La ruta veraniega hacia el sur (I): Agua
Llegaron los días de subirse al volante de la furgoneta y descender hacia el Mediterráneo. El año pasado he narrado mi ruta veraniega en cuatro capítulos (julio-agosto 2013) siguiendo un orden cronológico y agrupado. Además fue de sur a norte, pero esta vez la Caravelle ha hibernado en Suecia, así que empezamos al revés. En esta ocasión mis divagaciones serán temáticas. Al final, los lectores del blog seguro que descifran el trayecto.
El leitmotiv de este primer capítulo va a ser el agua que, al hilo del viaje, de un modo u otro siempre se encuentra.
Para empezar, si sales de Suecia hacia Dinamarca para continuar por Alemania, tanto si te subes en un ferry como si optas por pasar el Öresund, el agua la encuentras ineluctablemente, agua de mar, agua del estrecho por donde se realimenta el Báltico con los flujos que llegan del Mar del Norte a través del Kattegat y el Skagerrat.
Dejas las tierras de Escania y cabalgando sobre el Öresundbron y la isla Selandia te adentras en el túnel que te pone en tierras de Jutlandia.
Esta primera etapa, iniciada en Gotemburgo, me lleva a Lübeck, ya en Alemania, ciudad de canales, capital medieval de la Liga Hanseática, donde confluyen dos ríos, el Trave y el Wakenitz.
Cuando, muy temprano, paseo por sus calles, lo primero que encuentro es un apacible parque junto al agua cerca de su catedral.
Y, al día siguiente, una imagen silenciosa refleja también la calma de una mañana y la suave llovizna sobre el Neckar, en mi segunda parada, en Heidelberg.
Me despido, lamentando no adentrarme esta vez en su centro histórico, con una breve subida a su paseo de los filósofos, desde el cual el Neckar, en el que se mira la ciudad, sigue siendo el protagonista del paisaje.
Tras pasar por la abadía de Acey en el departamento del Jura, en el Franco Condado, de la que hablaremos en la siguiente entrega, y cerca de Parcieux, paso la noche en el camping de L’Escluse, en las orillas del Saône, veinte kilómetros antes de su confluencia con el Ródano en Lyon, frente a la isla fluvial de Beyne, poblada hace más de un siglo por pescadores y hoy refugio para aves.
La antigua presa que obligaba a las peniches y barcazas a circular por una antigua esclusa fue demolida hace décadas, dejando libre curso al río. Tenía pues una categoría de puerto fluvial.
Hoy, el canal de la esclusa es un embarcadero deportivo.
Y al día siguiente, encuentro de nuevo el agua, morigerada y modesta, en el estanque de la abadía cisterciense de Valcroissant, en el corazón de los bosques de Glandasse.
Está situada en la comuna de Die, en el departamento del Drôme y hay que remontar las aguas del río que dan nombre a este departamento.
Y de las aguas del Drôme (tras una noche en un camping para olvidar), internándome en el departamento de Hérault, nuevo encuentro con el agua en la fuente octogonal de la Abadía cisterciense de Valmagne, cerca de Villeveyrac, rodeada de los viñedos del Languedoc, en cuyo pilón los monjes hacían sus abluciones antes de pasar al refectorio.
De allí, por las carreteras de los Pirineos Orientales subo al camping de Arles-sur-Tech, situado junto al RiuFerrer, de aguas limpias y torrenciales. En el camping que se denomina como el río concilio el sueño,
arrullado por el rumor de esa corriente de montaña.
Atravieso los Pirineos.
Después de superar el puerto de Coustouges en el Alto Vallespir, cruzo la frontera con España y entro en el Alto Ampurdán, donde en una zona que presenta las trazas de recientes incendios forestales, paro a descansar junto a las aguas del embalse de Boadella-Darnius, que se alimenta con las aguas de la cuenca del río Muga.
La penúltima etapa de mi viaje me lleva al lago de Bañolas, donde me sorprende un crepúsculo incendiado.
Lo contemplo también desde las alturas de la cima de Rocacorba.
Pero las aguas que más me emocionan, son las de la fuente del Can Puig de la Bellacasa, que aliviaron la sed a mis ancestros ya desde el siglo XIII.
De ese lugar hablaremos en la siguiente entrega.
Por el momento, acabemos con el mar de mi punto de arribada en la Marina Alta, en la playa de la Almadraba, en Els Poblets.
Hola, mi espíritu se ha serenado en la BARRAGE DE PORT -BERNALIN tras la alegrías (Brasil) y tristezas (España) del mundial. Un abrazo. Charlie.
Me alegra servir de algo con mis fotos y divagaciones, Charlie.
El oficio de guardián de ese «barrage» y de esa esclusa debía de tener su miga y su cachaza. Por lo que me contaron, por esa esclusa hace ya cosa de cincuenta años pasaban peniches de enorme porte.
De todos modos el Saône no es tan majestuoso como el Beni, con serlo también. Pienso que hay que bajar hasta el Ródano, tras la confluencia de ambos, para competir con la cuenca amazónica. Por cierto ¿esperas alguna alegría el domingo?
Un abrazo. Moncho
Que interesante viaje. Y nuevamente en Els Poblets!!!
Gracias, Marta.
Sí, en Els Poblets, y esta vez no subiré a Madrid como sabes.
Moncho