Hace setenta años: “los autobuses blancos” de la Cruz Roja sueca a finales de la II Guerra Mundial

Zapatos de niños. Memorial de las víctimas de los campos de exterminio nazis. Gotemburgo. Foto R.Puig
La arriesgada aventura de los Vita bussarna, con 250 voluntarios daneses y suecos de la Cruz Roja, lograron salvar de una muerte cercana en los campos de concentración nazis a miles de prisioneros exhaustos y enfermos, durante los últimos meses de la II Guerra Mundial.
Fue la mediación y la capacidad de coordinación de Folke Bernadotte (Estocolmo 1895 – Jerusalén 1948), diplomático y militar, vicepresidente de la Cruz Roja sueca, quien consiguió que la expedición llegase a los campos donde estaban prisioneros miles de escandinavos, que era a quienes inicialmente se orientaba la acción de rescate, apoyada por los gobiernos de Suecia y Dinamarca
La operación duró dos meses. Aún se combatía y, sobre todo se bombardeaba, en Alemania, cuando el convoy se puso en marcha. Alcanzó una dimensión humanitaria doble de lo planeado. Entre los 36 autobuses blancos de los suecos y muchos vehículos similares de los daneses se logró sacar de los campos, para evitar su exterminio final, a 15.500 prisioneros que, en su última etapa salieron por barco desde Hamburgo a Malmö. La mitad eran escandinavos y, de ellos, 1500 eran suecos. Pero se rescató al mismo tiempo a 7000 internados de origen polaco.
Cuantro mil del total además eran judíos, destacando las cerca de 300 mujeres que fueron liberadas del campo de Ravensbruck.
Un 10 % de todos ellos se establecieron en Gotemburgo y su región. Anteayer, viernes 8, y ayer sábado 9 de mayo se ha hecho memoria de aquel viaje y de aquella llegada a Gotemburgo.
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«Un día para una humanidad solidaria sin fronteras» (En dag för gränslös medmänsklighet)
En la tarde del viernes, las ceremonias del recuerdo empezaron con una visita al cementerio judío, situado dentro del gran Cementerio del Este en Gotemburgo, que no hay que confundir con el cementerio judío antiguo del que hemos hablado también en este blog.
Ha sido particularmente emocionante el recuerdo de treinta y nueve de aquellos hombres y mujeres que no consiguieron recuperarse de su grave estado de salud y fallecieron en hospitales de la región durante los meses sucesivos a su llegada o, en algunos casos, se quitaron la vida, tras perder la esperanza de una mejor vida o bajo el sentimiento de culpabilidad de no haber muerto como el resto de los suyos

Tumbas de mujeres judías rescatadas que fallecieron durante 1945 poco después de llegar a Suecia. Cementerio judío. Gotemburgo
He aquí sus nombres:
Del cementerio nos trasladamos al memorial de las víctimas del Holocausto, de los millones de judíos europeos, así como los enfermos o disminuidos, los homosexuales, gitanos y opositores contra el III Reich, exterminados y muchos, además, explotados en condiciones infrahumanas antes de su ejecución o usados como cobayas para las experimentaciones de médicos sádicos.
Concluimos la tarde en la Sinagoga de Gotemburgo, en cuyo patio se alza un memorial con cerca de dos mil nombres que corresponden a judíos sobrevivientes que llegaron a Gotemburgo, rescatados por los 250 voluntarios de la Cruz Roja de Suecia y Dinamarca.

Detalle del memorial de familiares asesinados de los judíos que llegaron a Gotemburgo en 1945. Foto R.Puig
Están sus nombres y los de aquellos familiares suyos que no sobrevivieron a los campos. Me comentaron que en Estocolmo los nombres en los murales son muchísimos más.
Bajo el nombre de la persona sobreviviente están los de padres y madres, hermanos, hijos e hijas, primos, tíos, abuelos. También figura el parentesco, la fecha de nacimiento y el lugar y la fecha de la muerte, siempre que se hayan podido determinar.
Las ceremonias del cementerio y la sinagoga, en las que intervino el rabino de Gotemburgo y algunos de los descendientes de quienes llegaron en los autobuses blancos, concluyó con una actuación del Coro de la Iglesia de Oscar Fredrik que interpretó canciones suecas y judías.

