Cenicienta y el tótem o los rostros del dáimôn (Fisionomías XII)

¿Cuál guinda me como? Mosaico de Medusa y las estaciones. Detalle. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Foto R.Puig
Iba a ser domingo, me tocaba componer mi crónica semanal y me encontraba en un aprieto, dudando entre diversos temas que todavía no han adquirido el grado de madurez necesario. Algo así como el pájaro con sus cerezas del mosaico hispanorromano que encabeza la entrada.
¡Con estos calores, dedicado a los nietos (bien que como abuelo mi dinamismo no esté a la altura que se requiere) y ocupado en deberes vecinales, se estaba acercando la fiesta del Señor y yo con estos pelos!
Pero, la Providencia, en forma de periódico, se me reveló de mañanita, mientras me tomaba dos cafés con leche en un bar acogedor de Vergel, acompañados de una exquisita barrita tostada con tomaca.
El periódico al que me refiero es el ABC, que cuando puedo compro los sábados por su suplemento cultural. Espero que no les parezca mal que les traiga a esta página con la agencia Reuters (me gustaría sin embargo tener el nombre del anónimo fotógrafo). Mi blog (para nada comercial) reproduce aquí la foto a efectos bibliográficos.
Pues bien, la imagen salvadora ha sido la de una bella que mira no sé qué espectáculo catedralicio escondida tras un hombrachón de madera policromada.
Para dejarme de circunloquios: nuestra reina novicia, es decir Letizia, no sé bien si se cobija o se abraza a las espaldas de nuestro tótem nacional.
¿Me pregunto lo que pasa por su mente al contemplar la nave de la catedral repleta de autoridades y de un público fervoroso? Puede que un día, cuando ya anciana abdique se lo diga a nuestros nietos en sus memorias. Por el momento, parece que, en secreto cuchicheo, comparte sus aporías con el santo mártir.
El apóstol cabezudo responde como si nuestra egregia cenicienta (ya hace tiempo rescatada de la cocina de TVE por su príncipe) estuviese haciéndole cosquillas lumbares. Lo hace con una expresión de sorpresa y gusto que no se le conocía desde hace siglos. ¡Y el pobre lleva ya casi ocho recibiendo achuchones y alguna que otra colleja!
Desde luego lo de frotarse con Francisco Camps no debió de hacerle mucha gracia,.
Por no hablar de los amplexos de otro Francisco, aquél ferrolano que llegaba bajo palio a ofrecer la nación al bélico patrón
Paralelos fisiognómicos
Pero este es un blog serio ¡basta de frivolidades!
En la mejor tradición de Gianbattista Della Porta, dejadme especular con algunas analogías entre la efigie de Santiago el Mayor, cuyo sagrado leño tantas ilustrísimas y peregrinos han abrazado y a quien tantas supremas magistraturas han ofrecido la nación (sin pedirnos permiso). Pienso que no me excedo en ello (nada del abrazo de Siva y de otros mitos escabrosos).
¡Lejos de mi cualquier paralelismo surrealista! ¡Sólo pura analogía fisiognómica que diría nuestro Della Porta!
En primer lugar, hay algo que me recuerda a nuestros Gigantes y Cabezudos. En particular a uno que salió en unas fiestas de San Isidro en Madrid, creo que por la época de aquel alcalde al que llamábamos “el viejo profesor”. Lleva una corona de santidad, puede que sea el patrono de Madrid. Pero, salvada la diferencia de materiales, su parecido con el hijo del Zebedeo es bastante grande y también parece que le estén haciendo cosquillas.
Claro que, cerca del santo, también hay bellas chulapas cabezudas, pero esto viene menos al caso ¿o no?
Remontándome en el tiempo, me sorprende también el parecido con otro dáimôn tutelar, uno de esos seres semidivinos que protegen a los baqueteados seres humanos.
Me refiero a la ibérica Bicha de Balazote, un híbrido de animal y hombre al que también es probable que venerasen en un templo.
