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Dialogo de civilizaciones

28 marzo, 2012

El principal periódico de la segunda ciudad de Suecia, el Göteborg Posten (GP), tiene un cuidado especial en reflejar la sensibilidad popular en sus fotos de portada y en sus montajes fotográficos a doble página. Este olfato para captar los signos de los tiempos se plasma hoy en la noticia del día: La guerra de las estrellas («tjänornas krig»).

En otra dimensión, los literatos, curvados sobre el teclado, buscan trabajosamente el hilo sutil que discurre entre la realidad y la ficción y nosotros leemos durante horas, con placer, esos cientos de páginas que no resuelven nuestros problemas, aunque con una buena novela nos sentimos mejor y parece que al apagar la luz entramos apaciguados en el sueño.

Pues bien, llegan los días de la Champions, y con ellos el encuentro de hoy entre el Barcelona y el Milan.

Y ¿qué descubrimos cuando de mañanita nos restregamos los ojos frente a una taza de café? Que, recién salidos del sueño, todo sigue siendo a la vez ficción y realidad. ¿Deporte, pasión, espectáculo, catarsis, celebración de la tribu? Sí, todo esto y más, pero ¿para quién sudan la camiseta esos gigantes del fútbol europeo ante decenas de miles de hinchas enfervorizados? Para dos países del Golfo donde los dólares brotan del desierto al ritmo del petroleo y el gas, sin que los pozos del oro negro necesiten orientar sus sombras hacia La Meca. En este lenguaje de balón y camiseta se expresa hoy en día el renombrado diálogo de civilizaciones.

Sin recurrir a personajes famosos, os contaré lo que me decía el otro día en la parada del autobús un chaval locuaz y comunicativo, hijo de los inmigrantes que han venido de uno de esos países de cultura islámica donde la guerra prospera y las gentes escapan. En Suecia, que no apoyó aquella empresa bélica, se ha acogido a más exiliados de la guerra de Irak que en sus promotores los Estados Unidos y Gran Bretaña. Pero volvamos a mi diálogo con el muchacho.

El chaval, expresándose en un sueco mucho mejor que el mío, quería saber en qué lengua estaba escrito el libro que yo leía en la parada del autobús (era -¡carroza de mí!- un cuento de Jardiel Poncela). Al saber que yo era español cayó la pregunta fatídica: ¿del Real Madrid o del Barcelona?

Aunque llegado de una «civilización islámica», resulta que este joven es un furibundo hincha del Barça. Me defendí diciendo que por desgracia yo tenía el defecto de ser madrileño. Así que, no sin conmiseración, me miró como perdonándome la vida, al constatar que, al fin y al cabo, también hay gente que nace en Madrid.

Esta fue mi modesta contribución de hace unos días al diálogo de civilizaciones, aunque supongo que los verdaderos diálogos, los de Messi e Ibrahimovic con Qatar y los Emiratos Árabes, se promueven con talonarios de cheques (y el misterio estriba a pesar de todo en que estos clubes están endeudados hasta las cejas)

Créditos: las fotos del montaje fotográfico del GP son de Manu Fernández y Luca Bruno

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