Inclinado ante las flores
Al tibio sol de primavera
es cálido el lecho
de un muelle de tablas
para los cuerpos jóvenes.
Nadie puede inquietarles
si ya marzo
abrió pétalos
y la corriente fluye.
Nada la rosa teme
cuando huye el invierno
y sobre el aire sutil
se alzan altos los cielos.
Cuando abril ya se anuncia
camino cuidadoso
y, sin maltratar los brotes,
me inclino ante las flores.
La primavera incipiente permite ya que, al sol de la mañana, un viejo paseante se siente en un banco a leer su periódico. Entre el canal y el tráfico se extiende el manto de hierba y se alinean los árboles, aún desnudos, del parque que rodea el centro de Gotemburgo,
Han empezado a brotar los crocus y las « gulsippa », pero también brotan en mi cabeza ráfagas de imágenes e incipientes inquietudes. Las dejo caer sobre el papel, y lo que sólo eran gérmenes de pensamiento se hilvanan al hilo de las palabras
Parece que con el paso de los años las imágenes se almacenan innumerables y se nos presentan sin aviso previo. Cuando me agacho para observar unas flores, atraído por su mínima presencia y colorido, y al acercar el rostro hacia la hierba, pienso en otras causas que empujan a muchos a inclinarse a tierra. ¿Será que al hacernos ya viejos lo que sabemos del mundo y de la gente nos carga de improviso los hombros? El caso es que, por miles de millares, mujeres y hombres y niños se agachan hoy también y no es por ver las flores.
Casi a rastras, el cuerpo de muchos se agazapa para evitar disparos furtivos en barrios destruidos por la guerra, y en distantes países los pobres de la tierra han de doblarse para acarrear el agua desde fuentes lejanas por quebradas e inhóspitos secarrales. Oficios de miseria deforman los cuerpos aún no adolescentes y quiebran las espaldas en la basura, las minas, los desguaces, el barro ; y hay también los rostros de otros encorvados, los del sometimiento y las manos atadas en cuclillas frente al kalashnikov de algún liberador.
No sé por qué, pero hoy, así, sin que los haya visto llegar desde enormes distancias, me acompañan millones de lejanos deseos y este gesto simple de inclinarme a las flores se ha cargado de rostros sin voz.
¡Ojalá que mi modesta dicha pudiera volar lejos!
Hola me interesó la fotografía del señor leyendo el periódico sentado en una vanca.
Quisiera saber si es posible comprar los derechos de uso para efectos de usarla en un afiche con fines benéficos. Gracias mi nombre y correo es Yamileth Sánchez, artima@ice.co.cr
Hola Yamileth,
No necesita comprar nada, basta con que en algún rinconcito de sus affiche se lea «Foto R.Puig en ensondeluz.com »
Un saludo cordial
Ramón Puig
PD: por favor confirme que le ha llegado mi respuesta.
Reblogueó esto en GRANO ROJOy comentado:
Ante mi entrada en Grano rojo «Secretos de Flores Amarillas» Me escribió Ramón Puig de la Bellacasa Alberola: En Suecia brota como anuncio de primavera la “gulsipa”, los crocus amarillos, que son como chorros de oro que surgieran de un eldorado subterráneo: https://ensondeluz.files.wordpress.com/2012/04/crocus-amarillos-en-el-parque-foto-r-puig.jpg
En las sierras españolas, las flores amarillas de la ginesta y la retama son por su color primas hermanas rústicas de esas que adornan tus lares, aunque no se alcen altivas en sus troncos sobre la feraz tierra de Colombia. Al ser autóctonas de la península ibérica crecen entre roquedales para placer de los montañeros.
Por cierto, me encanta eso de la “gambada” (diáspora de tu familia numerosa). Como la gamba en italiano es la pierna y la “gambata” es la zancada, tu blog es la gambada que salta océanos. No en vano tienes apellido de caminante…
Gracias
Como aquel gigante de la siete leguas, me gustaría, con unos cuantos saltos, plantarme allá en Marsella y dar un paseo contigo por el parque de La Pola admirando sus guayacanes.
Todo se andará…