Lo que de sí sabe el poeta

De estos dias. Foto R. Puig
Cuando durante los años de la adolescencia poco sabía de mí, tuve la suerte de que me acompañaran los poetas. No es algo único, muchos me confirmarán que también la poesía les ayudó a habitar un aire propio y respirable. Pero lo que fue individual, lo exclusivo, lo secreto, fue la propia y personal antología de nuestras lecturas más sentidas.
A lo largo de aquellos años de vacilaciones la poesía nos sirvió de guía, incluso habremos escrito nuestros versos. Aquellas primicias, aquellos ratos de recogimiento, cuando afanosos penábamos por descubrirnos y con candor irrepetible hacíamos nuestros los versos de poetas admirados, aquellos tiempos fueron aurorales.
No sé si será porque, ahora, en estas tierras del norte escandinavo la luz se aviva, los brotes florecen y viejos y jóvenes se recuestan sobre el césped de los parques, pero mi mano ha entresacado de la estantería una antología de uno de aquellos poetas que me acompañaron.
Quizás me animaba saber que José Hierro (1922 – 2002) podía juntar en un libro cuanto sabía de sí, como sólo la poesía puede hacerlo. No recuerdo bien, pero es posible que aquel chaval inseguro sintiese que hilando sus propios versos acabaría también sabiendo lo que era. El siguiente poema pertenecen al poemario con el que obtuvo el Premio Adonáis en 1947, y a Tierra sin nosotros del mismo año publicado en Santander en la Editorial Proel (*)
En mí la siento aunque se esconde. Moja
mis oscuros caminos interiores.
Quién sabe cuántos mágicos rumores
sobre el sombrío corazón deshoja.
.
A veces alza en mí su luna roja
o me reclina sobre extrañas flores.
Dicen que ha muerto, que de sus verdores
el árbol de mi vida se despoja.
.
Sé que no ha muerto, porque vivo. Tomo,
en el oculto reino en que se esconde,
la espiga de su mano verdadera.
.
Dirán que he muerto, y yo no muero. ¿Cómo
podría ser así, decidme, dónde
podría ella reinar si yo muriera?
José Hierro, de «Alegría interior» (1947)
La antología personal que José Hierro publicó hace ahora sesenta años, se titulaba precisamente Cuanto sé de mí. El ejemplar que he abierto hace dos días es la edición revisada por el poeta que Seix Barral publicó en 1974, dentro de la colección de poesía de la Biblioteca Breve.
En la página veinticinco hay estos versos:
PRIMAVERA
Si ahora vinieras con tus flautas,
con tus rebaños de aguas grises,
si tuvieras figura humana,
brazos duros para dormirme,
y no estas flores amarillas
que sólo dejan presentirte,
y no esta brisa que nos roza
como unos dedos invisibles,
y no esta luz, que no sabemos
si es que te quejas o te ríes…
.
Si me llamaras a tu lado,
todo: las horas vagas, tristes,
la soñolienta calma, todo
lo dejaría por seguirte;
si ahora volvieras, primavera,
si te me hicieras hoy visible,
si a mí llegaras de muy lejos
entre unos álamos flexibles…
José Hierro, de “Tierra sin nosotros” (1947)

De estos días. Foto R. Puig
NOTAS
(*) José Hierro, Alegría, colección Adonáis (premio 1947), nº39, Madrid, Rialp, 1947, y Tierra sin nosotros, Santander, Editorial Proel, 1947
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