La luna y la jirafa

La luna no necesita permiso de asilo para atravesar fronteras, aparece, crece y decrece donde quiere, sin rellenar solicitudes. Vive y migra sin papeles. No necesita pactos ni convenciones internacionales como los seres humanos. En un nivel intermedio los animales de las sabanas africanas no tienen tantos problemas para que los parque zoológicos de Europa los importen. Sin ser un experto, imagino que con los adecuados trámites, pagos y requisitos de salud e higiene, pueden encontrar acomodo en alguno de ellos, por ejemplo en el que podemos visitar a menos de una hora de Gotemburgo.

No obstante, a pesar de que tengan un espacio y unos cuidados suficientes, supongo que no les faltarán ganas de darse un garbeo más allá de sus límites. Quién sabe, si no físicamente al menos en espíritu, sin que nos demos cuenta, gracias a algunas prácticas animistas de su tierra de origen, su alma, luminosa, migre a mi barrio para charlar con la luna.
Y como ya lo hacía un pastor de Asia, le diga a la luna eso de :
¿Qué haces luna en el cielo, dime qué haces,
Luna silenciosa?
–
Che fai tu, luna, in ciel? dimmi, che fai,
Silenziosa luna?
.
(Giacomo Leopardi, «Canti», Canto XXIII, «Canto nocturno de un pastor errante de Asia»
claro que imagino que se lo dice en swahili :
Unafanya nini, mwezi, angani? niambie, unafanya nini,
Mwezi kimya?
Por el momento, podemos estar tranquilos y que sea sólo la pacífica jirafa la que transmigra a nuestro barrio. ¿No estremece pensar en lo que ocurriría si fuesen los espíritus de los rinocerontes del mismo parque zoológico los que consiguiesen hacernos una visita?

¿y se lanzasen a corretear cerca del Gran Teatro, lanzando sus barritos a la luna?