Detalle del memorial de familiares asesinados de los judíos que llegaron a Gotemburgo en 1945. Foto R.Puig
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En la catedral
También asistí ayer sábado en la Domkyrkan a algunas de las sesiones del programa de conmemoración de tres acontecimientos: los 70 años del final de la guerra, la liberación de los campos y la acción de los autobuses blancos
Intervinieron algunos de los hijos de aquellos que fueron rescatados de los campos por la expedición y un hijo de Folke Bernadotte. De su vida se habló en un panel. También intervino uno de los conductores de aquellos autobuses, que hoy tiene 92 años.
No entraré aquí en todos los detalles del programa, pues discurrió desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde.
Su conclusión fue musical, a cargo del Coro de Cámara de Gotemburgo, con magníficas interpretaciones de letras de poetas y músicas de compositores, todos escandinavos, entre ellos las del premio nobel Tomas Tranströmer, que incluido el recital de tres de sus poemas a los que puso melodía el compositor Gunnar Eriksson.
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Epílogo
El arriesgado rescate a cargo de los vita bussarna se desarrolló semanas antes de que Alemania capitulara. Es sabido que primero se rindió al ejército británico el 5 de mayo de 1945 (“capitulación del Noroeste”) y luego completó la capitulación en Reims el 8 de mayo, ratificando así su rendición ante los americanos.
Setenta años después, en Gotemburgo se recuerda la historia de aquella barbarie y, para que no se repita, se saluda con respeto la memoria de aquellos que arriesgaron su vida sacando del infierno a miles de víctimas de los campos de concentración y de exterminio.
Cuando lo que se recuerda es el final de aquellas matanzas del nacionalismo, del belicismo y del odio racista, constatamos sin embargo con tristeza que una nación que sufrió más de veinte millones de muertes en aquella contienda, lo celebra en la Plaza Roja de Moscú con la ostentosa exhibición de fuerza y de testosterona acorazada de un ejército empeñado en alimentar nuevos conflictos y generar nuevos sufrimientos en tierra europea.
Somos seguramente millares, creo que millones, los que deseamos que estas formas bárbaras de entender el mundo y la historia se extingan y cedan el paso a otras dignas de la persona humana. A quienes nacimos en 1945 y, en mi caso, pocas semanas después de los acontecimientos aquí rememorados, a los pensamientos y emociones que recordarlos nos genera se añade una sentimiento particular, quizá por el hecho de haber proferido nuestro primer berrido cuando las armas habían callado y la población, sobreviviente y atormentada, podía iniciar su duelo y comenzar a reconstruir Europa sobre sus ruinas.
Sólo quería decir que he sentido una honda emoción durante los dos últimos dos días, asistiendo a los actos en los que quienes pueden recordar los hechos aquí resumidos han compartido sus memorias con los que no los vivimos. Cuando los sobrevivientes casi han desaparecido, son sus descendientes quienes se esfuerzan por evitar que aquello se olvide, para prevenir que las nuevas generaciones reincidan en el odio identitario. Esta crónica es un grano de arena que añado a esta labor.
Las varias identidades de cada uno de nosotros son parte natural de nuestras vidas, pero a menudo se usan para justificar la voluntad de excluir a aquellos cuya identidad, étnica, política, religiosa, de orientación sexual u otra, convertimos en un estigma y en una señal para su marginación, expulsión o, como en el caso de los genocidios recientes o antiguos, en una fanática motivación para extirpar de ellos su condición de personas y decretar su sistemática aniquilación y su extinción en masa.
En mis momentos de pesimismo pienso que, análogamente a eso que enuncia la termodinámica, la energía no puede crearse ni destruirse y sólo se puede cambiar de una forma a otra, en nuestra antroposfera, en esa delgada capa que sobre el planeta formamos los seres humanos, el odio identitario no se reduce nunca. Es como si fuese un maldito repositorio de pasión asesina que cuando disminuye en una región, resurge y cambia de rostro y de motivaciones en otra, como aquella hidra mitológica a la que, aunque se le amputase una cabeza, siempre le nacía otra.
De modo que el mundo sigue sembrándose con tumbas de hombres, mujeres y niños privados de su dignidad
Leo conmovida, Ramón, el testimonio sobre ese pueblo y sobre tanto más, con la esperanza de que algún día este otro alcance a entender que ciertas complicidades y simpatías debieran haber producido el mayor de los rechazos hace mucho tiempo. Y gracias, como siempre.
http://www.eldiario.es/sociedad/Margallo-acude-homenaje-deportados_0_385661895.html
Muchas gracias, Luisa.
Es cierto lo que me envías, aunque tampoco es totalmente cierto que los deportados de Mauthausen no hayan tenido homenajes en España, entre ellos los del mismo Parlamento en pleno hace tiempo. Pero en España la Guerra Mundial y los campos nazis se vieron desde la barrera. En cualquier caso a García Margallo su presencia le honra.
Hubo alguien que hizo un daño enorme a la amical de Mauthausen, el impostor Enric Marco, cuya biografía publicó el año pasado Javier Cercas. Es un libro que parece escrito un poco de prisa y corriendo (a pesar del tiempo que le llevó prepararlo), que se podría reducir a la mitad perfectamente y al que, además, habría que quitarle el tono de Pepito Grillo que adopta y su insistencia continua por disculparse por estarlo escribiendo, pero que quizá ilumine alguna causa del destrozo que Enric Marco, con sus desfachatadas fabulaciones, ocasionó a las asociaciones de deportados.
En todo caso, tienes razón, la memoria de los sufrimientos de aquella época de fuego y muerte siguen siendo selectivos, aunque, por desgracia, no sólo en nuestro país. Tampoco somos un país en el que la historia, la seria, se aprecie demasiado. No tengo ni idea de lo que nuestros alumnos de BUP aprenden de historia de Europa, aunque a veces he hecho calas en los conocimientos de algunos jóvenes (por otro lado muy formados en otras asignaturas) y, aunque no pueda decir que sean estadísticamente relevantes, los resultados no me han entusiasmado.
O tempora! o mores! 🙂
Abrazos
Ramón
Me ha gustado mucho, emocionante!!
Gracias Marta.
En España se desconoce mucho de esto, porque por entonces lo que predominaba no era el interés por Europa y las víctimas del Nazismo sino cómo arreglárselas bajo Franco y su autarquía y, como mucho, sobre cómo repatriar a los que fueron a combatir junto al ejército alemán en el frente ruso. No creo que lo que se ha enseñado en los colegios haya compensado la lamentable falta de conocimientos en esta materia.
Aunque estemos en Europa nos falta la conciencia y la empatía de una historia común y, podría decir, que, viceversa, la ignorancia que he percibido en otros países europeos sobre lo que pasaba en España tras la guerra civil y la posguerra europea también es grande y no sé si equiparable.
Tampoco creo que se puedan tener grandes ambiciones sobre esto, visto que lo que ahora preocupa en los estamentos nacionales que regulan la educación es salir en un buen lugar en los informes Pisa. Además lo que la mayoría de la gente busca en Internet no es precisamente mejorar su conocimiento de la historia.
Me paro.
Un beso
Moncho