¿A quién le importa?
Los profesores de Literatura Española (en cualquiera de nuestras lenguas) podrían un día ser superfluos. La mejor forma de que esto ocurra es que el Ministerio de Educación o el respectivo Departamento de Educación autonómico sigan dando mordiscos al programa, para que al final los estudiantes de Bachillerato consideren que no sirve para nada leer y estudiar a nuestros autores clásicos y modernos, que eso no ayuda a sacar nota, ni en los estudios ni en la vida. Podría llegar el día en que ya no haya héroes que quieran enseñar nuestra literatura.
Tres profesores de Barcelona han lanzado una voz de alarma. Es una botella al mar. Esperemos que llegue a la playa adecuada y que las autoridades del castillo se inclinen a recogerla, que lean el mensaje y pongan remedio a este desahucio en marcha.
¿Adiós a la literatura?
Como consecuencia de la implantación del nuevo currículum de bachillerato definido por la LOMCE, la materia dedicada al estudio de las literatura castellana y catalana) ha sufrido una degradación que consideramos inaceptable. Hasta la fecha ambas literaturas tenían la consideración de asignaturas de la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales con una carga lectiva de cuatro horas semanales y los alumnos podían elegirlas en los exámenes de acceso a la universidad.
A partir del próximo curso quedan relegadas a la categoría de “materia específica”, lo que en realidad significa que han sido excluidas de hecho del currículum de Humanidades y Ciencias Sociales. Su carga lectiva se reduce a dos horas y, además, no serán evaluables en la prueba final de bachillerato o reválida, con lo que las posibilidades de que sean elegidas por los alumnos se reducen muy considerablemente. Por el contrario la asignatura Literatura universal se convierte en materia de modalidad, evaluable en la prueba final y con una carga lectiva de cuatro horas.
El Departament d’Ensenyament en este caso ha aplicado mecánicamente lo que indica el articulado de la LOMCE que, al parecer, ignora la existencia en España de comunidades con dos lenguas oficiales. El Ministerio de Educación entiende que el estudio de la literatura se puede llevar a cabo perfectamente dentro del programa de la asignatura común, es decir, cursada por todos los alumnos de bachillerato. Pero debe tenerse en cuenta que, en territorios monolingües, dichas asignaturas comunes tienen una carga lectiva de ocho horas entre los dos cursos. En los territorios bilingües la carga se reduce a cuatro horas. Como demuestra la experiencia en dicha materia se prioriza todo lo que tenga que ver con la competencia lingüística y, en consecuencia, el estudio de la literatura queda relegado a un segundo plano, cuando no definitivamente suprimido.
Por todo ello instamos al Ministerio de Educación y al Departament d’Ensenyament a que corrijan lo que a todas luces es un despropósito y posibiliten que el estudio de la literatura recupere el lugar que le corresponde –por razones que deberían resultar obvias- en un plan de estudios de Humanidades. Para ello resulta imprescindible que se den dos circunstancias:
1- Las asignaturas de Literatura castellana y de Literatura catalana deben recuperar su condición de materias de modalidad evaluables en la prueba final de bachillerato.
2- Las asignaturas de Literatura castellana y de Literatura catalana deben tener la misma carga lectiva que el resto de materias de modalidad, es decir, cuatro horas semanales.
Carlos Alcalá (Institut Infanta Isabel d’Aragó)
Teresa Barjau (Institut Icaria)
Joaquim Parellada (Institut Infanta Isabel d’Aragó):
El manifiesto de nuestros amigos profesores ha aparecido también en dos blogs, en la Nave de los locos y en De ahora en adelante, desde luego mucho más competentes en materia literaria que el de quien les habla.
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Pisa con garbo…
Me van a decir que soy exagerado, pero esta actitud de las autoridades educativas hacia nuestra literatura es coherente con la obsesión por situarse en los mejores puestos del ranking del llamado Informe Pisa (Programme for International Student Assessment), en el que, cada tres años, los ministerios de educación de 65 países quieren a toda costa ser bien puntuados.
