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Fenomenología de las nubes según J.M.G.Le Clézio (I)

23 octubre, 2016
Nube. Foto R.Puig

Nubes, nubes suaves, tranquilas, extrañas… Foto R.Puig

En agosto pasado pensábamos la luz a partir de algunos textos de L’inconnu sur la terre. En estos días nubosos de otoño vuelvo a ese libro, para divagar con la ayuda de nuestras compañeras de viaje, las nubes, y de Jean-Marie Gustave Le Clézio que las observa y las piensa.

Casualmente leyendo su fenomenología de las nubes me permito rescatar unos apuntes de cuando ellas me ensoñaban durante mis paseos por el campo charro que el Tormes cruza en la provincia de Salamanca. De eso hace bastantes años. Cuatro años después  Le Clézio publicaba su libro. Al parecer, estábamos en las nubes por la misma época.

El tierras de Salamanca. Lápiz. Dibujo R.Puig 1974. Detalle

El tierras de Salamanca. Lápiz y pastel. Dibujo R.Puig 1974.

Nube. Salamanca 1974. Lápiz y pastel. Dibujo R. Puig

Nube. Salamanca 1974. Lápiz. Dibujo R. Puig

Pero, a lo que íbamos… cuarenta y dos años más tarde, aquí estoy traduciendo para mis lectores algunos de esos párrafos en los que la poesía es una forma de fenomenología, ¿o será al revés? ¿No es acaso la poesía la forma más cumplida de la fenomenología? ¿Acaso no fue la poesía la que dio a luz a la filosofía?

Nubes. Foto R.Puig

nubes grises, de formas dúctiles… Foto R.Puig

Nubes, nubes suaves, tranquilas, extrañas, nubes grises, de formas dúctiles, cuerpos de mujeres, rostros de niños, dragones, islas. Nubes, voy hacia vosotras, me mezclo con vosotras, y me voy, yo también, mudando sin cesar mi cuerpo y mi rostro. Nubes como los sueños, como las canciones, como los recuerdos. Atraviesan el espacio del cielo, y quienes viven enfebrecidos, abajo, quienes corren por las calles de la ciudad, quienes se empujan ante las puertas de las tiendas, los que se apresuran hacia los bancos, con una carpeta en la mano, para apilar un fardo de papeles sobre otro fardo de papeles, de una oficina acolchada y con aire acondicionado a otra oficina enmoquetada y climatizada, deberían detenerse y mirar un poco al aire. Deberían tumbarse de espaldas por el suelo, la cabeza apoyada sobre sus negros cartapacios y mirar, mirar a las nubes que pasan, las unreliable clouds.

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p.44

Nubes. Foto R.Puig

donde las nubes se metamorfosean... Foto R.Puig

Donde quiera que se vea el cielo, ahí está la libertad. El resto, los sentimientos, la desesperación, el miedo, no son lo importante. Basta con levantar la cabeza y mirar con ojos bien abiertos, como si se tratase del agua. Y se bebe  con las pupilas y la frescura entra dentro del cuerpo y lava, calma, colma, y la suavidad de la luz entra en el cuerpo y baña cada órgano, caldea, apacigua, y en el cielo puro donde las nubes se metamorfosean tranquilas, se puede ver, como en un espejo, nuestra propia mirada clara y pura, donde el sol alumbra, en cada pupila, una estrella que baila.

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pp. 44-45

hinchadas como velas... Foto R.Puig

hinchadas como velas… Foto R.Puig

En el cielo viven las nubes. Son numerosas, y ligeras, ligeras. Atraviesan el espacio, sin apresurarse, pasan lentamente por encima de la tierra, así no más, todas hinchadas como velas, o bien acostadas como jirones de ropa blanca. ¡Son hermosas! Yo quisiera pasarme los días mirándolas, acostado por el suelo, días, meses, puede que hasta años. Las nubes no son aburridas. No descubren nada, no quieren decir nada, no asustan, ni son tristes. Están vivas. No con la vida de los animales terrenos, ni tampoco la de los árboles, de las rocas, de las llamas del fuego o de las olas del mar.  Es una vida ligera, que atraviesa la luz del cielo, que se transforma, que se va. Es una vida singular que no respira, que no come, que no se aparea. Es la vida transitoria de las nubes.

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p.59

una tropa de niños escondidos bajo una gran sábana... Foto R.Puig

una tropa de niños escondidos bajo una gran sábana… Foto R.Puig

Ellas, lo único que saben hacer es pasearse. Vienen de un lado del horizonte, van hacia el otro lado. No tienen prisa. Avanzan majestuosas, aunque ligeras, ligeras, deslizándose por el cielo azul. Ruedan algo, se estiran, lanzan algunas volutas por delante, después el resto del cuerpo sigue reptando, y los penachos de atrás se repliegan. No tienen ni cabeza, ni piernas. Encierran cantidad de cuerpos en uno solo, que se mueve y se estremece, como si hubiera una tropa de niños escondidos bajo una gran sábana.

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p.59

van tan bajo que parece que van a chocar... Foto R.Puig

van tan bajo que parece que van a chocar… Foto R.Puig

Sí, se marchan, perezosas y bastante torpes, las unas tras las otras, suspendidas en el aire. Hay nubes gordas muy blancas, del color de la nieve, color de espuma de jabón, redondas y que ruedan sobre sí mismas, en lentas piruetas, arrastradas por las corrientes invisibles del cielo. Atraviesan el zénit mostrando sus extravagantes esferas, henchidas de luz, y su sombra pasa sobre la tierra, allá abajo, sobre los campos, sobre los valles, sobre los tejados de las casas. Algunas veces son pesadas, van tan bajo que parece que van a chocar con los grandes edificios o los postes de hierro.

