De lo abstracticio cotidiano
Famosas son las obras del expresionismo abstracto que se expandieron por el arte occidental después de la II Guerra Mundial y que ocupan grandes espacios de los museos de arte contemporáneo de la segunda mitad del siglo XX. Todo aficionado a la pintura y a la escultura habrá en alguna ocasión visitado, al menos virtualmente, las salas de Europa o América en donde están expuestas. Sin ir más lejos, en Cuenca hay un Museo de Arte Abstracto Español dedicado a los pintores y escultores españoles que se expresaron a través de la abstracción.
No seré pues yo quien pretenda dar lecciones en la materia, si bien en alguna ocasión me he visto tentado por esa tendencia y he producido algún modesto lienzo e incluso alguna labor escultórica en esa dirección expresiva. Pero hoy quisiera rendir tributo a las manifestaciones cotidianas aleatorias de lo abstracto que se producen a nuestro alrededor sin que nos paremos a prestarles atención.
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Emulsiones
Ya dijo Santa Teresa que entre los pucheros anda el Señor” (Fundaciones 5,8) y hace unos días me sorprendió que exactamente donde pongo los pucheros a hervir se me apareció, como modesta diosa, la abstracción pictórica.
No sé yo, pero me parece que si nos ponemos a pensar lo que estas formas representan en su aleatoria expresividad, podríamos por ejemplo imaginar algún tipo de tormenta cósmica en una galaxia lejana,
sin que falte algún que agujero negro a millones de años luz. Al fin y al cabo, las imágenes que nos traen las sondas espaciales, cuando van por el espacio retratando los orígenes del universo, son como borrones de la mano de un creador que incluso bajo los pucheros deja efímeras imágenes de lo que aquel caos inicial pudo ser: una inconmensurable papilla.
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Visitaciones

Que mis admirados artistas visuales me perdonen, pero me arriesgaría a decir que sin pagar sus elevadas tarifas, ustedes y yo podríamos obsequiarnos alguna que otra obra de esa tendencia, con sólo abrir los ojos a nuestro alrededor.
Lejos de mí querer emular a mi admirado Mark Rothko, pero, cuando hace nada observaba las ventanas de mi estudio, me pregunté en qué momento y ante qué imágenes diarias, aquel gigante del expresionismo abstracto norteamericano inició la revolución personal que le condujo a producir sus inimitables lienzos.
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¿ Sería que Rothko miraba al mar cuando se produjo su milagro agustiniano (*) ?
Notas:
(*)
Una tradición medieval recoge la historia inicialmente narrada sobre un teólogo en abstracto que más tarde fue identificado con San Agustín, cuenta la siguiente anécdota:
Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar, dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la Trinidad. De repente, alza la vista y ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena, a la orilla del mar. Le observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo.
Así el niño lo hace una y otra vez. Hasta que ya San Agustín, sumido en gran curiosidad se acerca al niño y le pregunta: «Oye, niño, ¿qué haces?» Y el niño le responde: «Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo». Y San Agustín dice: «Pero, eso es imposible».
Y el niño responde: «Más imposible es tratar de hacer lo que tú estas haciendo: Tratar de comprender en tu mente pequeña el misterio de Dios». (Fuente: Catholic.net).
Efectivamente, la conocemos desde niños!!!!
Igual que recordamos del colegio la frase de Santa Teresa sobre los pucheros entre los que anda Dios. Son microrrelatos enganchados en objetos concretos: el cubo y la arena, los pucheros en la lumbre…