Breverías erasmianas (XXX): “Annus producit, non ager” (El año, no la tierra, produce la cosecha)

Cagnaccio di San Pietro. Vista de Pederobba, 1936. Galería Gomiero, Milán y Padua
“Annus producit, non ager”
El año, no la tierra, produce la cosecha
Adagio I i 44
Aprovecha Erasmo un proverbio atribuido a Teofrasto (sucesor de Aristóteles a la cabeza de la Escuela peripatética de Atenas) para intervenir en el antiguo debate entre los que opinan que en lo concerniente al carácter, capacidades, virtudes y defectos de las personas, el peso de la herencia es el principal factor, frente a los que atribuyen el papel más importante al entorno social en el que crecemos junto con la educación y los ejemplos que recibimos.

La niña y su papá. Playa de la Almadrava. Foto R.Puig
En tiempos de Erasmo no se hablaba del genoma humano, pero sí de progenitores y antepasados. Su comentario comienza así:
Ἔτος φέρει, οὐχὶ ἄρουσα, es decir «El año, no el campo, hace crecer la mies» (Annus producit segetem, non arvum) es un hemistiquio proverbial que aparece en el libro octavo de «Sobre las plantas», obra atribuida a Teofrasto :
“Para el crecimiento y la alimentación (de la planta) ayuda grandemente el clima y la temperatura y como se presente el año en general. Porque si las lluvias, el buen tiempo y las tormentas acontecen a su debido tiempo, todo crecerá feliz y profusamente, incluso en campos salinos y escasamente fértiles. De modo que no está lejos de la verdad lo que se dice en el proverbio, que “no es el campo, sino el año, el que produce el fruto”. Aunque, no obstante, el terreno pueda hacer la diferencia”
(Teofrasto, Historia de las plantas, 8.7.6)

Cagnaccio di San Piero. El manantial. 1935 – 39. Detalle. Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto
Erasmo sigue comentando las varias interpretaciones que se han hecho del texto griego de este pasaje y finalmente se pronuncia por la siguiente
Indudablemente Teofrasto no aprueba la opinión popular que responsabiliza de todo al clima, pues el tipo de suelo es también un factor importante. Sin embargo, mi parecer es que la lectura de más arriba es la más atractiva y pienso que mi opinión la compartirán los doctos. El mismo autor vuelve sobre este adagio en el tercer libro de su “De causis plantarum” (Acerca de las plantas), cuando trata de como el trigo prospera tanto en regiones frías como calientes; no niega que la naturaleza de la tierra contribuya algo a la fertilidad, pero dice que mucho más importante es el aire circundante y la combinación moderada del tiempo y de los vientos que experimenta el campo. También lo menciona Plutarco en la década séptima de sus ‘charlas de sobremesa’
(Teofrasto, “De causis plantarum”, 3.23.4 y Plutarco, “Moralia” 701A)

Gisberto Ceracchini. El descanso. 1930. Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto
Pero Erasmo, infatigable apóstol de la pedagogía humanista, quiere llegar a una interpretación analógica del proverbio:
Si se quiere extender el uso de este proverbio, puede de alguna forma entenderse que, para la formación del carácter, la educación es de mucha mayor importancia que la raza y que no tiene gran importancia quienes fueran tus antepasados, sino que es mucho más importante de qué modo has sido educado y qué principios te han enseñado. Porque es el clima lo que ‘educa’ lo que la tierra produce. Y parece que es a este adagio a lo que alude Eurípides, cuando pone en boca de Hécuba lo siguiente:
¿No es curioso que la tierra mala,
si el cielo le da buen tiempo,
produzca buenas cosechas,
y la buena, si no recibe lo que necesita,
dé mal fruto? ¿Y que, en cambio, entre los hombres el
que sale malo no deje de ser malo, y el bueno
siga siempre bueno sin que la adversidad
corrompa su carácter noble?
¿Qué influye más en esto, los padres o a la educación?
Es claro que una recta educación ha de incluir
de algún modo la enseñanza de lo que está bien.
Eurípides, “Hécuba”, 592-601

Gino Severini. Maternidad. 1916. Museo de la Accademia Etrusca e della Città di Cortona
Y continúa Erasmo:
Hécuba parece dar más importancia al linaje que a la enseñanza y se admira de que lo que ocurre con la cosecha no suceda con la condición humana. Por el contrario, fue Licurgo quien aportó un experimento espléndido para demostrar que la educación es más poderosa que la raza, presentando en público dos perros: uno nacido de una perra callejera, pero que, debido a su entrenamiento, se lanzaba valientemente a la caza, mientras que el otro, de pura raza pero sin entrenamiento, en oliendo pan y comida, de modo vergonzoso abandonaba la caza.

Massimo Campigli. Las educandas. 1929. Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto
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Por los siglos de los siglos
A lo largo de la historia, la doctrina de la predestinación ha sido con frecuencia llevada a sus extremos: aquellos que no pertenecen a la estirpe correcta, ni siquiera a fuerza de educación podrían modificar sus marcas de nacimiento, ya procedan estas de un estigma original del que sólo Dios nos lava («agua del costado de Cristo, lávame»), de nuestro «servo arbitrio» (Lutero), del karma que nos haya caído en suerte (budismo chino), del final que el Juez Supremo nos haya predeterminado (Calvino), de los rasgos que denuncian a los criminales natos (Lombroso), o más recientemente de ciertas combinaciones del genoma que nos arrastrarían a delinquir. Hace ya muchos siglos Agustín de Hipona, en tiempos de decadencia, se formaba una opinión pesimista de la impotencia de los seres humanos para llevar la Historia a buen puerto. Por no hablar de Carlos Marx y de la inexorable lucha de clases, enmarcada en una visión hegeliana de la evolución de la estirpe humana.
Con frecuencia, es la experiencia personal del filósofo o del líder religioso la que conduce a formarse una rígida visión dogmática de la irremediable incapacidad del ser humano para cambiar su destino. Unos serían tierra buena y otros mala, ni el clima, ni la benignidad de las estaciones podrían modificar la bondad o la maldad de la cosecha.

