Fisionomías (V). En el Museo de Bellas Artes de Valencia (I): miradas al cielo
El Museo de Bellas Artes de Valencia está emplazado en un antiguo seminario diocesano, fundado en el siglo XVII por un arzobispo e inquisidor general dominico. Por ello pienso que lo mejor es comenzar la serie de Fisionomías que le voy a dedicar por aquellos rostros de la pinacoteca que están mirando al cielo.
Como ya hemos explicado en mi brevería erasmiana del 9 de enero de este año, dice Quintiliano que el levantar los ojos a lo alto es un defecto de oratoria y puede ser signo de nerviosismo ante el público.
Por desgracia, en estos últimos tiempos ciertos dirigentes políticos miran al techo o para otro lado para no dar las explicaciones que exige la ciudadanía A ésta, sobre todo a los seis millones de parados, si es que todavía creen en Dios, no le van dejando otro recurso que dirigir su vista al cielo.
Vueltos hacia lo alto
Cuando visité hace unos días el Museo de Bellas Artes de Valencia, encontré algunas fisionomías en esta actitud. Es una pose ambigua, en ocasiones se mira a lo que escapa y en otras a lo que se espera.
Una manita por favor

Escenas de la vida de Jesús. Francisco de Osona, ss.XV y XVI. Museo Bellas Artes Valencia. Detalle. Foto R.Puig
Heroicos
He seleccionado dos miradas de héroes: la de un San Francisco Javier pintado por Sorolla en 1891, una de las raras obras de temática religiosa del pintor valenciano. Probablemente tuvieron algo que ver con este cuadro la presencia en el Instituto que hoy lleva el nombre de Luis Vives, y que fue el antiguo Colegio San Pablo de los jesuitas, de una escultura de San Francisco Javier en el retablo del altar de la capilla y de un óleo con el mismo personaje en el despacho del director. Sorolla pintó «El patio del Instituto», dos años antes del cuadro que nos ocupa.
Pero la fisionomía del famoso navarro presenta un paralelismo sorprendente con el San Lorenzo de Urbano Fos (1615-1658), pintor «ribaltesco» nacido en la provincia de Tarragona y muerto en Valencia, una obra que encontramos no lejos de las salas de Sorolla y que procede de una coleccion particular.
Aunque haya unas constantes iconográficas, digamos un manierismo de escuela, en la forma de pintar santos en trance de sufrir (en este caso un misionero perdido en Asia y un oscense condenado a la parrilla) las especulaciones os las dejo a vosotros.
Traspuestos
Si hay un acontecimiento legendario en el que un grupo numeroso queda traspuesto por un fenómeno paranormal venido del cielo, este es el de Pentecostés. Un colectivo entero no sólo recibe una inyección de adrenalina sobrenatural, sino que, además, el Espíritu Santo les injerta a todos un chip políglota en el cerebro.
Un cuadro soberbio de Nicolás Borrás (1530-1610) ilustra ese momento. El pintor retrató, con miradas turulatas, a todos los protagonistas de ese episodio neotestamentario.
Presento, de corrido y sin más comentarios, una selección de estos rostros. Cuando este pintor renacentista, discípulo de Juan de Juanes. ejecutó ese gran cuadro era monje en el Monasterio de San Jerónimo de Cotalba de Gandía.
Doloridos
No lejos del grupo de los iluminados por las llamas de Dios, están los martirizados por el dolor de un dios que muere o por el propio dolor que les lleva a la muerte.

Martirio de San Marcelo. Jeronimo Jacinto de Espinoza. Museo Bellas Artes Valencia. Detalle. Foto R.Puig
Extasiados
Sin sufrimiento ni llamas o truenos, con suavidad y placer, hay otras miradas hacia el cielo, las miradas del éxtasis, entre las que destaca sin duda Santa Teresa de Jesús, que en este cuadro de Ribera (realismo obliga) parece sin embargo tener bien controlado su éxtasis, con los pies en la tierra y un conatode sonrisa de connivencia con Dios.
No en vano, en este cuadro, la reformadora aparece en el trance de escribir sus normas bajo la inspiración del Espíritu Santo.
…
Camino del cielo
¿Y y que ocurre cuándo ya no se mira al cielo? ¿Cuándo ya estamos en el cielo, cómo se mira?
Pues bien, ya no hacer falta mirar, se cierran los ojos y basta. El fraile trinitario Simón de Rojas alcanza la paz en 1624, después de una vida ajetreada, redimiendo cautivos en el norte de África, distribuyendo rosarios por Madrid, ejerciendo de confesor de la reina, polemizando con los conversos que habitaban los barrios pobres de la ciudad y ayudando a las víctimas de las epidemias, desde una perspectiva moral extremadamente severa ante los vicios de la chusma y los castigos divinos.
http://www.oraciondelhuerto.es/simon_rojas.htm
El homenaje que le rinde Velázquez es una obra maestra de pintura funeraria, en la que el joven pintor no omite un detalle realista: un hematoma sobre el parietal derecho del difunto. ¿Fruto de una caída causada por el probable ictus que le causa la muerte? El fraile apareció muerto sobre el suelo de su celda…

Velázquez. El fraile trinitario Simón de Rojas difunto. Detalle. Museo Bellas Artes. Valencia. Foto R.Puig
Otro rincón de calma
Aunque no es el cielo, tiene algo de rincón de paz. Es el claustro renacentista del antiguo seminario y hoy museo. Con esta foto cerramos por hoy.
Trackbacks