En la ruta veraniega (IV). Del Pays d’Auge en Normandía a Dötlingen en el Parque Natural de Wildeshauser Geest
Para Jaime y Pascale
En ruta hacia Normandía.
Dejo atrás Toulouse y, al cabo de pocas horas, en el centro de Francia, me interno apenas una media hora por las calles soleadas de Brezolles.
Brezolles
Me preguntaréis el porqué. Pura melancolía de un mediodía caluroso de julio, pues he querido preguntar si hay alguna memoria de los centenares de refugiados de la Guerra Civil española que fueron colocados por las autoridades francesas en esta villa y en otras de la región cuando ya no era sufrible, o porque no les cabían, mantener entre alambradas en los campos del sudoeste a cientos de familias, a miles de personas, que escapaban de la represión desatada por los vencedores.
En Brezolles y otros pueblos pasaron meses y meses nuestros compatriotas expulsados con violencia de su país, incluso cuando ya se había instalado el régimen filonazi y filofranquista de Vichy. Cada día peor vistos de la población local, algo así como ocurre ahora en Suiza con los asilados, pero a mucho mayor escala, en situación de extrema precariedad y atemorizados por la amenaza de la deportación.
Interrogo a una vieja señora, que por la edad, podría tener algún recuerdo. Nada. Pregunto en una oficina de la mancomunidad de la región. La funcionaria es joven y amable. Me remite al ayuntamiento.
La alcaldía está cerrada y tardará unas horas en abrir la ventanilla de la tarde.
Debo seguir viaje sin encontrar ecos de lo que el tiempo parece haber sepultado. Cuántos años, cuántas vidas, cuántos dolores y exilios que pasaron por esas calles sin que ya queden vestigios.
Pero alguien ha estudiado la vieja historia de estos refugiados. Se puede encontrar en este estudio de Jeanine Sodigné-Lostau publicado en 1996 en la revista Matèriaux pour l’histoire de notre temps: «L’accueil des réfugiés civils espagnols de 1936 à 1940. Un exemple : la région Centre»
Brevemente Chartres
Hago noche en el camping municipal de Chartres.
A la mañana siguiente doy una vuelta por su catedral y aledaños. Estuve en Chartres en los años sesenta como peregrino, caminando en medio de los trigales de La Beauce, esa llanura interminable que describió Charles Péguy en un soberbio poema del que transcribo algunas estrofas, que no me atrevo a traducir
Étoile de la mer voici la lourde nappe
Et la profonde houle et l’océan des blés
Et la mouvante écume et nos greniers comblés,
Voici votre regard sur cette immense chape
…
Deux mille ans de labeur ont fait de cette terre
Un réservoir sans fin pour les âges nouveaux.
Mille ans de votre grâce on fait de ces travaux
Un reposoir sans fin pour l’âme solitaire.
…
Un homme de chez nous a fait ici jaillir,
Depuis le ras du sol jusqu’au pied de la croix,
Plus haut que tous les saints, plus haut que tous les rois,
La flèche irréprochable et qui ne peut faillir.
…
C’est la tige et le blé qui ne pourrira pas,
Qui ne flétrira point aux ardeurs de l’été,
Qui ne moisira point dans un hiver gâté,
Qui ne transira point dans le commun trépas.
…
Charles Péguy, Présentation de la Beauce à Notre-Dame de Chartres
Era en medio del calor del verano del 1967. Cuando aún nos quedaban bastantes kilómetros para llegar las torres y agujas de la catedral se revelaban sobre un mar de espigas. Volví a fines de los ochenta, pero motorizado.
En este viaje he venido por carreteras secundarias, parando a trechos entre los campos de cereal, tratando de recuperar mi lejana visión. En vano. Las torres están inevitablemente acompañadas por otras construcciones de la industria agraria o de las conducciones eléctricas. Quizá no he sabido encontrar el emplazamiento y las perspectivas justas.
¿Habrá todavía quien llegue a Chartres haciendo decenas de kilómetros a pie, en medio de trigales?
El caso es que siempre es agradable que desde aquella lejana Edad Media sus santos y profetas te reciban con una sonrisa.
Prefiero no seguir a un grupo de japoneses que ejecutan parsimoniosos el rito del famoso laberinto sobre el pavimento del crucero de la catedral.
Prefiero extraviar la vista por las historias sagradas y profanas de sus vidrieras.
Para eso he traído mi catalejo.
Le Pays d’Auge
Después de dejar Chartres no tardo mucho en entrar en Normandía por la región de vacas, quesos, manzanos y sidra del Pays d’Auge. Esta provincia normanda se extiende entre París y el macizo bretón. La recorren los río Touques y Dives. Este último conduce entre meandros las aguas de una meseta de verdes ribazos, pastos y suaves declives sombreados por frondosas arboledas.
