Como llegan las fiestas…
Sobre nubes hay algunos libros, pero recuerdo sobre todo la Guía del cazador de nubes escrito ya hace ahora algunos años por un caballero inglés, Gavin Pretor-Pinhney, fundador de The Cloud Appreciation Society, http://cloudappreciationsociety.org/ , que es algo así como la “Asociación de los que aprecian las nubes”.
Nubes de Roma
Pues bien, yo creo que somos muchos los que nos encandilamos con las nubes. Para antropólogos y filósofos que buscan distinciones entre el ser humano y los seres puramente animales ofrezco una nota distintiva más: el ser humano es aquel que tiene la capacidad innata de admirar las nubes. Eso de “estar en las nubes” no es tan malo como nos hacían creer en el colegio. Y la situación geográfica de Roma creo que se presta mucho a la “caza de nubes”.
Sin ir más lejos aquí os ofrezco algunas, empezando por las que encontré este sábado por la mañana al salir de casa a eso de las ocho y media de la mañana
y terminando por las de la puesta del sol desde los jardines de Villa Borghese (de este lugar hablaremos pronto).
Operarios ecológicos
El nombre oficial de los barrenderos y basureros romanos, los que se llamaban spazzini, es ahora operatori ecologici, es decir algo así como los guardianes activos de la decencia ambiental de nuestras calles. Yo creo que es justo y le propongo a la Real Academia de la Lengua Española, y a su nuevo director, José Manuel Blecua, que adopten la expresión.
En Roma hay un ejército de estos industriosos obreros, perseguidores de la basura y la roña. El nombre tradicional venía de spazzo, es decir el empedrado, y el spazzino era el que limpiaba el empedrado con escobón y manguera, aquella manga-riega (que aquí no llega). Ahora los escobones son vehículos mecánicos y el riego se hace con camiones de riego, pero Roma sigue siendo la capital del adoquín.
Los operatori ecologici del barrio se reúnen en el bar de Emmanuele y Roberta, debajo de la casa donde vivo, para el café matinal y el bicchierino del final de la jornada. Llegan con sus ropajes amarillos o naranja, antirreflectantes, y aparcan sus vehículos barrenderiles por los alrededores.
Durante unos días, sospecho que por quejas acústicas de una vecina que vive justo encima del bar, lo tuvieron cerrado por orden de la questura. Como cuando se tala el árbol donde las aves tienen sus nidos y por unos días las vemos dar vueltas desorientadas por el espacio donde se erguía el tronco (Jules Supervielle lo señaló en un breve y hermoso poema), así he visto llegar a más de un barrendero por la mañana fría para marcharse sin su café.
Los del bar han debido de pagar su multa y prometer echar el cierre antes, porque se ha abierto de nuevo y los operarios ecológicos han recobrado su barra.
Estampa navideña
No sé lo qué habrá quedado de las decoraciones de Navidad en la Piazza del Popolo después de la batalla campal del día 14, pero como se acercan las fiestas quiero auguraros a todos unos días de razonable entusiasmo, en agradable y familiar compañía, y que 2011 nos depare mejoras y progresos en el arte de vivir…
Por eso os regalo mi foto de un admirable fresco anónimo del siglo XVI que preside la Capella Marciac en la iglesia de la Trinitá dei Monti, ya sabéis, la que se encarama sobre las escalinatas de la Plaza de España en Roma. Si se mira con atención, en el paisaje del fondo se aprecia una curva del Tíber, las torres de la Roma medieval (que las tenía innumerables) y el frontón de un templo.
¡Magnífico comentario, querido Ramón! Como todos los tuyos, por otro lado. También nosotros te deseamos felices fiestas, algo que no será difícil en medio de tanta belleza. Por cierto, ¿qué pasa con tu Supervielle?
Abrazos nebulosos, pero firmes desde una Barcelona algo gris,
Joaquín