Saltar al contenido

De un viaje a Irlanda (IX). Cork (3): todo tiempo pasado…

20 agosto, 2023

Visita a Blackrock

A fines el siglo XVI los habitantes de Cork erigieron el castillo de Blackrock en la margen derecha del río Lee para defenderse del acceso por mar de piratas y otros ataques enemigos cerca de la pequeña localidad del mismo nombre en el abra de Cork, un estuario que forma un puerto natural, entre los más amplios del mundo.

La torre del castillo fue terminada en 1582 y tuvo que ser reconstruida, a causa de un incendio, por suscripción pública en 1722. De nuevo se quemó el castillo a causa de las antorchas de un banquete en 1827 y fue reconstruido dos años después.

En lo más alto de la fortaleza se alza un observatorio astronómico. El perfil de este edificio tenazmente reparado por los ciudadanos de Cork durante sus más de cuatro siglos de historia corresponde al imaginario tradicional de lo que un castillo ha de ser con sus torretas y almenas de cuento de hadas y misterios.

Aunque el telescopio robotizado de su observatorio espacial nos recuerda que estamos en el siglo XXI.

Pero, volviendo al pasado, voy a comentar dos exposiciones que visité en Cork y que evocan las penas y luchas de los irlandeses en los siglos XVIII y XIX

.

Las escuelas ilegales de Nano Nagle

Tras la victoria del protestante Guillermo de Orange sobre el rey católico Jacobo II en 1691 se desató la persecución británica contra los católicos irlandeses. Las primeras leyes penales se promulgaron en 1695 y, durante los más de dos siglos hasta la independencia (*), se dictaron más y más leyes concebidas para mantener a los católicos en una posición de inferioridad económica, religiosa, política y social.

Entre muchas otras cosas, a los católicos se les prohibió enseñar o gestionar escuelas, comprar o heredar tierras de protestantes, ejercer la abogacía, ocupar puestos públicos en el gobierno local o central, servir en el ejército o en la marina, etc. Sólo los sacerdotes inscritos en un registro público podían seguir en Irlanda.

La celebración de la misa, en tiempos de las leyes penales, sobre todo si el sacerdote era clandestino, devino una práctica que se celaba como algo prohibido.

Dentro de ese contexto represivo, una joven irlandesa decidió consagrarse a la educación de los hijos de los católicos a los que se privaba de escuela.

El Nano Nagle Place es la sede de un centro de memoria de aquella mujer Nano Nagle (1718-1784), cuyo nombre de Honora fue sustituido por el familiar de Nano, hija de una familia católica establecida en Cork desde hacía siglos, que tuvo extensas propiedades en la región y perdió casi todo por las leyes penales, salvo las que pudieron conservar gracias a un pariente cercano protestante y a la habilidad de su abuelo para conservar algunas tierras y recursos comerciales familiares. Durante el siglo XVIII la ciudad se convirtió en un puerto de intenso intercambio comercial, aunque según dicen las crónicas un lugar también lleno de mendigos, pobres y barrios descuidados.

Para acceder a una educación adecuada a sus aspiraciones Nano tuvo que camuflarse de polizón para estudiar en Francia y conseguir allí una formación que le preparase como educadora. A la muerte de su padre decidió dedicarse a crear centros de enseñanza clandestinos para los hijos de familias católicas, contraviniendo a las leyes penales vigentes, en particular a la Education Act de 1695.

En los primeros 18 meses de creación de escuelas clandestinas, Nano pasó, tras empezar con una primera en 1750 para 30 niñas, a tener organizadas aulas para 400 alumnos. Para no inquietar a su familia por el riesgo que estaba corriendo, justificaba sus ausencias diciendo a su hermano y jefe de familia que se iba a rezar en una capilla.

Sus escuelas abrían a la ocho de la mañana y terminaban las clases a las cinco de la tarde. Las alumnas aprendían a leer y escribir, aritmética y también trabajos de hilado, cosido y bordado. Comían en la escuela y asistían a misa a diario. Al principio eran escuelas para chicas, pero cuando su tío y su hermano descubrieron su programa, la continuaron apoyando, y gracias a un legado del primero en 1756, trece años después, en 1769, había conseguido poner en marcha siete escuelas para niñas y cuatro para niños, todo ello arriesgándose a ser descubierta y penalizada.

Las «Hermanas de la Presentación» (Presentation Systers) que Nano Nagle fundó fueron apodadas las hermanas galopantes, como escribió en 1782 un jesuita que apoyaba su obra, pues trabajaban inmersas en la comunidad, con ropa seglar y sin hacer vida de convento, y fueron las maestras en esas escuelas.