En una granja del siglo XV que adquirieron casi en ruinas hace veinticinco años, nuestros mejores amigos de París, con mi mujer que ha llegado por avión, me esperan con un almuerzo regional regado con la sidra que ellos mismos producen.
La casa central del conjunto la han restaurado pacientemente con sus propias manos tras documentarse adecuadamente sobre la técnica del “torchis”, utilizando los materiales ancestrales y substituyendo vigas y maderos de sus muros que estaban en mal estado.
Este es el resultado. Parece retrotraernos a algunos cuadros de los pintores del Renacimiento.
La mairie del término municipal de Saint Martin du Mesnil-Oury se ve así de presumida aunque modesta y minúscula, como tantas otras de la región, exponente de una sobriedad sabia y campesina.
Dos días bien aprovechados, dan para mucho. Por ejemplo, para visitar dos manoirs tradicionales en torno a este territorio,
El de Coupesarte.
Y el Chateau de Grandchamp, aunque en este no es día de visita y tenemos que contentarnos con verlo desde fuera.
El museo del queso de Livarot es otra visita obligada. La fábrica es moderna y ofrece un recorrido pedagógico basado en un audiovisual que vamos siguiendo en varias etapas. Las presentaciones se proyectan junto a amplios ventanales que permiten ver cada una de las etapas de la cadena de fabricación.
Empezando por la vaca normanda.
Y acabando en la sala donde los quesos pasan un período de breve envejecimiento.
Al final, lógicamente, se pasa a la sala de degustación y a la tienda, donde compramos una pieza de cada una de las cuatro variedades que aquí se elaboran: Livarot, Camember, Pont-l’Évêque y Neufchâtel.
Olvidaba decir que incluso tuvimos tiempo de aprender las técnicas de construcción de una vivienda bosquimana, digna de un barón rampante, a cuatro metros del suelo y a caballo de las grandes ramas de una enorme haya.
Así es como mis amigos parisinos no se contentan con la granja sino que están acabando un refugio de dos pisos en lo alto de un árbol. Nosotros echamos una mano. Algunos padres tienen el detalle de fabricar estos juguetes para sus hijos, aunque puede que sea un pretexto del adulto para realizar sus viejos sueños de infancia.
¡Normandía tiene estas cosas!
Bruselas
Paramos un día en Bruselas para ver amigos. Fue algo breve, pero conseguimos una mesa en una terraza de la Place Jourdan para acompañar con unas Leffe bien frías nuestros cucuruchos de frites. Las del kiosco de esa plaza tienen fama de ser las mejores de la ciudad.
Pero ¿cuál era el acontecimiento más importante de la tarde?
Naturalmente la gimnasia sueca al aire libre sobre el césped del Parque del Cincuentenario.
Unos doscientos entusiastas se entregaban en cuerpo y alma a los ejercicios, ya clásicos en Suecia y en varias capitales europeas, de la renombrada marca sin ánimo de lucro Friskis och Svettis.
Esta vez sólo vimos los toros desde la barrera.
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Dötlingen
Varias horas después de abandonar Bruselas el ritmo sosegado del viaje y el excelente buen tiempo animaban a hacer noche en el camino. Así que nos internamos en el Parque Natural de Wildeshauser Geest, en dirección de Dötlingen.
Hacía años, en una noche muy lluviosa de setiembre había encontrado hospedaje ahí en el Waldhotel, propiedad de la familia Spille, cuidado y servido por ellos mismos.
Esta vez no llovía y la tarde tenía un final esplendoroso, con lo cual pudimos visitar este pequeño pueblo, situado en medio de una naturaleza ordenada desde hace siglos por las familias que la han cultivado durante muchas generaciones.
Aunque haya que entenderse en un inglés elemental y recurriendo al alemán que aún recuerda mi mujer de sus tiempos del instituto, la comunicación es cordial y el trato amabilísimo, no sólo en el hotel sino a la puerta de la sala de eventos, donde esa tarde el aparato digital del cine ambulante, que lleva de pueblo en pueblo una señora en camioneta, proyectaba una comedia americana reciente, doblada al alemán.
A la salida, la comunidad local se reunía para tomar unas copas bajo un cielo de atardecer benigno. Entre las próximas actividades que se anunciaban, un espectáculo musical (kabarett) en la iglesia.
Para que aprecien mis lectores que la madre Merkel también es objeto de bromas en su propia patria, reproduzco la publicidad que anunciaba el festejo con la colaboración de un conocido artista de Urbino. La canciller en pose de madonna con su delfín en los brazos.
Nos acercamos, acompañados por las ovejas de un rebaño alborotado, a un estanque que a buen seguro habría podido inspirar a Schiller.