Se incluyen desde luego factores tan importantes como la “financial literacy” que es algo así como el conocimiento y la competencia financiera de los alumnos de quince años.
A mí esto me ha hecho pensar en esta escena de Galdós, quien a finales del siglo XIX (Torquemada en la hoguera, 1888) ya ironizaba sobre ciertas prioridades educativas:
Les dijo:
– Voy a presentarles a ustedes el monstruo de la edad presente.
Y le presentó y se maravillaron, pues fue el chico a la pizarra, y como quien garabatea por enredar y gastar tiza, resolvió problemas dificilísimos. Luego hizo de memoria diferentes cálculos y operaciones, que aun para los más peritos no son coser y cantar. Uno de aquellos maestrazos, queriendo apurarle, le echó el cálculo de radicales numéricos, y como si le hubieran echado almendras. Lo mismo era para él la raíz enésima que para otros dar un par de brincos. Los tíos aquellos, tan sabios, se miraron absortos, declarando no haber visto caso ni remotamente parecido.
Era en verdad interesante aquel cuadro y digno de figurar en los anales de la ciencia: cuatro varones de más de cincuenta años, calvos y medio ciegos de tanto estudiar, maestros de maestros, congregábanse delante de aquel mocoso, que tenía que hacer sus cálculos en la parte baja del encerado, y la admiración los tenía mudos y perplejos, pues ya le podían echar dificultades al angelito, que se las bebía como agua. Otro de los examinadores propuso las homologías, creyendo que Valentín estaba raso de ellas, y cuando vieron que no, los tales no pudieron contener su entusiasmo: uno le llamó el Anticristo; otro le cogió en brazos y se lo puso a la pela, y todos se disputaban sobre quién se le llevaría, ansiosos de completar la educación del primer matemático del siglo. Valentín los miraba sin orgullo ni cortedad, inocente y dueño de sí, como Cristo niño entre los doctores.
(Benito Perez Galdós, Las novelas de Torquemada, Madrid, Alianza Editorial, el Libro de bolsillo, 1967, pp.19-20)
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Pero ¿para qué perder el tiempo con Galdós? Ayer mismo acabaron las pruebas del Informe Pisa correspondiente al año 2015. Más de treinta mil alumnos de 15 años repartidos por 900 centros de todas las comunidades autónomas españolas han respondido por ordenador a una prueba de dos horas. Anhelantes, los departamentos de Educación esperarán a que se publiquen los resultados.
¿Nos acercaremos a Singapur? ¿Estaremos más cerca de Shanghai?
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Por los despachos
Sr. Ministro, su discurso para el Centenario de Santa Teresa…
Bien, bien, Martínez. No está mal, pero veo algunos detalles que no vienen al caso. No me sea tan devoto. Ya sabe que estoy harto de que me acusen de estar a lo que manden los obispos. Ahora se lleva lo laico. Así que quíteme eso de Las Moradas. ¡A quién le importan la vida y el color de los hábitos de las monjas de Santa Teresa! Meta usted… Veamos… ¡Ya! ¡Ponga algo sobre el erotismo subliminal en las obras de Santa Teresa!
Ah! Y prepáreme usted cuanto antes mi visita oficial a Singapur
Ramón, te pido perdón de antemano, porque has tocado la única cuestión, diría, que me descoloca y que me puede empujar a ser incluso descortés extendiéndome en demasía. Te dejo en el blog un extracto del estado de la cuestión, al menos hasta que me jubilé tras una vida en la Enseñanza Pública, y no solo respecto a la asignatura Literatura Española, sino a la enseñanza en general, más una valoración sin duda subjetiva, pero que podría, me temo, ser capaz de demostrarte, si se dieran las circunstancias que lo permitieran.
