Tres días de mayo en Gotland (II): En el norte de la isla, paseo por Fårö y visita al cementerio marino de Ingmar Bergman
La parte norte de Gotland es menos feraz pues está constituida por una enorme plataforma de sedimentos calizos del Silúrico, separados en tiempos geológicos de la parte sur por un brazo de mar, sin que por ello carezca de una actividad agrícola que se alterna con parajes de bosque y de monte bajo y extensos pedregales y una soberbia costa de roquedales fósiles y de reservas de aves migratorias.
La mayor empresa cementera de los países escandinavos
No todo es paisaje, pues gracias a su geología, Gotland cuenta con una inmensa mina a cielo abierto, que provee la materia prima para la producción de cemento. En Slite se halla la empresa Cementa que garantiza puestos de trabajo e ingresos para el desarrollo de Gotland. Exporta a otros continentes, entre ellos Norteamérica.
La presión del movimiento ecologista empujó hace unos años a la creación de unos laboratorios de investigación en un centro de la empresa que cuenta con un equipo de profesionales químicos y de otras disciplinas, para garantizar que se puedan explotar los recursos calizos y se pueda producir el cemento respetando el medio ambiente mediante procesos industriales alternativos.
Claro que para no ser menos, el norte de Gotland está también sembrado de iglesias
e, igualmente, jalonado de piedras miliares,
sin que tampoco falte algún que otro molino centenario
La isla de Fårö
Fårö (pronunciado fore) es el fascinante apéndice del norte de Gotland.
La isla fue base militar durante décadas. Cuando estuve por primera vez hace veintiocho años, necesité como extranjero un pase especial. Hoy es de acceso libre para los miles de turistas que la visitan en verano, aunque el cupo diario es limitado y controlado por el tráfico del pequeño ferry que te transporta a ella en pocos minutos desde su isla madre.
Por desgracia, la población local disminuye año tras año y ya se debe contentar con una sola galería de alimentación.
La Fundación y el Centro Bergman
Tras bordear la costa pedregosa y sus espectaculares formaciones pétreas, el momento álgido de nuestra visita a Fårö fue la visita al Bergmancenter.
Durante el almuerzo escuchamos las explicaciones de sus directivos sobre la historia del proyecto y sus desarrollos actuales, y visitamos el museo con su sala de proyecciones multimedia y distintos paneles y pantallas muy completos.
Quien quiera estudiar la obra del cineasta puede acceder también a un fondo de documentación y a la filmografía de Ingmar Bergman (1918-2007)
Los ambientes y el atrezzo de Fanny y Alexander (1982), el film que evoca la infancia de su autor, se conservan también, incluida la linterna mágica que le regalaron a su hermano mayor y que el logró canjearle por soldaditos de plomo, así como el teatrín donde con precoz imaginación comenzó a dirigir actores de juguete.
Es también un lugar donde vienen a residir becarios de la Fundación a investigar sobre uno de los mejores cineastas del siglo XX. Hay además una muy buena serie de elementos expositivos dedicados a Fårö y a la relación de Bergman con sus vecinos a lo largo de las últimas décadas de su vida. Entre otras cosas, te informan sobre el Bergman mecenas de la restauración y conservación de edificios y antiguas granjas en Fårö (¿remordimiento por las que quemó para filmar Vergüenza?).
Recientemente, el conocido millonario noruego Hans Gudessen, a petición de la escritora y actriz Linn Ullmann (Oslo 1966), la hija de Liv Ullman y de Ingmar Bergman, ha comprado la casa que el realizador construyó pensando en vivir con Liv para siempre y que siguió habitando hasta su muerte. La ha donado a la Fundación. Se ha salvado así de convertirse en un camping.
Ingmar Bergman realizó cuatro films en los que el paisaje de la isla de Fårö es un importante protagonista.
En Como en un espejo (Såsom i en spegel) (1960) la luz de la severa playa de la isla contrasta con las oscuridades que acechan la vida interior de Karin, la protagonista.
Como relata en sus memorias, fue la búsqueda de las localizaciones adecuadas para el rodaje de esa película lo que condujo a Bergman a descubrir Fårö,
El taxi nos llevó finalmente a los “raukar”, las singulares formaciones rocosas del norte de la isla. Allí estuvimos inclinados contra la tempestad, con los ojos clavados hasta las lágrimas en esos misteriosos ídolos que levantaban sus pesadas frentes hacia las olas y el horizonte que iba oscureciéndose.
En realidad no sé qué pasó. Si uno quisiera ponerse solemne se podría decir que había encontrado mi paisaje, mi verdadera casa. Si se quiere ser divertido se puede hablar de flechazo
…
en tu profesión buscas simplificación, proporción, tensión, respiración. El paisaje de Fårö te proporciona todo eso en gran medida.”