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pp. 59-60

las buenas nubes que os dan seguridad... Foto R.Puig

las buenas nubes que os dan seguridad… Foto R.Puig

Yo las miro pasar sin más por el cielo, gruesas nubes blancas tranquilas, que seguramente el viento zarandea un poco allá arriba. Son esas las buenas nubes que os dan seguridad, los rebaños que marchan por los caminos vacíos del aire. Ah, no miran hacia abajo, no miran a nadie. Se alejan, tal cual, dulcemente, haciendo rodar sus gibas, contoneándose.

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p.60

como si toda la tierra fuese calurosa y suave...  Foto R.Puig

como si toda la tierra fuese calurosa y suave… Foto R.Puig

Las nubes no vuelan como los pájaros, como los aviones. No hacen muchos esfuerzos. Se mantienen en el aire a la manera de abultados globos de aire caliente, y les tengo cariño porque son lentas y no son serias. Yo las miro, y miro también el cielo azul, y experimento una extraña impresión de felicidad, como si toda la tierra fuese calurosa y suave, como si toda la tierra estuviese en trance de dormir y soñar, bien tranquila y ligera, enroscada en capas de plumas.

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p.60

en trance de dormir y soñar... Foto. R.Puig

en trance de dormir y soñar... Foto. R.Puig

continuará…

6 comentarios leave one →
  1. Bernardo Regal Alberti permalink
    24 octubre, 2016 04:19

    Te envidio. No sé francès suficiente como para gustar la prosa realmente poètica de LeClezio, y te agradezco que lo transcribas, lo traduzcas poéticamente y lo comentes con dibujos y exquisitas fotos. Si no fuera por tu blog LeClezio sería sólo una noticia cultural…
    Buenos los textos seleccionados…quièn no ha estado en el suelo de espaldas mirando esas nubes, mirando sus viajes, sus formas …

    • 24 octubre, 2016 09:22

      Tienes razón, Bernardo, seamos o no conscientes, las nubes están en la memoria de todos. Seguro que hay muchos seres humanos que ahora mismo han encontrado unos momentos para recostarse, verlas pasar y sentirse más ligeros. Para eso no hace falta saber leer ni tener tarjeta de crédito.

  2. 26 octubre, 2016 01:21

    Sé de Le Clézio y sé francés, así que, hasta me he dado el gustazo de leer casi todos los fragmentos en voz alta. Pero esta vez, como excepción, elijo las imágenes, Ramón. Ya sé, no hay que elegir, lo uno viene a ser lo otro, pero tus apuntes y esas increíbles fotos, muy en especial la de las nubes que metamorfosean y las suaves y cálidas coloreadas por el sol, mi Salamanca de después de mi Oviedo, qué quieres… Hasta los vencejos han vuelto a cruzar veloces y nítidos la Plaza Mayor por delante de mi nariz, mientras nosotros, la muchachada, arreglábamos el mundo. Veintiún años, una licenciatura en el bolsillo, dos de regalo en aquella ciudad… y la vida por delante, esa eternidad 🙂

    • 26 octubre, 2016 18:43

      Yo viví dos años junto a la plaza mayor de Salamanca, en la calle del Dr.Piñuela. Atravesé innumerables veces su Plaza Mayor, que estaba a dos pasos, llevando a mi hija de la mano para ir por la calle de San Pablo hacia un parque que tenía toboganes y columpios, cerca del Tormes.

      Es una ciudad viva y juvenil, y los pueblos, campos y sierras de su provincia me los recorrí en mis misiones de lo que se llamaba el Servicio de Recuperación y Rehabilitación de Minusválidos. También a mí me sobraba la energía.

  3. 27 octubre, 2016 02:32

    Acabo de recordar que yo vivía en una residencia de monjas en la calle Jesús, un calle estrechita, al lado de todo cuanto adoraba y muy cerca del Instituto donde daba clase… de cuyo nombre, en cambio, no hay manera de acordarse, Ramón. El cátedro, a cuyo amparo debía formarme, un anciano, se metió en la cama en cuanto llegamos las dos becarias, y ya no se levantó hasta casi final de curso. ¡PREU! ¡Hube de lidiar con un PREU como primera experiencia! Me puse tacones, gafas… y una mirada fría y distante de profe (en ciernes).

    Hoy, gracias a que los medios de comunicación echaban humo de ese que me daña los pulmones, el hígado y hasta el estómago, he tenido tiempo para descubrir a un pintor del que no tenía la menor referencia, Nicolaas van der Waay, ya te contaré. Hasta el próximo domingo, juglar sabio y trotamundos.

  4. 27 octubre, 2016 21:46

    Mi primera experiencia docente fue con alumnos de último año de Secundaria a los que yo, joven bisoño, les sacaba solo seis o máximo siete años, en un colegio de Arequipa y bien sabes, pues lidiaste con algo parecido, que en una clase basta que haya un par de guasones aguafiestas (y en eso son maestros los cholos de la Ciudad Blanca) para que el hablar de literatura o ciencias sociales se convierta en una labor complicada. Lo que pasa es que yo tenía gafas, sí, pero no me podía poner tacones 😦

    En cuanto a la mirada, soy un poco estrábico del ojo izquierdo, lo que también tiene su miga, pues no se atrevían a copiar, al no estar seguros de por cual lado les estaba vigilando. Me pusieron un apodo: «mira con truco» 😉

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