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Nuevos relatos áureos: la otra historia de San Valentín

14 febrero, 2016
La suplica de San Valentin. David Teniers iii.

La suplica de San Valentin. David Teniers iii.

La Leyenda Áurea de Jacobo de Vorágine, de la que ya hemos hablado aquí, cuenta que, como tantos aspirantes al martirio, billete directo al paraíso, a Valentín, sacerdote cristiano se le ocurrió espetarle al emperador Claudio II (214-270): Tus dioses no son sino miserables criaturas humanas, repletos de impureza. Pero, otras versiones confirmarían que además de patrón de los enamorados, San Valentín debería ser patrón de los objetores de conciencia. Si nos atenemos a esa otra leyenda, casando a jóvenes en edad del servicio militar es como se ganó la iras del emperador romano, que vio como le despoblaba de candidatos las oficinas de reclutamiento.

Claudio II. Museo de Santa Giulia. Brescia. Foto Giovanni Dal’Orto

Claudio II. Museo de Santa Giulia. Brescia. Foto Giovanni Dal’Orto

Claudio había prohibido el matrimonio de los jóvenes varones, a quienes exigía pasar por la conscripción obligatoria antes de pensar en amar y procrear.

Me lo confirmó algo que a continuación les cuento…

En el Instituto Cervantes de Bruselas, con ocasión de uno de los coloquios históricos y literarios en que participé durante mis años en Bélgica, trabé amistad con un viejito afable, que rondaba ya los noventa años y que resultó ser un jesuita jubilado que había trabajado para las ediciones de las Analecta Bollandiana en la Sociedad de los Bolandistas en los lejanos años 60 del siglo XX.

Me explicaba con gran amenidad los estudios que habían conducido a la retirada del Santoral de personajes de leyenda, como San Cristóbal y San Jorge, pues ni existieron ni nadie los canonizó realmente. De vez en cuando nos veíamos y bebíamos una que otra cerveza trapista, acompañada de un buen queso monacal. Casualmente, un 14 de febrero, le pedí que me contase la verdadera historia del santo patrón de los enamorados. Tras un momento de silencio me confesó que por culpa de San Valentín se había terminado su carrera de investigador hagiógrafo.

Había trabajado durante mucho tiempo con vetustos santorales y manuscritos, a través de los cuales había logrado, de forma crítica y minuciosa reconstruir la verdadera historia del santo, remontándose en el tiempo, mucho antes de que poeta Geoffrey Chaucer (1343-1400) mencionase el Día de San Valentín en que todas las aves buscan su pareja. 

Feliz por sus hallazgos, tras pasar las peer review de rigor entregó el texto para su publicación en los Analecta Bollandiana. Pero, los resultados de su investigación no vieron nunca la luz. Las razones que se le dieron no fueron muy claras, aunque él piensa que algo tuvo que ver en ello la censura vaticana, pues el borrador lo había enviado a un archivero de la Santa Sede para conocer su opinión, ya que alguno de los legajos consultados se custodiaba allí.

Él pensaba que el perfil biográfico de San Valentín, que ya la Leyenda Áurea de Jacobo de Vorágine había acicalado en el siglo XIII, privándole de su pasado de combatiente legionario, de su posterior oposición al servicio militar y de sacerdote casado, no estaba nada claro para las autoridades canónicas y, para colmo, más de una docena de templos católicos aseguran custodiar sus reliquias.

 

San Valentin. White Friar Church Dublin. Irish Central

San Valentin y sus restos. White Friar Church Dublin. Fuente: Irish Central

Sólo por mencionar algunos relicarios, en Dublín está el esqueleto, en Roma el cráneo

Calavera de San Valentin. Santa Maria in Cosmedin. Roma

Calavera de San Valentin. Santa Maria in Cosmedin. Roma

y en Madrid, no sólo la calavera, sino también una buena parte de sus huesos, aunque en lamentable desorden,

Reliquias de San Valentin en la iglesia de San Anton en Madrid.

Reliquias de San Valentin en la iglesia de San Anton en Madrid.

en Francia los restos se reivindican en al menos tres lugares

Reliquias de San Valentin en procesión en Roquemaure. Francia

Reliquias de San Valentin en procesión en Roquemaure. Francia

y en Atenas lo conservan íntegro en en la Iglesia de los Capuchinos.