Un ave cazadora aguardaba con el pico dispuesto a que asomase alguna incauta rana.
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El anuncio del irreverente sainete nos había picado la curiosidad y nos acercamos a la iglesia que lleva la advocación de San Fermín y que fue reconstruida tras las la última guerra. Ha sobrevivido ahí desde el siglo XIII.
Memorial de los caídos y de la barbarie de las guerras
Tras el ábside, el monumento a los soldados de Dötlingen caídos en varias guerras.
Me diréis que será como tantos otros. En Francia los hay por todas partes, todos según el mismo patrón, en España son problemáticos pues reflejan las divisiones de nuestra guerra civil y durante décadas sólo nombraban a los caídos del lado ganador. En toda Europa son miles.
Hay dos aspectos que nos han emocionado en el de Dötlingen.
Familias diezmadas
El primero es común con similares memoriales en iglesias o pueblos de Europa.
Lo que ocurre es que destaca el apellido de nuestros amables hoteleros: dos Spille muertos en las guerras franco-prusianas entre 1886 y 1871, otro en la guerra 1914-1918 y otros dos en la de 1939-1945.

Monumento a los soldados muertos en la I y la II guerras mundiales naturales de Dötlingen. Foto R.Puig.
En total, cinco varones de esa familia sacrificados a la irracionalidad de sus kaiser y sus führer en el espacio de sesenta años de la historia de Europa. Del mismo modo contamos otros cinco combatientes de la familia Poppe, cinco de la familia Meyer, seis Ulrich, seis Stolle…
¿para qué seguir?
A nosotros forasteros nos impresiona y emociona. A los vecinos de este pequeño pueblo les recuerda además a bisabuelos, abuelos, padres, tíos, hombres de carne y hueso cuyos retratos conservará su propia familia, enviados a las trincheras y a los mataderos de los campos de batalla de Europa.
Esos memoriales se remontan a 1866, pero seguramente, si hubiese registros, se podrían relatar las mismas tragedias a lo largo de varios siglos.
Hoy, los alemanes y los demás europeos, hemos dejado atrás las guerras entre nosotros y podemos sonreír con la parodia de los que nos gobiernan.
Pero a las generaciones de hoy hace falta explicárselo.
Eso me lleva al segundo aspecto.
Meditación de la guerra
Hay algo bajo el sauce detrás de la iglesia que nos ha impresionado, sobre todo por alzarse con su sobriedad y su modestia, en un pequeño pueblo de esa Alemania que tantas guerras desencadenó en el pasado, generando el sacrificio de millones de alemanes, de europeos y de combatientes llegados del otro lado del mar.
Hay una piedra que recuerda a una bayoneta o una espada alzada y una plancha de hierro colado que semeja la sombra crepuscular que el arma proyecta. Al menos, así lo he entendido yo y creo que cualquiera que se recoja a pensar ante este pequeño monumento acabará viendo algo parecido.
No hay en el lugar nada que lo explique, sólo esa sombra de hierro en la que se han caligrafiado, taladradas, varias palabras:
Mord: Asesinato
Zwangsarbeit: Trabajo forzado. Vertreibung: Expulsión
Verfolgung : Persecución. Flucht: Huida
Al buen entendedor, pocas palabras bastan.
Pero de Dötlingen nos llevamos también la imagen de su roble milenario que ha sobrevivido a tanta violencia bélica, a tantas exacciones y matanzas, y es uno de los símbolos del lugar. Sigue viviendo y floreciendo muy cerca del memorial de aquellos a los que sus gobernantes enviaron a matar y a morir en nombre de ideologías insanas, de odios nacionalistas o raciales y de intereses territoriales y mercantilistas.
El árbol no tiene inscrita ninguna palabra, ningún nombre, pero hablar habla.
Gracias, viajo con tu ruta. Y si no fuera por las sillas de plástico y el cesto de residuos… sin dudas La granja de vuestros amigos sería del s.XV.
Gracias Rita.
Lo siento, pero las sillas de la época estaban dentro por la lluvia, los barriles de madera son antiguos y los «cestos» azules los diseñó Durero, de veras, para guardar agua.
Querido Moncho,
ya de vuelta de un largo viaje, leo tu blog desde el móvil esperando la llegada de nuestra maletas en el aeropuerto de Lima. Tardarán me dicen.
Me gusta mucho leerlos, porque dices cosas sorprendentes o simpáticas, pero siempre interesantes. Al inicio cuando hablas de ese pueblo, Brezolles, donde llegaron los pobres españoles huidos, derrotados, perseguidos y odiados por su pensar, nada más. Para encontrarse con algo parecido, la ocupación nazi y luego la guerra. El gran Antonio Machado fue una de sus primeras víctimas. Me llegó al alma.
