Breverías erasmianas (XXIV a). El naufragio («Naufragium»)

Navio zarpando. Grabado de Franz Huys que reproduce un dibujo de Bruegel. Biblioteca Real de Bruselas
¡Es horrendo lo que me cuentas! ¿Es eso navegar? ¡Dios me guarde, que jamás se me ocurra tal cosa!
Horrenda narras. Est illud navigare? Prohibeat Deus, ne mihi quidquam unquam tale veniat in mentem
Esto es lo que exclama Antonio (implícitamente Erasmo) al escuchar de boca de Adolfo (el viajero que vivió el drama) el testimonio de su naufragio. Estamos en 1523 y la navegación a partir de las costas europeas no era precisamente un viaje tranquilo. Seguramente Erasmo había tenido sus más y sus menos en las travesías a Inglaterra. Sesenta y cinco años más tarde, los barcos de la Invencible servirían de presa a un Mar del Norte que ya estaba sembrado de pecios. A Erasmo este relato le vino de perlas para dar rienda suelta a su genio satírico, para reforzar su crítica de la hipocresía de monjes y clérigos y expresar su piedad por el pueblo llano y solidario, en un nuevo y vivaz coloquio. No se basa en una invención sino en historias reales que le habían contado.
(Ya introdujimos los Coloquios en agosto con el que trata del Abad y la mujer instruida )
Los teólogos de la Facultad de Teología de París (a quienes cupo el dudoso honor de lanzar en 1544 el primer Índice de Libros Prohibidos de la historia) se enfurecieron con este Naufragio que consideraron trufado de heterodoxia. Erasmo les responde que él no ha inventado el suceso, que simplemente lo refiere tal como ocurrió, que no son suyas las palabras de los protagonistas, sino de los tripulantes y viajeros. Pudiera ser que Adolfo, el protagonista y narrador, se haya excedido al referirse a la Virgen María, ¡pero vayan a protestarle a él por haberla comparado con la diosa Venus! Es un reportaje –viene a decir Erasmo-, un artículo periodístico. Tendencioso es cierto –diríamos hoy-, pero pintiparado para expresar algunas de sus ideas y provocar la controversia.
En definitiva, lo que viene a decir en su descargo es que si los seres humanos se comportan así en ocasiones de peligro ¿qué puedo yo hacer? Si monjes o frailes se olvidan de lo que predican, y son una madre con su bebé y algunos laicos quienes reaccionan como cristianos ¿qué culpa tengo yo? No faltó del todo razón a los que dirían años más tarde que era Erasmo quien había puesto el huevo de la Reforma que Lutero incubó. La alegoría hizo fortuna, aunque cuentan que el humanista habría replicado: yo puse un huevo de gallina, pero Lutero incubó uno de otra especie.
Ustedes lean los Coloquios y juzguen por sí mismos… pero volvamos al que nos ocupa hoy.
El virtuosismo literario de Erasmo se muestra de nuevo en este coloquio. No abandona la ironía -rayana con el el sarcasmo- pero nos ofrece un relato tejido de compasión y piedad por la gente ordinaria y por el creyente sincero y una vívida descripción que bien podría servir de guión para un excelente cortometraje.
I
La tempestad y las reacciones del pasaje
Una noche de luna. Fuegos de Santelmo. El mar se agita en torno al navío donde Adolfo navega por el mar del Norte. Las olas crecen más que montañas alpinas…
Comparadas con las olas del mar, esas montañas son montículos. Cada vez que nos arrastraban a lo alto, podríamos haber tocado la luna con el dedo; cada vez que nos precipitábamos, parecía que, por la boca abierta de la tierra, íbamos derecho hacia el infierno
El capitán, muy pálido (totus pallens) previene a los pasajeros con palabras que rememora Adolfo:
Amigos, ya no soy dueño de mi nave; los vientos la dominan; sólo nos queda poner nuestra esperanza en Dios y que cada cual se prepare a lo peor
Y haciendo alarde de calma y de filosofía:
…hay que aligerar el navío, lo impone el dardo cruel del destino: preferible salvar la vida, perdiendo los bienes, que con los bienes perecer
Todos obedecían, arrojando al mar una gran cantidad de preciadas mercancías. Pero un diplomático italiano, de retorno de Escocia a Italia con un baúl lleno de vasos de plata, sortijas, telas y vestimentas de seda, se resistía.
