Pilane 2016 (I): Anna en su nirvana

Anna por Jaume Plensa. Pilane 2016. Foto R.Puig
Como todos los años, he vuelto a la exposición de escultura al aire libre en el entorno de Pilane, en la isla de Tjörn, en la región del Bohuslän Sur, en la Costa Oeste de Suecia. Vine por primera vez en 2011 y, desde entonces, no me he querido perder ni una sola edición (todas mis visitas han sido reseñadas en este blog). La actual es la décima edición de esta exhibición de escultura internacional junto al mar y en unos espacios que conservan menhires funerarios de hace 10.000 años.
En este Pilane Heritage Museum el medio natural, labrado por los glaciares y rodeado de un mar surcado por fiordos, es el lugar ideal donde artistas de diversos países escogen el emplazamiento temporal de sus esculturas bajo la guía de Peter Lennby, creador y alma de esta iniciativa. Este año, la cumbre de honor la ha ocupado una conocida figura de Jaume Plensa que merece que le consagre la primera crónica de las dos que voy a dedicar a mi placentero paseo, divertido y energético, que duró casi tres horas.

Anna por Jaume Plensa. Pilane 2016. Foto R.Puig
Por los senderos de Pilane (mejorados con nuevas pasarelas y escalas de madera) disfruto del sol, el viento, el paisaje y las sorpresas de las nuevas aportaciones escultóricas, tanto de los artistas que exponen por vez primera como de los habituales.
En diferentes tamaños, en galerías y espacios públicos, Plensa ha seguido repitiendo, con ligeras variantes, la fisonomía de este rostro de adolescente enfrascada en sus sueños, a la que ha bautizado como Ana, Anna dreams o, en este caso, como Anna. Unas veces le moldea rasgos orientales y otras parece inspirarse en perfiles leonardescos.

Anna por Jaume Plensa. Pilane 2016. Foto R.Puig
El material de la obra instalada en Pilane es la fibra de vidrio con polvo de mármol. Su blancura es inmaculada, de tal modo que, cuando se yergue sobre un fondo de celajes, casi se confunde con el cielo.

Anna por Jaume Plensa. Pilane 2016. Foto R.Puig
Desde la distancia alumbra como una llama de fuego blanco.
En Pilane los vientos son suaves en esta época del año y las obras permanecen instaladas sólo desde fines de mayo a fines de agosto. Este es un parque de instalaciones escultóricas, a diferencia de la Escultura ambiental, de la que hay numerosos ejemplos en Italia con obras que se integran de modo permanente en el medio natural, que envejecen bajo la acción de los elementos y con el paso de las estaciones.
De algún modo, la forma oblonga, el suave perfil braquicéfalo de Anna y de algunas otras de sus heterónimas, además de buscar un efecto espiritualista y teniendo en cuenta sus dimensiones (alrededor de veinte metros), parece cumplir una función aerodinámica. Aunque no es posible saber como reaccionaría la estructura si siguiese sobre esa altura cuando hubiese de afrontar las tormentas y vientos invernales en la isla de Tjörn.

Anna aerodinámica. Jaume Plensa. Pilane 2016. Foto R.Puig
Si llegase la nieve y los intersticios entre sus bloques comenzasen a vibrar ¿abriría Anna sus ojos o seguiría impasible como los menhires de los círculos funerarios de Pilane?
A medida que nos acercamos, la bella lejana pierde su alada ligereza y su estructura de bloques se va asemejando a una construcción de hielo, a un gran igloo cerrado a cal y canto, al mausoleo de una joven sin cuerpo que cerró sus párpados hace miles de años para no abrirlos más.

Primer plano de Anna. Jaume Plensa. Pilane 2016. Foto R.Puig
Desde lejos, Anna parece que invita al vuelo de los sueños, a la elegía y a la vía de la meditación y el yoga, de la pacificación de las pasiones o, como el artista ha declarado en ocasiones, este rostro sea el símbolo de una especie de epifanía hacia dentro, de la belleza interior.
No obstante, de cerca, esta Anna es inhumana, como otras creaciones de ese Ars ex machina que desde hace algunas décadas domina la escena. No creo que Walter Benjamin imaginase hasta que punto serían acertadas sus anticipaciones sobre la industria de las obras de arte en la época de su reproductibilidad técnica.

Anna hermética. Pilane 2016. Foto R.Puig
Esta escultura, que, enhiesta sobre rocas graníticas, sorprende al visitante nada más llegar a Pilane, es un hermoso muro, un ánfora sin cuerpo, una rostro sin mirada, el ocaso de toda sensualidad. No posee la serena fluctuación de los matices del mármol, sino la pasiva inmovilidad de su polvo calizo, no el abierto reflejo del vidrio sino el ensimismamiento de su fibra industrial. Es una bella durmiente que ningún aliento, ningún beso, lograría animar. Y está triste, muy triste.

Anna está triste. Pilane 2016. Foto R.Puig
Casi al final del paseo ascendí al punto más alto para recorrer con la mirada, en un giro de 360º y en toda su amplitud, estos parajes de la isla de Tjörn, comenzando y acabando por la cabeza de Anna, que en la lejanía pareciera un resto olvidado de aquellos glaciares que pulieron estos roquedales, un témpano remanente que aún resiste al sol.

Anna por Jaume Plensa. Pilane 2016. Foto R.Puig
Allá arriba, sólo el sonido del viento y el horizonte de rocas y de mar: una invitación al Nirvana.

Un paraje de roca y fiordos. Pilane 2016. Foto R.Puig