Niebla

Centinela. Foto R.Puig
La niebla es un tamiz que filtra los sonidos, los acerca o los aleja, nos engaña o nos envuelve en reminiscencias y sueños.

En el muelle. Foto R.Puig
Arrastrados por el rumor de una sirena, ese velo de aguaire es capaz de separarnos del momento en que vivimos, para transportarnos a aquellos mundos imaginarios de las leyendas que nos extasiaron, cuando apenas estábamos saliendo de la infancia.
Como la del blasfemo capitán van der Decken, el holandés errante, condenado a vagar eternamente por los mares, que dio materia a Richard Wagner para El buque fantasma

El buque fantasma. Foto R.Puig.
También García Márquez retomó la fábula, esta vez a partir de las consejas de los pueblos marineros de Colombia:
…el trasatlántico inmenso, sin luces y sin ruidos, que una noche pasó frente al pueblo como un gran palacio deshabitado, más largo que todo el pueblo y mucho más alto que la torre de su iglesia, y siguió navegando en tinieblas hacia la ciudad colonial fortificada contra los bucaneros al otro lado de la bahía, con su antiguo puerto negrero y el faro giratorio cuyas lúgubres aspas de luz, cada quince segundos, transfiguraban el pueblo en un campamento lunar de casas fosforescentes y calles de desiertos volcánicos, y aunque él era entonces un niño sin vozarrón de hombre pero con permiso de su madre para escuchar hasta muy tarde en la playa las arpas nocturnas del viento, aún podía recordar como si lo estuviera viendo que el transatlántico desaparecía cuando la luz del faro le daba en el flanco y volvía a aparecer cuando la luz acababa de pasar, de modo que era un buque intermitente que iba apareciendo y desapareciendo hacia la entrada de la bahía…
El ultimo viaje del buque fantasma
Hay otros buques que aún no son fantasmas, pero quién sabe, quién sabe…

Más tarde. Foto R.Puig
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Velo
Si la nieve, decíamos la semana pasada, es un manto de silencio, la niebla es la capa de los rumores y el velo del presentimiento

Ausencias. Foto R.Puig.
Cuando el deshielo comenzó a disolver la nieve, paseaba yo por los muelles, casi solo, con una sensación de irrealidad feliz

Los pecios del frio. Foto R.Puig
Puede que la niebla entristezca, sobre todo si se mira desde la ventana, pero si se acepta, si nos adentramos en sus pliegues como en un útero sin límites, si probamos a evaporarnos a rostro descubierto, hay algo de lenitivo en ella

Cuando la niebla despliega su velo. Foto R.Puig.
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Escisión
Abandonarse a la niebla, aceptar las normas que presiden sus parajes es como una cesura, una escisión que sentimos pero que no gobernamos, una metáfora de la vida y sus tanteos
Luis Cernuda (1902-1963) supo mucho de nieblas durante su exilio en Inglaterra
Tarde oscura
Lo mismo que un sueño
Al cuerpo separa
Del alma, esta niebla
Tierra y luz aparta.Todo es raro y vago:
Ni son en el viento,
Latido en el agua,
Color en el suelo.De sí mismo extraño,
¿Sabes lo que espera
El pájaro quieto
Por la rama seca?Lejos, tras un vidrio,
Una luz ya arde,
Poniendo la hora
Más incierta. YaceLa vida, y tú solo,
No muerto, no vivo,
En el pecho sientes
Débil su latido.Por estos suburbios
Sórdidos, sin norte
Vas, como el destino
Inútil del hombre.Y en el pensamiento
Luz o fe ahora
Buscas, mientras vence
Afuera la sombra.De Como quien espera el alba (1941-1944)
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Luis Cernuda Antología Poética, pp.210-211, ed. Ángel Rupérez, Madrid, Austral, 2007

Apenas. Foto R.Puig
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Pero, por si acaso, y porque no quiero que nadie se ponga triste, mirad como, incluso en estos días de niebla, el pesquero del chiringuito del pescado, siempre anclado en los muelles de Eriksberg, luce su guirnalda de verbena, a modo de conjuro contra buques fantasmas