El capitán le increpa del siguiente modo:
Por lo que a mí respecta, te dejaría perecer con tu cofre, pero no es justo que todos corramos peligro por causa de tu arqueta. Tírala, o te tiraremos nosotros con el cofre por encima de la borda
…te cum ferinio dabimus in mare praecipitem
El gentilhombre tuvo que tirar sus tesoros, pero, eso si…
profiriendo muchas maldiciones (multa mala) contra el cielo y el infierno, por haber confiado su vida a un elemento tan salvaje
Antonio observa con ironía :
Reconozco el acento italiano
Agnosco vocem italicam
.
De mal en peor
La tempestad no amaina, el capitán les exhorta a que se preparen a bien morir, pues ¡el barco no resistirá más allá de tres horas!
A continuación toma medidas drásticas…
Haec ubi locutus est…
Dicho esto, ordena cortar todos los cordajes, serrar el mástil hasta la contera en que se encastra y tirarlo al mar junto con las vergas
Los marineros cantan la Salve Regina, invocando a la Virgen madre con todos los títulos de las letanías del rosario, Stella Maris, Regina Coeli, etc. A pesar de que –como subraya Antonio– la Virgen María, que se sepa, no se embarcó nunca. Y Adolfo trata de hacerle entender que…
Venus cuidaba antiguamente de los marinos, pues se pensaba que había nacido del mar. Como ya no les protege, la Virgen madre ha reemplazado a aquella madre que no era virgen
En cualquier caso, el drama en curso no tenía nada de poético. La verdad es que la explicación de Adolfo es un poco aventurada, pero volvamos a la narración…
La tripulación trataba de apaciguar las olas vertiendo aceite e invocando a la mar con encantamientos para que fuese propicia. Algunos pasajeros vomitaban y la mayoría hacia votos y promesas,
como un inglés que prometía montañas de oro a la Virgen de Walsingham si llegaba vivo a la costa

La promesa del náufrago. Ilustración de Albert Puyplat. Colloques d’Érasme. Paris, L’enseigne du pot cassé.1934
Se sabe que, precisamente, Erasmo había visitado ese santuario en Inglaterra, famoso por su virgen milagrosa. Trata también de ello en su coloquio de La peregrinación. Es sabido que fustigaba como supersticiosas las peregrinaciones de la Europa de su tiempo, por lo que no es extraño que Adolfo siga relatando que…
Otro prometía peregrinar descalzo hasta Santiago de Compostela, sin cubrirse la cabeza, envuelto en una armadura de hierro y mendigando para comer

Peregrino empantanado. La nave de los necios de Sebastian Brant.1494. Xilografía atribuida a Durero.
Antonio ve en ello un ejemplo más de la falsa religiosidad que embarga en momentos de peligro a quienes, cuando todo va bien, no se acuerdan ni de los santos ni de Dios, y pregunta a Adolfo:
Y tú ¿no le hacías promesas a algún santo?
A lo que éste responde que no mercadea con los santos. Además, el cielo es tan grande que, antes de que el santo invocado hubiera llegado a Dios para defender su causa, él ya se habría ahogado Así que para ir directo al Padre Eterno había optado por rezar el Padrenuestro.
Adolfo recuerda también un detalle admirable:
De entre todos, una mujer que estaba amamantando a su niñito era la única que mantenía la calma
Inter omneis nullus se tranquillus agebat, quam mulier quaedam, cui erat infantulus in sinu, quem lactabat
Era la única que no gritaba, ni lloraba, ni prometía. Se limitaba a rezar bajito, abrazada a su bebé
…complexa puellum precabatur tacite
A todo esto el capitán ordena reforzar el casco de la nave, ciñéndolo con cables por la popa y por la proa, pues ya iban dando tumbos sobre los bajíos.
Ante la tesitura de vida o muerte en que se hallaban, un cura sexagenario, llamado Adam, se despojaba de sus vestiduras y sandalias, preparándose para nadar y animando a los demás a hacer lo propio mientras recitaba textos de la Imitación de Cristo que exhortan a la contrición .
El capitán, anegado en lágrimas –lacrymabundus– exclama:
¡Prepárense todos! iLa nave no aguantará ni un cuarto de hora!
¡Al poco, en el horizonte se divisa la costa y el campanario de una iglesia!
Todos se ponen de rodillas y le rezan al desconocido santo de ese templo.
