Rosas, castillos y paisajes de Västergötland
Dedicado a Maria y Kristian
Paisajes y rosas
Ahora que el verano ha dejado Suecia no está de más recordar una visita por los alrededores de un lago menor, pero lleno de sorpresas, el Hornborgasjön en la región de Västergötland, al sur del gran lago Vänern.
Se trata de una reserva natural, etapa de muchas aves migratorias y espacio vital de otras que ahí viven.
No sólo las aves emigran. También tenemos junto al lago, unos amigos que hace ya veinticinco años decidieron irse a trabajar ahí, dejando Gotemburgo, habilitando una vieja granja, con ovejas y colmenas, rodeada de prados donde pastan las vacas y vuelan bandadas de pájaros, y convirtiendo la parcela en una soberbia rosaleda, con más de cien variedades de “rosas viejas” y “rosas nuevas”.
Así que os presento, para su admiración, una selección de imágenes de los más de cien rosales que allí vimos.
Esta entrada es en gran parte el homenaje de un lego en la materia a las rosas de ese jardín y a quienes las miman desde hace más de dos décadas.
Nos fueron explicando uno a uno los nombres de cada variedad pero al final no consigo dar razón. Los expertos sabrán distinguirlas. Yo sólo retuve el de una muy bella, Maiden Blush, es decir “el rubor de la doncella”.
Con la impresión de las rosas todavía fresca en nuestra retina, continuamos nuestro periplo por las riberas umbrosas de los pequeños lagos de la zona.
Mirando a estas aguas, según ilustra un panel, ardió el palacio de Höjentorps en 1722. Quedan algunas escalinatas y la cava de los vinos. Los reflejos de la catástrofe debieron ser majestuosos.
Ruinas, castillos e historias ejemplares
Poco después llegamos al pueblo de Varnhem, que se enorgullece con razón de las ruinas de su abadía cisterciense, fundada a mediados del siglo XII, muy bien explicadas y conservadas, de la que sigue en pie el templo, donde por desgracia no llegamos a entrar, por un margen de media hora.
Nos dijeron que en ese lugar está enterrado uno de los nobles más poderosos y más ricos de la época de la reina Cristina de Suecia, en pleno siglo XVII. Un incansable constructor de castillos.
Se llamaba Magnus Gabriel De La Gardie (1622-1686) y una de aquellas enormes residencias, el Läckö Slott, la sitúo en un paraje incomparable.
Así que decidimos que en la vuelta a Gotemburgo nos pasaríamos por el Läckö Slott.
Está situado en la extremidad de una península que arranca junto a Lidköping para internarse en las aguas del Vänern.
El castillo impresiona desde fuera. Pero su interior, no sé si en parte por los deterioros posteriores a la caída en desgracia de Magnus, o por los modestos acabados de los muros interiores y de los frescos (salvo para el gran salón y dormitorio principales) se caracteriza por algo así como un querer emular a Luis XIV y no poder. ¡En fin, que resulta un poco tristón!
Ese ambicioso noble tuvo una historia fascinante, que no necesito contar aquí, pues está en la Wikipedia. Pero, a mí lo que más me ha llamado la atención en su biografía es que tiene todos los elementos para una buena película. Sus ancestros eran ricos comerciantes del Languedoc, ennoblecidos luego por los favores hechos a los reyes de Francia con esas cortesías que el dinero financia.
De ellos destacó el abuelo Pontus, noble mercenario al servicio del Reino de Suecia, que emparentó con sus reyes al casarse con una hija natural de Juan III (¿el envenenador?) de quien hablamos en nuestra entrada del pasado día 9 de setiembre. Este abuelo de Magnus nació en Francia y fue a morir en tierras que hoy pertenecen a Estonia.
Por ahí empezó todo, nada nuevo bajo el sol: dinero, guerra y esponsales dinásticos.
Pero a Magnus le redimió en parte el amor por la cultura refinada de la corte de Francia. Se formó en París y se distinguió en Suecia como mecenas y patrón de la universidad de Uppsala. Construyó castillos y palacios y quiso remedar los esplendores de la corte de Luis XIV.
Fue también un insaciable terrateniente en diferentes zonas del extenso imperio sueco de la época.
Pero su pasión por Francia fue también lo que le perdió y acarreó la bancarrota a las finanzas suecas, ya que, como regente, metió a Suecia en todas las guerras que convenían a Francia y, por añadidura, perdía las batallas en las que se auto-otorgaba el mando del ejército.
Al final lo juzgaron y le privaron de casi toda su fortuna, como indemnización por las defraudaciones de las que se le acusaba.
Él mismo concluyó diciendo amargamente: “se ha ido todo lo que yo adquirí durante treinta y ocho años y mi padre y mis antepasados durante cuarenta”
En cualquier caso, su castillo del lago Vänern, que también le expropiaron, sigue en pie, flanqueado por sus jardines y un regio embarcadero, aunque quienes ahí se embarcan hoy en día son los amantes de la navegación a vela y, más modestamente, los jinetes de cisnes
¡Qué parajes! Dan muchas ganas de viajar..
En julio es la mejor época (con algo de lana a mano) pues el sol lo transfigura todo.
Claro que, entre brumas, con el lago helado y los bosques nevados, el paisaje puede tener duende o… ¡ troll ! 😦
Y el castillo… ¿el castillo? ¡ Seguro que se escucha ruidos de cadenas y los lamentos del arruinado Magnus !
bellisimas rosas