En definitiva que no sólo no se publicó su artículo, sino que en 1969, a San Valentín lo sacaron del Santoral Romano, y mi confidente se quedó compuesto y sin santo. Pero me dejó una fotocopia de su extenso y documentado estudio, biográfico y crítico, que había quedado inédito con el título Des récentes découvertes sur la vie de Saint Valentin.

Aquellos folios se han perdido en alguna de mis mudanzas, pero guardé el resumen. Así que, aunque hayan pasado más de quince años de esto, pienso que hago honor a la memoria de mi amigo sintetizando aquí lo que para él era la rigurosa y verdadera historia de San Valentín, patrón de los enamorados. Oficialmente no tiene día en el santoral, aunque eso a nadie le importe, pues los fieles siguen festejándolo mal que les pese a los Analecta Bollandiana y a la Santa Sede.

Las cosas habrán sucedido más o menos así:

Los legionarios romanos tenían que estar dispuestos a todo según las estrictas reglas del emperador Claudio II en el siglo III de nuestra era. Durante su mandato, las guerras para mantener a los germanos, alanos y vándalos a raya, así como para recuperar los territorios secesionistas en la Galia o en Oriente fueron continuas. El servicio en las legiones era obligatorio para todos los jóvenes romanos, a los que el emperador había prohibido casarse antes de pasar unos años en la milicia. De esa dura etapa tenía experiencia Valentín, quien había pasado diez azarosos años combatiendo en la Galia, en los Balcanes, en las fronteras con los germanos o en las decisivas batallas para expulsar a los godos fuera del Imperio.

Le ocurrió de todo, desde el acoso de sus conmilitones cuando era aún un novato hasta heridas graves en repetidas ocasiones Cuando retornó a Roma como un heroico veterano, estaba sumido en un síndrome postraumático y era incapaz de conciliar el sueño en sus noches de pesadilla. Había vivido la crueldad de la guerra, las matanzas cuerpo a cuerpo, las crucifixiones de enemigos y la muerte de numerosos compañeros.

Los cristianos captaban a muchos legionarios retirados, deseosos de olvidar. Y así fue como Valentín se convirtió y fue bautizado y pudo reconciliarse con su pasado. En los ágapes de las catacumbas, los veteranos se vaciaban de sus recuerdos traumáticos y encontraban en ello un lenitivo, recuperando poco a poco el gusto de vivir.

No obstante, Valentín pensaba que consolarse no era suficiente y había decidido enfrentarse a la locura de las continuas guerras, que arruinaban a lo mejor de la juventud romana. Los legionarios, cuando, retornados de las batallas, fundaban una familia no conseguían encarrilar sus vidas y, a menudo, hacían desgraciados a esposas e hijos, si es que no terminaban suicidándose.

Tras diez años de campañas, Valentín detestaba la guerra y decidió presentar su candidatura al sacerdocio. Su espíritu de iluminado y su elocuencia le facilitaron el acceso a las órdenes sagradas. Esa era la primera parte de su plan para combatir la irrefrenable belicosidad del emperador Claudio II. Llegó a ser el presbítero más popular de Roma. Todos los jóvenes enamorados acudían en masa a que les casara.

Durante un tiempo los efectos de todos estos casorios no se notaron, pero, poco a poco, los legionarios casados secretamente por Valentín, contraviniendo los decretos del Imperio en esta materia, fueron dando muestras de flojera en el combate, incluso desertaban para volver al lecho conyugal, se negaban a torturar y crucificar a los prisioneros, o comidos por la melancolía se descuidaban y se hacían matar por los bárbaros, cuyos ejércitos avanzaban con mujeres y prole en retaguardia, por lo que se batían como cualquier fiera que defiende a su hembra y a sus cachorros.

Al final, Valentín fue capturado y es entonces cuando, no contento con proclamar sus objeciones contra la guerra y declarar que no se arrepentía de nada, le espetó a Claudio que sus dioses eran basura.

