El Tiempo, los años, nosotros
¡A fin de año, todos filósofos! sobre todo si nuestras percepciones sensoriales se embotan y nuestras intuiciones ontológicas se agudizan tras varias copas de champagne.
En vísperas de ese momento matemático, fruto de una concepción empírica del tiempo como sucesión de tramos del calendario, no estaría de más evocar a Henri Bergson y a sus ideas sobre el Tiempo como conciencia de la duración (así que hay tantos tiempos como conciencias), lo que sin embargo no cierra la discusión de una de las más socorridas cuestiones de la historia de la filosofía.
Este modesto bloguero tiende a pensar que el Tiempo, ese ente de razón, es sobre todo un ente de imaginación, algo así como una forma que hemos creado para canalizar nuestras sensaciones.
El Tiempo es los cambios que nos poseen, nos rodean y nos llevan, que nos atraviesan, sea que vengan de muy lejos o que irrumpan en este mismo instante desde nuestras propias células, desde la tierra sobre la que caminamos o desde el motor del autobús que nos lleva traqueteando sobre los adoquines de la ciudad.
¿Me explico? Seguramente no.
Así que no me queda más remedio que recurrir a la poesía y a las imágenes…
Seguiremos confundidos, seguiremos perdidos en el Tiempo, pero a lo largo del sueño de Ariadna nos mecerá la voz del verso y la hipnosis del espejo…
¿Son el poema y la imagen los mejores hilos para caminar por el laberinto del Tiempo?
Para mí, junto con la música (y es algo que de forma más brillante ya demostró Marcel Proust), forman la verdadera Santísima Trinidad, un poderoso trío a la hora de recuperar todo lo que la implacable “olvidadiza memoria” (la que Jules Supervielle cantó de forma inolvidable) se empeña en sustraernos.
Algún guasón me dirá que quien sacó a Ariadna de su sueño fue el dios Baco…
… ¡qué le vamos a hacer! ¡algunos sólo ven la dicha dentro de una botella!
Por el momento, con sumo respeto, dejemos a Bergson y a Proust en la estantería y sigamos la senda de las diez estrofas del poema “Los años” de Homero Aridjis (nacido en México en 1940)
Los años
I
En nuestras manos no están los años
los años están en sí mismos
más allá de nosotros.
En nuestras manos está el aire.
II
Los años están en su lugar, en apariencia,
porque fijándonos bien
no hay un lugar
donde estén los años.
III
Uno nunca se fija dónde pone los años,
o dónde cree ponerlos;
los días se quedan en nosotros
y no miran el lugar donde se han ido.
IV
Un año no nos lleva a otro,
se lleva a sí mismo;
o nos deja en nosotros,
mirándonos entre año y año.
V
Los años son como las cosas,
no nos sienten cuando los tocamos,
cuando mucho nos tocan
sin sentirnos.
VI
Al año próximo nunca llegamos,
nos quedamos en el año presente,
en nosotros,
de donde nunca salimos.
VII
Estábamos afuera de nosotros
cuando miramos pasar el año,
y nunca supimos que mirábamos
pasar nuestra ausencia.
VIII
Quizás en otro mundo
aquello que miramos un momento
no fue un momento,
fue un tiempo más largo que nuestra propia vida.
IX
Aprendemos a hablar cada día el mundo,
y creemos saber por completo
el lenguaje del año,
cuando ya nos deja.
X
El año es quizás el juego serio
de la vida en la tierra,
de lo que se da sin darse
y de lo presente ausente.
( Homero Aridjis, » Nueva expulsión del paraíso” (1990), en Ojos de otro mirar, New Directions books, Nueva York 2002, incluye traducción al inglés de Betty Ferber. Edición de Betty Ferber y George McWhirter)
Desde Gotemburgo
¡¡¡FELICES AÑOS NUEVOS!!!
¡¡¡Felices años nuevos!!!
Una entrada muy chula Ramón y se te entiende muy bien cuando hablas del Tiempo.
Un abrazo desde Altea (hoy te escribo desde aqui).
Hola Eva, me he dado cuenta de que no te respondí a tu comentario. Y hablando del Tiempo… resulta que te respondo con casi 9 años de retraso!
Un abrazo