Procumbunt omnes et orant ignotum divum
…
Llegados a este punto, vamos a dejar arrodillados a los náufragos, que recen tranquilos. Haremos como en las series de suspense, el desenlace lo sabremos el próximo domingo, salvo que vayan a la biblioteca y lean el coloquio completo, si bien, que yo sepa, no se ha publicado aún en castellano.
Continuará…
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Texto latino: he utilizado la edición publicada en Leiden en 1664 (“ex oficina hackiana”) que reproduce la edición completa de Froben (Basilea 1533) con sus notas.
Ramón, como te dije hace poco ya estoy retrasado en mis comentarios a tus blogs. En éste que acabo de leer me han parecido fabulosas las pinturas de Aivazovsky me han parecido muy buenas. En nuestro viaje BsAs–Vigo allá por agosto de 1958 agarramos en pleno Atlántico una tormenta tan fuerte que, aparte de estar encerrados los pasajeros, los propios empleados/marineros estaban mareados…!!! Terrible. Era una noble nave de la Vasco/Andaluza que se movía como corcho. Yo había llevado un frasco con pastillas tipo «dramamina» o algo así, de modo que me defendí de los sustos y mareos bastante bien aunque a mi alrededor todo el mundo estaba más que mareado. Yo caminaba verdaderamente drogado flotando con las pastillas y con el barco mismo. Por supuesto estaba prohibido salir a la cubierta. Así estuvimos unos seis o siete días encerrados. Dicho sea de paso, tomé esas pastillas hasta hace relativamente pocos años cuando Rosi me convenció de que los viajes aéreos actuales , por la altura y por la velocidad, no se mueven en absoluto. En fin, como se dice «para contarlo».
Bernardo.
Gracias, Bernardo.
Yo me curé el mareo en mi viaje trasatlántico de Lima a Barcelona en 1966 (aunque sin tempestad) comiendo pan y plátano, sin beber. Me lo recomendó un miembro de la tripulación. Resultó, mi estómago no tuvo que devolver nada por la borda. Lo tuyo es mucho más épico. Por cierto que me encanta ese nombre de naviera «Vasco-Andaluza». Todo un símbolo de un tiempo en que vascos y sevillanos emprendían aventuras juntos, sin pejigueras nacionalistas. En la época de que hablas esa compañía servía efectivamente la ruta Europa-Brasil-Río de La Plata. Como ves he «googleado» y encontrado la historia de esa naviera
Sobre Aïvazovski escribí en el blog el 23 de marzo del 2014. No sólo es fascinante su pintura, sino también la historia de sus ascendientes y su vida. Qué pensaría si supiese que se está subastando un cuadro suyo en Suecia valorado en casi dos millones de euros.
Moncho
Dos millones de euros por un cuadro!!! Hace unos días -creo que el 8- vi por TVE una película que me gustó mucho. Perdí el comienzo y al final no repitieron el nombre. Un buen cuento: un guía turístico del Prado salva del bombardeo de los aviones franquistas un autoretrato de Goya y pasa mil anécdotas para esquivar tanto a los rojos como a los franquistas porque al margen del tema de la guerra civil la idea de comerciar el cuadro era compartida por varios. Al final termina muerto a tiros por los franquistas justo al pie del cuadro y con los brazos abiertos como en el célebre cuadro de Goya.
Pues no creo que sea el documental «Las cajas españolas» de Televisión Española que ví hace ya años (lo encuentras en youtube), pues ese film de la evacuación (no sólo de obras del Prado, sino también de otros museos), aunque rocambolesca y extremadamente arriesgada (el retorno también lo fue), no narra, que yo recuerde, semejante cuento (la operación fue complicada pero no creo diese lugar a una situación así). Hay también quien opina que la evacuación de los cuadros del Prado fue un riesgo innecesario, pues parece que el museo (como otros museos importantes) tenía los sótanos adecuados y suficientes para haber preservado sus obras de los bombardeos. En definitiva, que, con mucha frecuencia, las historias se tiñen del color del cristal con que se miran. Ello no quitaría un ápice del heroísmo de quienes se sumaron a la empresa durante aquellas etapas épicas de la misma, en las que los cuadros pudieron haber quedado hechos fosfatina varias veces, así como a su vuelta, en 1939, cuando el tren que los traía de vuelta de Suiza tuvo que circular de noche, con las luces apagadas, pues los alemanes bombardeaban el sur de Francia.
«La hora de los valientes», 1998, director Antonio Mercero. Eso dice Google. Bueno, ahora me dispongo a leer tu «continuación del naufragio»…