Microrrelatos áureos (I)
Un escritor del siglo XIII
Este obispo, Jacopo da Varagine (conocido como Jacobo de Vorágine), que aquí aparece reconciliando a güelfos y gibelinos, escribió el mayor bestseller de la Edad Media, en el que se incluyen numerosos microrrelatos, esa forma de escribir que hoy está en boga.
El pueblo de Varazze, donde nació nuestro autor, ofrece hoy este panorama. No creo que los bañistas de sus playas hayan leído su obra, pero si algún día llego a sentarme en alguna de sus hamacas frente al mar lígure creo que echaré mano de este libro
Estamos hablando, como ya habéis adivinado de la Leyenda Áurea o en su acepción original «Legenda», es decir «lo que hay que leer» para conocer las vidas ejemplares de los santos del cristianismo.
Para redactar su obra compiló y revisó numerosa fuentes antiguas. Luego se le echaron encima los filólogos renacentistas y los ilustrados de la Luces y el libro perdió popularidad, aunque no entre los pintores, que tras los pasos de los artistas medievales siguieron utilizándolo como fuente de inspiración para sus creaciones. La verdad es que el libro es muy entretenido.
Tuvo numerosas ediciones, con miniaturas en innumerables manuscritos antes de la imprenta y muchas más ediciones a partir de su invención.
La imagen de arriba es del siglo XIV y la página de abajo corresponde al comienzo de una edición de la misma época que se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia
Pero vayamos al porqué de dar cuenta de todo esto precisamente hoy. La razón es que las narraciones de la Leyenda Áurea comienzan con la fiesta de San Andrés Apóstol, o sea ayer 30 de noviembre, y que abriendo su leyenda he encontrado un «microrrelato» que es una auténtica síntesis de muchas cosas:
– sale la diosa Diana que, además de ser el punto de partida, junto con Ísis, para el mito reciclado de la Virgen María, tenía en su asistente la ninfa Egeria a la patrona pagana de las comadronas y de los buenos partos;
– incluye la mala costumbre de cebarse, pase lo que pase, con la culpabilidad de las mujeres;
– se apropia como milagro del resultado del proceso natural de un parto fallido;
– refleja la lucha tenaz, más tarde despiadada, del primer proselitismo cristiano por eliminar las creencias del mundo pagano y sustituirlas por los nuevos mitos, bien representada en la gran masa de fuentes apócrifas o de los primeros «santos padres» que Jacobo de Vorágine manejó
Como se puede apreciar, el texto latino es mucho más conciso, más «micro» (82 palabras) que su versión castellana (143). Así que animo a los escritores de microrrelatos (sobre todo a aquellos que dominan la lengua de Cicerón) a redactarlos en latín. Ofrezco las dos versiones en honor a mis amigos filólogos latinos:
Quaedam mulier, cuidam homicidae coniuncta, cum parere non posset, sorori suae dixit: “vade et pro me Dianam dominam invoca.” cui invocanti ait diabolus: “cur me invocas, cum tibi prodesse non possim! sed vade ad Andream apostolum, qui sororem tuam poteri adiuvare.” ad quem cum ivisset et apostolum ad sororem periclitatem duxisset, dicit et apostolus: “recte hoc pateris, quia male duxisti, male concepisti et daemones consuluisti. sed tamen poenitere et in Christum crede et puerum proice.” qua credente abortivum protulit et dolor cessavit.
es decir:
La mujer de un asesino estaba en los dolores del parto sin conseguir dar a luz. Así que le suplicó a su hermana: “Por favor vete a rogar por mí a Diana nuestra señora”. Sin embargo no fue Diana sino el mismo diablo quien respondió a la hermana: “Es inútil que me invoquéis pues yo no puedo hacer nada por ella. Dirígete mejor al apóstol Andrés, él sí que puede socorrerla”. De modo que se fue a traer a San Andrés junto al lecho de su hermana. Y el apóstol dice a la parturienta: “Te mereces tus sufrimientos. Pues te casaste mal, has concebido mal y has invocado la ayuda de los malos espíritus. Pero ¡arrepiéntete, cree en Cristo, y darás a luz!”. Y, en efecto, tan pronto como creyó, la mujer trajo al mundo un niño muerto y sus dolores se terminaron.
Jacobo de Varagine (o Vorágine), La leyenda dorada, capítulo II (30 de noviembre, San Andrés Apóstol) episodio III
Y ya que hemos hablado de San Andrés animo a los que puedan a acercarse a la iglesia de San Andrés de los Flamencos en Madrid (donde hay por cierto en marcha una exposición de obras de primera clase sobre el tema de la orden del Toisón de Oro) a contemplar la obra de Rubens con el apóstol en su famosa cruz en aspa, y, para los que estén en Lima, será más fácil ir a ver a un San Andrés, agobiado y petrificado, en la fachada de la catedral
Me temo que ese texto nada tiene que ver con los microrrelatos. Saludos.
Fernando,
gracias por esta observación, sobre todo viniendo de alguien mucho más cualificado que yo en el terreno de la literatura contemporánea, y cuyo blog admiro.
Tras la cual me pongo modestamente a disposición de los expertos del microrrelato, pues es posible que tampoco los cuentos del Conde Lucanor, ni las Fábulas de Esopo o de La Fontaine, ni las parábolas de Evangelio, ni los Bestiarios de la Edad Media, ni las narraciones breves de Gómez de la Serna, etcétera, sean considerados hoy microrrelatos por la Internacional del Microrrelato, si algo así, que lo ignoro, existe.
Confieso que soy un poco laxo en estas cosas. ¿Me equivoco al pensar que una relato conciso y breve (sin reducirse a la brevedad del refrán o del proverbio) es un microrrelato?
Es posible que sus normas estén ya bien acotadas, como -pongo por caso- para el soneto, y durante siglos se hayan infringido impunemente… Por ello agradecería, estimado Fernando, que algún experto reconocido y ortodoxo del microrrelato, me lo defina.
De este modo, si compruebo que Jacobo de Vorágine era un microrrelatista espurio, pondré entré comillas el encabezamiento de esta entrada del blog.
Amistosos saludos
Ramón