Gian Emilio Malerba. Las amigas. 1924. Colección Mita y Gigi Tartaglino. Torino
Erasmo mantuvo una sonada polémica con Lutero sobre la cuestión. El primero, sin cesar de denunciar las iniquidades de su época, mantenía sin embargo la convicción humanista y pedagógica de que la persona humana no es nunca una víctima irremediable del destino, que, pase lo que pase, le queda el libero arbitrio (libre albedrío). El segundo, ante el mismo panorama, defendía que nuestros esfuerzos y méritos no son los que pesan en la balanza, pues estamos sujetos a un servo arbitrio (el albedrío esclavo); nuestro final es gratuito, sólo depende de la gracia de Dios y nuestro indulto sólo lo deberemos al suplicio de su Hijo, lo único que podría borrar el estigma original con el que todos, salvo una excepción, nacemos.

Zurbarán. La Inmaculada Concepción. 1661. Museo de Bellas Artes de Budapest
Entre los creyentes prosperan unas formas de predestinación, los ateos tampoco están vacunados de las suyas. Sangre de Cristo, karma, genoma, privilegios o razas especiales, sigue rodando la bola. Todo esto sería inocuo si otras formas de predestinación no se hubiesen usado a lo largo de la Historia para aniquilar o rechazar, bien porque a los de tal o cual pedigrí se les considere en masa como pérfidos, irreformables, fanáticos o inferiores, bien porque si no son como nosotros podrían contaminar la pureza y rectitud de nuestras formas de vida.

Arturo Martini. Busto de joven judía. 1922. Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto
En cuanto a la tendencia de explicar las conductas humanas con la genética o, desde otra vertiente, por traumas precoces, y a clasificar con categorías simples y cómodas a los que no son como nosotros, habría que decir que todo eso, se ha justificado desde antiguo, que no es nuevo y ha conducido a las peores atrocidades de la historia, sea bajo los pretextos de una creencia, de una ciencia o de una ideología.
El Dr.Linus Creel en el capítulo S2:A4 de la serie The Blacklist (Netflix) manipula el gen que predestina a los asesinos potenciales a pasar al acto en situaciones adversas. Los medios de información nos ofrecen a menudo descubrimientos punteros sobre genes que determinarían las más complejas de nuestras conductas humanas. En definitiva el viejo determinismo se vestirá siempre con nuevos ropajes.

Alberto Savinio. Los guardianes del puerto. 1930. Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto
Por mi parte lo que espero de nuestros hijos y nietos es que no se dejen atrapar por los demonios de la vieja Europa, la que durante siglos dificultó con rechazos atrabiliarios la vida en paridad de derechos de judíos y de otras minorías, consideradas impuras, malignas o inferiores, esa parte de Europa que rebrota y que declara inasimilables a los que señala en bloque como fieles de una confesión irreformable. Cuando quienes en realidad no han asimilado los valores europeos son quienes marcan a millones de seres humanos en masa.
El rechazo a las aspiraciones, amparadas por el derecho de gentes, al asilo y a una vida mejor de quienes escapan de la guerra o de amenazas equivalentes, estigmatizados por una sola de sus múltiples identidades personales, por ejemplo la confesión religiosa, es una involución y una negación de lo que constituye el núcleo de los valores de la Europa que ha costado siglos construir: la persona es el sujeto de derechos y responsabilidades y tiene su propia historia individual, no es un número dentro de una masa.

Santiago Pelegrín. Retrato de Marujita. 1925. Museo de Bellas Artes de Zaragoza.
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Referencias:
Las obras de arte aquí mostradas provienen de dos exposiciones que he visitado hace poco en Madrid.
Todas menos una provienen de la exposición de la Fundación MAPFRE; «El retorno a la belleza. Obras maestras del arte italiano de entreguerras» (hasta el 4 de junio de este año), una muestra fuera de lo común que recomiendo vivamente.
La extraordinaria Inmaculada de Zurbarán se puede ver en el Museo Thyssen Bornemitsza: «Obras maestras de Budapest. Del Renacimiento a las vanguardias» (hasta el 27 de mayo)
Muy bueno, Ramón, haces un claro viaje por las varias formas de encarar nuestro destino, cosa dura de pelar en nuestra dura mollera. Iré a ver la expo del Retorno a la belleza
Gracias, Jesús. Ya me contarás de tus impresiones en esa exposición, que no está exenta de trastiendas para psicoanalistas. Tras ese período vinieron las reglas del arte oficial que impuso el Duce.
Creo que escribí algo…Y sospecho que lo borré. El tema de la educación y la sociedad es perenne. La discusión Erasmo/Lutero al respecto me parece fabulosa. Siempre aprendemos cosas finas en tu blog. Uno se siente ante un gran charlista y aprende lo que quiere y le llama la atención pero sin ningún apremio.
Hola Bernardo, gracias. Lo último que nos hace falta a estas alturas es que nos apremien. Algún premio tenían que traer los años. Es el lujo de poder responder diciendo «deje usted que me lo pienso». Aun así creo que te debo respuesta por los últimos versos que has circulado. He estado de un sitio a otro. Me los voy a leer con calma y fruición. Un fuerte abrazo.