Europa ha logrado escribir una única historia de sus guerras , donde los historiadores se han puesto más o menos de acuerdo. Lo importante no es señalar sólo culpables, si no también responsables. Fue algo así como un acuerdo de Memoria Histórica. Creo que hay muchos en España que están luchando por eso, aunque ya han pasado más de 70 años de la guerra civil. Pero no termina o no comienza aún. Y en Perú con el trabajo de la comisión de la verdad, comenzamos algo que aún no cicatriza. Y ha conllevado insultos y descalificaciones feroces.
Tus relatos de la casa de tus amigos en Normandía, es delicioso. Y el escribir en piedra (imborrable) en la Europa del norte, el nombre de los que de manera absurda murieron en las insensatas guerras sería interminable. «Mord» no sólo es asesinato en alemán también es simplemente muerte. Pero todas esas palabras son un monumento a lo que no podemos olvidar: asesinatos en masa por racismo, persecuciones religiosas, fanáticas. Las guerras de religión …. llevaron por nimiedades a millones de muertes. El Malleus Maleficarum de 1460 o 70 usado por la religión para perseguir brujas o poseídos o simplemente personas nerviosas o auto sugestionables sirvió para en nombre de dios asesinaran a miles y miles de mujeres y niñas. Hombres también. Exterminaron pueblos enteros. Creo que el fanatismo religioso o el racial son los más peligrosos. Y el racismo esta metido en nuestro ADN, por el temor al diferente. Sólo un trabajo constante en nuestro self nos puede ayudar a tenerlo controlado.
Bueno Moncho, me dicen que aparecieron nuestras maletas.
Un abrazo agradecido
Pancho
Querido Pancho,
¡Muchas gracias!
Es estupendo que de vez en cuando tarden en salir las maletas (menos mal que no se fueron a las chimbambas). De este modo uno de mis mejores amigos no sólo lee mi blog, sino que, además, lo enriquece con un magnífico comentario. Esto me anima a seguir con esta botella con mensaje que cada domingo lanzo al mar.
Espero que todo haya ido bien en el viaje y que la tertulia limeña del 31 sea pletórica. Recuerdos de mi parte a todos los tertulianos. Nos seguimos contando.
Un abrazo
Moncho
Hola Ramón:
Emocionante y sensible relato el tuyo,
y precioso alegato contra las guerras.
Creo que haber vivido una guerra debe ser terrible, pero no se puede ni se debe olvidar (a pesar de lo que algunos pretendan).
Muchas gracias y un beso
Hola Mercedes,
Me imagino que estás ya de vuelta en Madrid, seguro que con muchos ánimos.
Te agradezco y estimo en mucho tu aprecio. Tienes razón. Sí, yo como mucho viví los relatos de mis abuelos, de mi madre y, un poco, de mi padre. Pero hay quienes siguen inmersos en ello. Aquí llegan gentes muy traumatizadas a pedir asilo. No sólo han vivido en crisis permanentes sino en medio de matanzas crónicas.
Alguna vez quizás pueda contar la historia de un amigo latinoamericano, que tuvo que exiliarse de su país sólo por haber publicado un libro para los niños de las escuelas con la historia real de décadas de violencias. Lo amenazaron de muerte como «pervertidor de la juventud».
En España hasta hace no mucho una historia similar era tabú. Con lo cual lo que se consigue es que los jóvenes no entiendan bien lo que tienen, y ahora, con la situación que se vive ¿qué se les puede contar?
Puss och kram (besos y abrazos) como dicen en Suecia.
Ramón
tu hermana Marta
no habia entrado en tu blog hasta hoy. Me ha gustado mucho este recorrido que nos describes, las fotos son estupendas y el relato historico muy interesante.Me he animado para hacer ese recorrido, me lo apunto para uno de mis proximos viajes. A partir de ahora te seguire.
un abrazo
Pues me parece estupendo. Gracias. Nos vemos pronto. Salimos para el aeropuerto.
abrazos
Moncho
Buenos dias,y muchos saludos de Bremen. Su pagina es una buena descripción de nuestra parte de Alemania. Estoy buscando informaciones de la ruta jacobeos de Formigal hasta Jaca. Es la ruta que viene de Gabas en Francia. ¿Hay descripciones o libros y dónde se puede comprar? Normalmente las librerías no saben nada y su pagina tiene la primera información.
Gracias por su comentario, amigo Kirsten.
Yo no soy un experto en materia de Ruta Jacobea, pero quizá para ese tramo pueda usted dirigirse a la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Jaca: http://www.jacajacobea.com/
Le deseo buena suerte en su búsqueda.
Saludos cordiales.
Ramón