinario en la playa de la Almadrava no suelo ver que nadie saque un pez del agua, pero durante estas semanas he visto a más de un niño atrapando doradas con papá.
¡Y picaban! ¡vaya si picaban!
La pesca es una de las cosas que nunca he ni siquiera intentado hacer.
Yo pesqué dos veces, una de chico, y saqué un pez pequeño como una sardina, y otra de grande, y pasé la noche sobre una roca aislada por la marea con dos expertos pescadores que me habían prestado una caña. Ellos no obtuvieron nada, pero en mi anzuelo picaron, una tras otra, tres enormes rayas, que el cocinero del hotel familiar, donde estábamos mis hijos y yo, cocinó para todos los comensales. Aquel episodio me ornó de una aureola triunfal ante la chiquillería. Es la fortuna efímera del neófito, como en el ajedrez. Fue en una playa del Cantábrico de altas mareas. de eso va a hacer treinta y cinco años y ya no volví a usar una caña de pescar.
Nuestro hijo tuvo su fugaz ilusión cuando estaba tal vez en 4to grado. Fuimos al club y pescó desde el muelle creo que un «borracho» o algo así, lo llevamos a la casa y lo freímos y comimos con un entusiasmo súper moderado, temeroso. No recuerdo si le compramos en Wong una caña. Creo que sí. Se lo preguntaré a él en nuestro almuerzo de los sàbados. Y no recuerdo si la cocinera fue Rosi o nuestra empleada.
La foto del niño en brazos de su padre dice mucho si uno recuerda que un día hizo cosas con su hijo. Con Rosi hemos estado en Pontevedra. Rosi se quedó fuertemente impresionada de cómo las mujeres pescaban o cogían ostras (?) con las manos inclinadas sobre la arena (o piedras).