(Ingmar Bergman, Linterna mágica. Memorias, Barcelona, Tusquets Editores 1988, traducción de Marina Torres y Francisco Uriz, pp.221-222)
Bergman explica además que su pasión por Liv Ullmann, veinte años más joven, le llevó a construir, durante las filmaciones de sus siguientes películas en la isla, entre 1966 y 1967, la casa a la que se retiró a vivir con ella, pensando que sería para toda la vida. Ella no pudo resistir la vida de enclaustramiento, de celos y de presión psicológica en que aquel idilio al final se transformó. Aunque, más tarde volverían a trabajar juntos en otros films.
En Persona (1966), la playa de piedras se convierte en un tercer protagonista que lleva a su clímax la dramática relación entre Alma y Elisabet.
En Vergüenza (Skammen) (1968) toda luz desaparece en un región en guerra, el entorno es terrorífico y la relación entre Jan y Eva se agrieta de la misma manera que lo hace el paisaje que les rodea. Las escenas de incendios son reales, un especialista, que había sido experto del ejército sueco, las creó quemando granjas abandonadas con napalm. Era precisamente el tiempo de la guerra de Vietnam.
En Fårö se filmaron también Pasión (En passion) (1969) , donde alguien deambula por una especie de reino de muerte, y Escenas de un matrimonio (Scener ur äktenskap) (1973), una larguísima obra (se produjo como serie televisiva), cuya filmación, sumados ensayos y rodaje, duró sólo diez días, con la interpretación inolvidable y despiadada de Erland Josephson y Liv Ullmann.
Además, en 1970, realizó un documental sobre la vida de las gentes de Fårö. El Fårödokumenten es una declaración de amor a esa tierra y su mar y de afecto a sus vecinos, a quienes entrevista ante las cámaras y que le explican sus aspiraciones y problemas.
Tanta fue su identificación con este rincón del Báltico que, cuando aquel hombre elige el lugar de su sepultura, no solo opta por Fårö, sino que decide que los restos de Ingrid (1930-1995), con quien se casó en 1971 y que fue la última de las cinco mujeres con las que estuvo casado (sin contar aquellas con las que convivió), sean inhumados junto a él.
El cementerio marino de Ingmar Bergman
A alguien le podría parecer desproporcionado este paralelismo con el famoso poema de Paul Valéry que canta al cementerio en el que reposan sus restos en Séte y del que hemos tratado en este blog : https://ensondeluz.com/2011/09/18/cementerio-marino-de-sete/
Pero no creo que a Valéry le hubiese disgustado mi aproximación entre él y este otro poeta, el del cine, con cuyos films crecí y me inicié al estudio del séptimo arte a través de los cineforums y cursillos de análisis cinematográfico de los años sesenta.
No en vano, Ingmar Bergman comenzó su carrera de cineasta, inseparable de la del hombre del Teatro, en los años cuarenta, reflejando en sus primeras películas no pocas afinidades con la poesía cinematográfica del Marcel Carné de Le jour se lêve, al tiempo que bebiendo de la tradición estética del sueco Sternberg.
Claro que lo que luego desarrollaría en los cincuenta y los sesenta, ese era ya su propio universo, su sello personal inigualable.
Pero me estoy desviando del lugar del que ahora hablo. Se trata del cementerio del jardín de la iglesia de Fårö enfrentado con el mar.
Allí, en una esquina sombreada desde la que se divisan las aguas del Báltico, está enterrado. En un espacio reservado para él por la mujer sacerdote que regía la parroquia de Fårö en 2007, la pastora de la Iglesia sueca, amiga suya y con la que colaboró en mejorar la isla, descansa Bergman, sin cruz ni símbolos de creencia.
Su nombre está inscrito, junto al de su mujer, sobre una piedra torneada y alisada por el mar Báltico. Sobre estas tumbas no vuelan las palomas de Séte sino las gaviotas y los albatros de las costas escandinavas.
Pero me permito imaginar que alguno de los cormoranes que en verano visitan las reservas de aves de Fårö ha cumplido su migración anual desde el invierno en el mare nostrum, donde les he visto zambullirse, en enero y febrero, en las suaves aguas del Mediterráneo.
Manejo un instrumento tan refinado que podríamos con él esclarecer el alma humana con una luz infinitamente más viva, desvelarla con mayor brutalidad aún e incorporar a nuestro conocimiento nuevos campos de la realidad. Puede que incluso lleguemos a descubrir una fisura que nos permita penetrar en el claroscuro de la surrealidad y narrar de un modo nuevo y transformador
Ingmar Bergman, Qu’est-ce que faire des films?, Cahiers de Cinéma, n° 61 (juillet 1956) Citado por Jacques Siclier en su monografía sobre Ingmar Bergman, Colección Classiques du Cinéma, Paris, Éditions Universitaires, 1966. (la traducción es mía)