El resto es conocido, salvo un detalle, el de que Valentín no era célibe, era un cura casado que predicaba con el ejemplo. Julia, su esposa, era hija de un cónsul, que se convirtió con toda su familia cuando Valentín logró con sus plegarias que Julia, que era ciega de nacimiento comenzase a ver. Como el presbítero era buen mozo y fue el primero a quien vio la ciega, el flechazo fue inmediato. Los había casado el obispo, pensando ¡ay! que para siempre serían felices. No contaban con que la ira del emperador no la aplacarían ni siquiera los ruegos del cónsul, ni de la madre de Julia, de ascendencia patricia y emparentada con el emperador. A Valentín lo decapitaron. Su viuda vivió muchos años más dedicada a mantener la historia del mártir, que poco a poco se fue convirtiendo en el patrón de los enamorados. 

En resumen, si atendemos a lo que descubrió el viejo bolandista, no sólo no deberían haberlo sacado del Santoral Romano sino que tendría que ser también el patrón de los objetores de conciencia y de los curas casados.

Valentín se adelantó en dos mil años a la generación del flower power, pues en sus actos proclamó con rebeldía aquello de haz el amor y no la guerra.

San Valentin redivivo. Fuente-Taringa.net

San Valentin redivivo. Fuente:Taringa.net

Yo animaría a que, según el espíritu de la Teología de la Liberación, el Sínodo de los Obispos elabore una ponencia al respecto.

9 comentarios leave one →
  1. Bernardo Regal Alberti permalink
    14 febrero, 2016 18:38

    Gran desayuno, jamón, huevo frito, jugo de melón, todo hecho por Rosi y pan fresco que traje yo. Con implacable vista a las flores de Rosi…un sol digno de los piratas del Caribe..mientras le leo a Rosi tu texto completo de San Valentín. (El mièrcoles 17 cumplimos 46 años del primer beso.)

    • 14 febrero, 2016 21:24

      Bernardo ¡me estás hablando del año 70! Casi medio siglo, cuando yo, voluntarioso, estaba preparándome a mis inminentes labores docentes a los pies del Misti. ¡Felicitaciones a los dos!

      Nosotros lo hemos celebrado, probablemente al mismo tiempo, pero no con un desayuno sino con una excitante comida india en Leicester, con nietos, hija y yerno, en un restaurante lleno de globos y corazones rosas, con pantallas de plasma proyectando videos románticos «made in Boolywood».

  2. Javier permalink
    14 febrero, 2016 20:17

    Qué filón de historias divertidas y sorprendentes es el santoral y la vida de los santos. Divertida la historia de San Valentín que sería perniciosa para los intereses comerciales de medio mundo.

    • 14 febrero, 2016 21:30

      Es cierto, ĺa venta de armas automáticas bajaría, aunque la de cruceros románticos se beneficiaría.

  3. Bernardo Regal Alberti permalink
    15 febrero, 2016 13:03

    Fuera de bromas también podría ser patrono de la Guardia Suiza. Justo estoy leyendo una novela ligerita en la que el jefe de la Guardia Suiza pertenece a una hermandad clandestina que proviene de los primeros siglos o de las cruzadas. Creo que la autora es una valenciana…o algo así. He empezado también la de Cortadellas.

  4. 17 febrero, 2016 21:49

    ¿Por dónde andarían los primitivos suizos en aquellas épocas?

  5. ALVARO OROZCO permalink
    14 febrero, 2021 22:41

    No es cierto que se haya declarado su inexistencia, la reforma litúrgica lo sustituyó por Santos con datos más confirmados con pruebas históricas y mayor impacto edificativo

    • 15 febrero, 2021 10:00

      Creo, amigo, que no ha leído bien mi texto. Que se retire un santo del santoral no significa que no haya existido, sino que no hay material santificante debidamente verificado (i.e.: milagros). Precisamente, lo que he hecho yo es confirmar que su trayectoria vital es más rica de lo que la gente cree.
      Como he propuesto, tenga o no tenga corona santa, me parece un buen símbolo de la objeción de conciencia en el Imperio Romano. ¡Qué mayor impacto «edificativo» para que los jóvenes se aparten de la violencia! Así que ¡de inexistente nada!
      En todo caso gracias por leerme, pero hágalo más despacio…
      Y ya que vamos de lecturas, la «Leyenda Aurea» de Jacobo de Vorágine es un libro entretenido y edificante:

      Microrrelatos áureos (I)


      Saludos cordiales.

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