En la muestra permanente del lugar de memoria Nano Nagle Center de Cork se guardan y pueden consultarse in situ en una pantalla los Anales del Convento de la Presentación de Douglas Street, donde se conserva esa crónica de su trabajo comunitario, desde la creación de sus escuelas hasta el final de la sujeción al dominio británico, durante la larga época de epidemias, penuria, hambre, rebeldía, represión y guerra civil vivida por los irlandeses.

.

En el fortín isabelino (Elizabeth Fort)

El Elizabeth Fort fue construido de piedra en 1620 en sustitución del de ladrillo, destruido anteriormente por los rebeldes, por lo que los habitantes de Cork fueron obligados por los británicos a sufragarlo. Con sus piezas de artillería era una parte importante de la defensa de Cork bajo dominio británico contra los renovados asaltos de las rebeliones gaélicas.

Hoy es un lugar de atracción turística, que más allá de su pasado militar también alberga la historia de de una prisión que recluyó no sólo a criminales, sino también a muchos desgraciados condenados por unas leyes que castigaban a quienes vivían en miseria extrema y eran encarcelados por delitos menores.

Entre 1817 y 1837 se utiliza como depósito de convictos para poblar la colonia australiana. Eran presos de toda Irlanda, hacinados hasta 250 a la vez en sus calabozos, esperando que los barcos de convictos partieran hacia Australia, donde eran llevados en largas travesías.

A los hombres desde 1822 se les recluyó en prisiones flotantes en el puerto y a las mujeres convictas destinadas a Australia o a la colonia británica de Tasmania (la Van Diemen’s land) se les reservó el fortín (***).

El 20 de septiembre de 1833, Mary Russell de Cork fue acusada ‘de haber robado una pieza de ropa’ y fue sentenciada a ser transportada durante siete años. Se la llevó a la prisión del Condado de Cork y tuvo que dejar a su hijo de cinco años fuera de los muros de la cárcel. El pequeño John Russell se las arregló por sí mismo y tres meses más tarde fue acusado del crimen de vagabundeo (estar sin techo) y fue internado en la prisión para reunirse con su madre.

Un año más tarde acompañaba a su madre en el Elizabeth Fort esperando ser transportado al otro lado del mundo.

Tristemente, ni Mary ni John consiguieron llegar a Australia, pues su barco, el Neva, naufragó en las costas de Tasmania el 13 de mayo de 1835.

Choca hoy saber que delitos relativamente menores como el robo de un sombrero, una capa, unas tijeras, una cuchara o una prenda de ropa pudiesen conducir a la deportación. Las mujeres que cometían tales delitos eran a menudo extremadamente pobres y desesperadas.

Mary Cassidy de Dublín sólo tenía 19 años cuando fue sentenciada a siete años de deportación por haber sustraído un pañuelo en 1834

(de los paneles de la exposición sobre las deportaciones de mujeres convictas entre 1822 y 1837)

Fueron muchas las convictas que al final de su condena, al no poderse costear un pasaje de vuelta a Irlanda aceptaron un marido en Australia y son las antepasadas de generaciones de australianos de hoy.


NOTAS

(*) El Imperio Británico apoyó las luchas de la independencia de los territorios hispanoamericanos a principios del siglo XIX (ver los sueños imperiales de Simón Bolívar) mientras ¡durante otro siglo más! mantenía colonizados a los irlandeses y reprimida violentamente su lucha por la independencia.

(**) Maureen Wall, «The Age of the Penal Laws (1691-1778)» en The course of the Irish History, edited by T.W. Moody & F.X. Martin, enlarged edition, The Mercier Press, Cork, 1984, page 225.

(***) Curiosa coincidencia con el sistema de reclusión en un barco de solicitantes de asilo en la Gran Bretaña de hoy.

2 comentarios leave one →
  1. Yves Steinmetz permalink
    3 septiembre, 2023 01:00

    Que poco difundida la historia de las relaciones anglo irlandesas. Y siguen los roces hasta el día de hoy.
    Interesante y muy bien explicado e ilustrado

  2. 4 septiembre, 2023 00:39

    Cuando a finales del siglo XVII las guerras de religión se habían extinguido en el continente europeo, la persecución de carácter religioso contra los católicos irlandeses por parte del imperialismo colonial de la Gran Bretaña anglicana se mantuvo por dos siglos más.

    Sólo la invasión de Cromwell entre 1649 y 1653 se saldó con la muerte o el exilio de entre el 15 y el 2o % de la población irlandesa, esos sin contar con el expolio de tierras y las brutales prohibiciones que se mantuvieron hasta finales del siglo XIX.

    Muchas de las acciones de aquel ejército parlamentario inglés hoy serían consideradas crímenes de guerra o genocidio, en buena medida impulsados por el odio a los fieles de una confesión religiosa.

Deja un comentario