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Cementerio marino de Sète

18 septiembre, 2011

La mer, la mer, toujours recommencée ¡

                                                           Paul Valéry

La mort, la mort, toujours recommencée ¡

                                                           Georges Brassens

 



Paul Valéry

En mi ruta por el sur de Francia en dirección a España, por fin he parado en Sète. Otras veces llovía o no había tiempo, pero la semana pasada he podido visitar su cementerio marino guiado por los versos de Paul Valéry (1871-1945).

Es cierto que hay muchos otros motivos para detenerse en Sète, que en esos días era la sede del “Primer congreso internacional sobre la felicidad”, o sea “Les premières assises du bonheur”. No está mal para estos tiempos de crisis y habría sido interesante escuchar a un ministro de Bhutan explicar cómo su país es uno de los más felices del mundo, pero lo que yo quería era verificar las estrofas del poema Le Cimitière Marin de Valéry, comprobar si se correspondían con la realidad del sitio donde el poeta está enterrado, si lo que imaginaba al leerlas es lo que se contempla al estar ahí.


Este camposanto es especial, pues no se trata sólo de un hermoso y apacible cementerio donde yacen los restos de un poeta cuya obra se admira, como sucede con Keats o Shelley en Roma o Machado en Colliure, sino de un lugar que el poeta ha cantado en “Le cimitière marin” (1920), muchos años antes de haber sido enterrado, precisamente ahí, en el panteón de la familia, junto a sus familiares más cercanos


Los dos últimos versos  de la primera estrofa de este poema en veinticuatro decasílabos han sido grabados en la piedra de su sepultura:

O récompense après une pensée

Qu’un long regard sur le calme des dieux ¡

 

¡Oh recompensa después de un pensamiento

Contemplar largamente la calma de los dioses!

Con la desproporción entre el ser pensante y la deseada eternidad que nuestra vida desmiente comienza este largo poema, excepcional memento mori de uno de los mejores poetas modernos.


Ce toit tranquille, où marchent des colombes,

Entre les pins palpite, entre les tombes;

Midi le juste y compose des feux

La mer, la mer, toujours recommencée ¡

O récompense après une pensée

Qu’un long regard sur le calme des dieux ¡

 

Esta techumbre tranquila, que recorren palomas,

Palpita entre los pinos, palpita entre las tumbas;

Un mediodía de justicia aquí fuegos compone

¡El mar, el mar, siempre recomenzando!

¡Oh recompensa después de un pensamiento

Contemplar largamente la calma de los dioses!


Este Techo, “edificio en el alma, suma dorada de miles de tejas”, “ofrenda suprema a los dioses de un sereno fulgor”, sólo obtiene de ellos un “desdén soberano”, por lo que el poeta se resiente, nos dice que ha comenzado a “olfatear aquí mi humareda futura”.

A partir de ahí el poema deambula largamente por estrofas de éxtasis de un soberbio refinamiento y de una escritura diamantina, que conducen casi sin sentirlo del “puro acontecimiento” al “vacío futuro”.

Una pregunta me surge espontánea: ¿por qué las aguas, del mar o de los ríos, arrastran la mirada de los poetas hacia la caducidad del individuo, a la fragilidad de su conciencia? ¿por qué sin necesidad de escribir poesía nos sentimos vinculados a nuestro final futuro a la vera de un río o sentados frente al movimiento incesante del mar? ¿por qué sin embargo frente a las grandes aguas nos sentimos consolados de nuestra finitud y animados a vivir ?

Tant de sommeil sous une voile de flamme, / O mon silence!…

¡Tanto sueño bajo un velo de llamas, / Oh silencio mío!

 

Algunas estrofas hacen recordar inevitablemente el “qué se hizieron” de Jorge Manrique.

Où sont des morts les phrases familières,

L’art personnel, les âmes singulières?

La larve file où se formaient les pleurs

 

¿Dónde se fueron las frases habituales de los muertos,

El arte personal, las almas singulares?