1. La presencia de la asignatura Literatura Española en el currículo escolar fue una conquista relativamente reciente, quizá se introdujo en el curso 2006-2007 con la LOE. Se le dedicaban 4 horas semanales y era -¿era?- una asignatura optativa que, en general, atraía a solo un puñado de alumnos, con un porcentaje de tal vez un escaso 10% que la elegía convencido de que le iba a gustar, el resto porque consideraba que probablemente se aprobaba con facilidad. ¿Por qué no despertaba el interés esperable? Las líneas que siguen te podrán dar alguna luz.
2. Los alumnos de ESO y de Bachiller tienen, tenían al menos hasta que me jubilé en el 2010, 3 horas semanales de lo que, aquí, en el País Valenciano, se llama Lengua castellana y Literatura (me vi obligada a asistir a alguna de las apasionadas y ‘apasionantes’ discusiones sobre cómo debiera llamarse la asignatura, que finalizaron con la denominación que acabas de leer y con mi estabilidad emocional y mi salud algo mermadas…). Dado que el programa de Lengua era interminable, y que se sumaba, para empezar, tanto a insuficiencias de lectura mecánica como de comprensión lectora y de redacción, en ciertos casos gravísimas, en términos generales se prescindía de la enseñanza de literatura. Y no me refiero solo a algunas de las características de los movimientos literarios, al estudio mínimo de los autores más significativos o a alguna de sus obras -inimaginable-, sino a, al menos, un tiempo de lectura comentada en el aula de algunos fragmentos narrativos o de poemas imprescindibles, en vista de lo cual dejaba de despertarse ese gusto por la lectura y por la literatura; es decir, la literatura solía quedar desatendida por la mayor parte del profesorado para trabajar la lengua en detrimento de aquella. No te extrañe, pues, que al llegar a 2º curso de Bachiller, los chicos se decantaran por ‘una optativa’ llamada Literatura Española con las limitaciones que te indico líneas atrás al elegirla.
3. Síntesis valorativa brevísima sobre estas últimas generaciones nuestras ‘más preparadas que ninguna de las anteriores’: la capacidad de lectura mecánica -aquella expresión de mi infancia ‘leer de corrido’- de un porcentaje considerable de nuestros licenciados, que lee poco o nada, llegaría por pelos al aprobado; en lectura comprensiva, suspendería la gran mayoría.
Creo que no hubo nada en mi vida que haya amado con pasión más obstinada que la enseñanza, y en concreto la de la lengua y la literatura; de hecho, me retiré apurando todo límite. Tampoco nada frente a lo cual me hubiera sentido más impotente a insatisfecha. Y las razones o causas nunca anduvieron en ‘el paño’, los chicos son los siempre -y además lo son en todo, frente a lo que suele decirse-, es la nula voluntad de los gobernantes, el sistema educativo, la despreocupada actitud de la mayor parte de la sociedad.
Sé generoso y absuélveme del pecado de extensión en blog ajeno, Ramón. Y gracias por tocar el tema eterno.
Luisa,
¡De absolver nada! ¡de agradecer todo! Tu comentario arroja más luz sobre esta situación, en proceso de empeorar como lo señalan los profesores de Barcelona. Estoy seguro que aprecian el diálogo que abres, más aún viniendo de una compañera que ha pasado por lo que ellos están pasando. Gracias por ello. Y si quieres añadir más, lo seguiremos agradeciendo.
Yo no enseñé en un colegio mucho tiempo, un año y medio, y fue con alumnos de Escuela Secundaria en el Perú, hace ya siglos. Pero de mi experiencia enseñando lengua castellana, como tu dices, extraje la sensación de una laboriosidad interminable. Si además, como señalas, se intenta que en la misma asignatura se incluya la literatura, las urgencias de conseguir que los alumnos lean, escriban y hablen correctamente (yo usaba el teatro para aumentar el interés y ayudarles a progresar), acaban por asfixiar el posible interés por los textos literarios y por sus autores, que ya de entrada no es mayoritario que se diga.
A ver si un día podemos hablar en directo de todo esto.
Un saludo cordial
Ramón