Se piensa que representa a Aqueloo, el dios prehelénico, hijo de Gea y del Océano, deidad río garante de la fertilidad. Curiosamente, cuenta la leyenda que el cuerpo del apóstol Santiago llegó navegando por el mar, como si hubiese superado las tempestades y las olas bajo los auspicios de las divinidades oceánicas hasta su arribo a Galicia en la desembocadura del río Ulla.
Nada tiene pues de extraño que se parezcan tanto estos dos tótems ibéricos.
Conclusión: ¡no olvidéis ir a visitar el renovado Museo Arqueológico de Madrid así como os sea posible!
La bicha os espera. No se si os van a dejar pero, no parece que sea imposible darle un abrazo cuando el guarda de la sala se despiste. ¿Por qué no inaugurar otra tradición? Cuando vuelva al Museo, yo mismo trataré de darle un achuchón.
Pudiera ser que si, superando el espesor de los siglos, abrazamos esa bicha de nuestra protohistoria común, esas polémicas entre nacionalidades españolas, hoy tan enconadas, acaben por revelarse fútiles.
….
Nota bene, en todo caso, hay alguien más serio que yo que ha investigado y escrito sobre el nacionalismo:
– Tortosa, J.M. El nacionalismo europeo, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil Albert, 1993
– Tortosa, J.M. «La cuestión de la identidad en las Ciencias Sociales Contemporáneas», en AA.VV. Ensayos de Teoría Sociológica, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1992
– Tortosa, J.M. Política linguística y lenguas minoritarias, Madrid, Tecnos, 1982
Tuve un amigo que al referirse al Apóstol siempre lo adjetivaba de «barbudo con cara de tontaina». Perdí la cuenta de las veces que estuve en la catedral, pero ninguna comparable a la última (y por cierto, sé que sabes que la espalda de Santiago resulta decepcionante; ¿será por lo que de ella se llevaron a modo de souvenir los afectuosos peregrinos?:-) Debía de tratarse de alguna fiesta destacada porque el botafumeiro oscilaba decidido por la nave y los clérigos de alto copete se entregaban al gregoriano con sus voces enérgicas y viriles, todo ese espectáculo al que siempre me siento tan ajena, excepto por lo que revivo de infancia mágica en aquel bendito lugar. Lo extraordinario es que no sé qué casualidad nos empujó a permanecer de pie, y tan cerca de parte de la ‘aristoclerigalla’, que parte de lo que susurraban algunos, y que siempre me había intrigado visto de lejos, nos llegó con entonación de nula solemnidad, puede que gula como mucho. ¿Sabes de qué hablaban? ¡Del marisco más noble de la tierra meiga!
Gracias, Ramón, esta entrada es deliciosa, algo naïf, como espléndidas fueron las tres anteriores, en especial, para mí, la última. ¡Qué suerte la de quienes te disfrutan como guía y conductor! Ningún domingo sin son de luz.
Siempre que he estado en Santiago el tiempo lluvioso me ha acompañado y sus calles, sus gentes y sus rincones me han encantado. Supongo que eso tiene que ver con que se haya convertido en un polo de atracción secular para todos los europeos de a pié, tanto en sentido literal como metafórico (aunque he leído que los que vienen a casarse ahí son los japoneses).
Nada raro pues que un «barbudo tontaina» haya llegado a ser el ídolo mágico por excelencia de la España incomprensible.
Pero hoy mi hija ha encargado una paella con marisco. Veremos de dónde viene esa pesca. ¡Ojalá viniera de Galicia! Pero sospecho que en tierras levantinas llegará más bien de Tailandia o Senegal. ¡Al menos que tenga pocas toxinas!
Gracias Luisa.
Saludos
Ramón
El tal Tortosa al que citas tal vez sea más serio. Lo dudo mucho. Pero es demasiado antiguo. Veinte años son nada, vale. Pero treinta y con la que está cayendo… Prefiero tus dominicales.
Pues hay previsiones e intuiciones que no se agostan, algo así como el vino añejo. En estos días se están cumpliendo algunas, en las que no entro para mantener la neutralidad política del blog… 🙂