Un pesquero festero. Foto R.Puig
Para niebla: estas «terras galegas» llenas de meigas, de la santa compaña. Carballos y castaños centenarios desbujados por las»neboas» que surcan los valles serpenteando por bosques, prados, aldeas..»Todo es raro y vago…»
Ciertamente, y para los que sóis bosquimanos en Galicia supongo que la niebla es como una parte de la familia. Yo la recuerdo, más que por los valles gallegos, que no he tenido la ventura de recorrer, por las calles de Santiago de Compostela o los muelles de La Coruña… ¡Que paséis un buen domingo, compañero!
¡Non hai galegos neste mundo, bon Deus…! Iste é o derreiro youtube que deixo no teu blog, Ramón, xuróo, pero nomeaste Compostela o todos os meus devanceiros empuxáronme a facelo, xa me perdoas. As néboas o brétemas da nosa terra pouco teñen que ver con outras, ¡son xusto as nosas!, e cando, indo por entre os carvallos e castiñeiros das fragas, ou inda polos doces eidos e cortiñas, atópaste con elas, sabes que anda moi preta a Santa Compaña pra levarte alí, de onde ninguén trouxo novas xamáis. ¡É pra morrer de medo, miña nai! 🙂
Este es uno de los «Seis poemas galegos», de Lorca, versionado por Luar na Lubre. Y abrígate mucho, Ramón, escalofría imaginarte paseando tan campante por entre toda esa niebla.
Tu paseo por Santiago -hermoso y emocionante- me acaba de preparar para el mío por Gotemburgo. Hoy no será de niebla sino de lluvia, así el recuerdo y la poesía de la lluvia en Santiago ha llegado a punto.
En cuanto a la Santa Compaña, haberla, hay. Emilia Pardo Bazán, en sus cuentos, que descubrí hace no mucho, no la olvida:
“ Esta noche de invierno, cercana ya a la vigilia de los difuntos, “Cometerra” explica a su nieto lo que es la “Compaña” o “Hueste”. Es un legrón de muertos que, dejando sus sepulturas, llevando cada cual en la descarnada mano un cirio, cruzan la montaña, allá a lo lejos, visibles solo por la vaga blancura de los sudarios y por el pálido reflejo del cirio desfalleciente. ¡Ay del que ve la ¡Compaña! ¡Ay del que pisa la tierra en que se proyecta su sombra. !Si no se muere en el acto la vida se le secará para siempre a modo de hierba que cortó la fouce” (La Compaña)
Pero luego, hay las nieblas chiquitas, las brumas, que parecen evocar más la primavera que el invierno, y son más propicias a los elfos que a las ánimas:
“ El día era radiante. Sobre las márgenes del río flotaba desde el amanecer una bruma sutil, argéntea, pronto bebida por el sol” (El fondo del alma).
Aunque hoy ¡brindaré por Santiago de Compostela blandiendo mi paraguas!
Primero unas preguntas para mí necesarias: en una de tus fotos se lee los «pecios» del frío. ¿Falta algo, espacios, precios…? Y la foto de la hoja de alguna planta, con un juego de luces, sombras y transparencias íntimas va con el título «apenas». ¿Está en relación a los hermosos versos de Cernuda que hablan de la niebla que (apenas, digo yo) permiten o impiden ver las cosas abiertamente y no apenas…? Dicho sea de paso, ¿las fotos están hechas muy cerca de tu casa, es decir, cuentas con el lujo de vivir tan cerca del mar? La canción del poema de Lorca, muy fino. Vimos el otro día por TVE un documental con testimonios en torno al grupo de amigos de Lorca, Dalí, Buñuel, Alberti…y sus reuniones y veladas artísticas pioneras de las nuevas audacias de esa creatividad que enterró la postguerra franquista…
Más que la neblina o la niebla (peligrosísimas en las carreteras de la costa sobre todo central y sur) lo que paradójicamente impacta en Lima es el cielo plomizo, gris, exageradamente anodino, la conocida «panza de burro» que deprime a los no limeños, especialmente a los europeos mediterráneos. ¡Ahora mismo está en Madrid nuestro colega y amigo Lopito que se ha ido de Lima por un tiempito precisamente para -entre otras ventajas- gozar del cielo español…
A propósito de las ambigüedades de la niebla nórdica escribí lo siguiente cuando regresé del cine con mi nieto (fuimos a ver La Quinta OLa, y la función ya había empezado):
«A oscuras cuando la gente
ya está soñando
con los ojos muy abiertos en la nada
y hay oferta de mundos, sueños,
realidades y fantasías. A oscuras
tratando de poner los pies en tierra firme,
buscando un espacio donde sentarnos
a ver el río de las leyendas
y de los eternos amores
con muertes de mentira y amores de mentira.
A oscuras, el nieto con su torre de «canchita» y océanos
de agua y pepsicola, cabalgando
por los otros ríos de las otras gentes
y las otras fantasías.
A oscuras -al menos en esos pasos a media luz-
con pocas ganas de soñar,
más bien pisando con angustia esta tierra firme.»
Hola, Bernardo, y gracias por obsequiarnos este poema de lo cotidiano, esta delicada reflexión, de la que sobre todo envidio, además de su fluencia, la fortuna que tienes de que tus nietos vivan cerca de ti y puedas llevarles al cine.
Ciertamente la poesía de la «niebla» de Lima necesita a todas luces de un poeta como tú, así que espero que nos obsequies algún poema a esta Lima brumosa que también es «la Lima de verás».
Lo de «pecios» es una metáfora, pues, si los restos de un naufragio lo son, ¿por qué no habrían de serlo los fragmentos del deshielo que flotan a la deriva?
Y, sí, es cierto, el mar nos abraza por el Oeste en Gotemburgo y un brazo de océano se adentra por la profunda ría, con ganas de llegar hasta los lejanos lagos, dividiendo en dos la ciudad y ramificándose por sus canales. Yo cruzo esa ría casi a diario, ida y vuelta, en el transbordador (vaporetto sin vapor) para ir al atelier. Cerca tengo el lujo de un largo muelle que se prolonga en dirección del puerto. De ahí las fotos.
De Lima recuerdo también una sensación marina, distinta y similar a un tiempo, la del malecón Armendáriz en Miraflores. Pero allí las olas del Pacífico rompían en hileras, larguísimas y sucesivas, en una amplísima bahía.