Göteborg (1)
Esta es una ciudad de colinas, pero no como las de Roma. En Gotemburgo se trata de un conjunto de chepas rocosas, algo así como los lomos de una serie de batolitos, entre los cuales una serie de riachuelos han ido dejando sus sedimentos, todo al borde de un zona donde hubo ciénagas y marjales hasta que los inmigrantes holandeses las desecaron en el siglo XVII y construyeron sus canales a la manera de los de Amsterdam. Por el momento los botes que en verano los recorren cargados de turistas están a buen recaudo. Ni siquiera los patinadores se aventuran en ellos.
La ciudad del río Göta se asienta en gran parte sobre peñascos, modelados por aquellos cambios climáticos que nos explicaron en el colegio como periodos de glaciación e inter-glaciación. Por esta época la faz agreste de la roca exhibe su barba de carámbanos.
Dando en el tiempo un salto, un poco melancólico, eso sí, podría preguntar de nuevo a mi profesor de geografía, como ya lo hice en clase durante un crudo invierno madrileño de los años cincuenta, si no estaremos entrando en una nueva glaciación. Pero no, esto es un invierno escandinavo como tiene que ser. Cuando salgo por la mañana, blanca y luminosa, con un sol que proyecta larguísimas sombras de árboles y farolas sobre un pavimento helado y resbaladizo, me refresca el rostro un aire a 20 grados bajo cero. Puede que por eso, para suscitar la atención de las posibles compradoras, los anunciantes invaden las calles en estos días con publicidad de lencería femenina.
En el parque frente a la entrada del jardín botánico hay un ilustre paseante en bronce a quien la nieve y el frío no alteran
y los dos combatientes de un grupo escultórico romántico han quedado congelados esgrimiendo sus puñales frente al Gran Teatro.
Por fortuna, si tienes las manos ateridas puedes recalentarlas en uno de los tradicionales braseros que los ayuntamientos suecos ponen a disposición del transeúnte durante el invierno.
Cuando tus dedos recuperan su calor habitual ya puedes hacer el lazo en los cordones de tus botas de patinar y lanzarte a la pista.
Luego podrás volver a refugiarte detrás de las ventanas de tu apartamento donde, navidades obligan, no faltan nunca los candeleros eléctricos de IKEA.
… y yo que pensaba que hacía mucho frío por aquí, por Nules… jajjajaja
Felices Fiestas en Göterborg.
Un abrazo