La larva hila allí donde brotaba el llanto

 

Las imágenes de Valéry siguen discurriendo como los ríos de Manrique. No obstante, de todo aquello que acaba bajo tierra, de entre todo lo que está destinado a perecer, lo que hiere más la imaginación del poeta son:

Les cris aigus des filles chatouillées,

Les yeux, les dents, les paupières mouillées,

Le sein charmant qui joue avec le feu,

Le sang qui brille aux lèvres qui se rendent,

Los chillidos de las muchachas al hacerles cosquillas

Los ojos, los dientes, los párpados mojados,

El seno atrayente que juega con el fuego,

La sangre que da brillo a unos labios que se rinden,

Y sin embargo, cuando parece que el poema terminará desplomándose por los abismos de la melancolía, el poeta se alza, como una ola que se libera de la visión del fin, y cierra su obra enfrentándose prometeíco a la calma hipnótica de la muerte:

Le vent se lève!… Il faut tenter de vivre!

L’air immense ouvre et renferme mon livre,

La vague en poudre ose jaillir des rocs!

Envolez-vous, pages tout éblouies!

Rompez, vagues! Rompez d’eaux réjouies

Ce toit tranquille où picoraient des focs!

 

¡Se alza el viento!… ¡Hay que tentar la vida!

Un aire inmenso abre y cierra mi libro,

¡La ola osada surge de las rocas con su espuma!

¡Emprended el vuelo, páginas deslumbradas!

¡Romped, olas! ¡Romped con aguas gozosas

Este techo tranquilo salpicado de foques!

 


Georges Brassens

Pero, mi inesperado descubrimiento en Sète ha sido que Georges Brassens (1921-1981), mi cantautor francés favorito, nació también en este hermoso puerto de mar, y está enterrado aquí. A la entrada del cementerio marino una placa nos remite a otro cementerio, el de Py, donde tiene su sepultura este trovador inolvidable.

No me alcanzó el tiempo para acercarme a ese cementerio, al que se llega por la avenida de la Corniche, pero me permitiréis que ponga en relación al poeta sublime, Valéry, con el poeta terrestre, Brassens, a través de algunos versos de dos canciones. Al fin y al cabo fue él quien con humor y admiración dejó en sus letras varios guiños dedicados a  su paisano .

En su “Súplica para ser enterrado en la playa de Sète”, se acuerda de Valery, cuyos versos son “mejores que los míos”, y que aunque esté enterrado en el cementerio marino, quien recibirá más visitas de los marinos será él, el trovador Brassens, si llegan a concederle el capricho de que su tumba sea un nicho en la playa de La Corniche.

http://www.nme.com/nme-video/youtube/id/cOBoMY84PXk

Desea que instalen un parasol junto a su lápida, para que «los buenos amigos que vengan a hacerme una reverencia no sufran de insolación». Imagina que los vientos que soplan en el Golfo de Lyon, el Mistral y la Tramontana, le traerán en sus aires, desde Italia o España,  los sones de vilanelles, tarantelles, fandangos y sardanas.

La canción acaba con otro deseo del muy bribón: que la sombra de la cruz de su tumba acaricie a las guapas bañistas, las ondinas,  tumbadas sobre la arena (que “el buen Jesús me lo perdone”).

No se le enterró en la playa de La Corniche, pero el cementerio de Py está en el paseo de La Corniche, y su modesta tumba es la de un hombre del pueblo que a la gente ordinaria dedicó sus canciones, dulces y ácidas, sin dorar jamás la píldora.

Lo demuestra su canción “Mourir pour des idées”, contra nacionalismos y guerras, que contiene ese otro guiño a Valéry con el que abríamos esta entrada:

Midi le juste y compose des feux

La mer, la mer, toujours recommencée ¡

                                               Valéry

Les dieux ont toujours soif,

La mort, la mort, toujours recommencée ¡

                                               Brassens

 

http://www.nme.com/nme-video/youtube/id/lLJW0FrQlAM

3 comentarios leave one →
  1. 3 enero, 2013 17:55

    Precioso. Yo sí he visitado su tumba en Sété, incluso he cantado en L’Espace Brassens, y fue muy emocionante. Saludos

    • 3 enero, 2013 22:43

      Muchas gracias Joaquín,

      A ver si algún día tengo yo la suerte de escucharte a ti en directo.
      Un saludo muy cordial.

      Ramón

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