Imposible ataraxia
Para un amigo lejano que también se llama Charlie
Me han dicho que estas páginas aportan un poco de serenidad y alegran algo las horas del domingo. Parece que salvan bien las aguas de algunos océanos, que aterrizan en lugares que, cerrando los ojos, imagino.
De vez en cuando empero de la atalaya caen algunas piedras en sus aguas y los reflejos ya no son tan cristalinos.
¡Qué oscuridades se ciernen cada día sobre este mar que surcamos! ¡qué derramar de sangres! ¡cuántas palabras llueven como balas! ¡cuántas armas se cargan de palabras! ¡qué ciega sinrazón inacabable!
Si la serenidad existe,
si se puede vivir imperturbable,
no me lo digan hoy.
No me pidan horizontes
imposibles,
no sabría adoptar
la postura del loto.
.
A falta de puertas
que sólo abran al campo,
por ventanas inciertas
desde los altos muros,
como fugas de Bach
quizá lleguen imágenes
que hagan de estas páginas
obsequios razonables.
……
Anteayer hojeaba una antología de poetas latinoamericanos publicada por Penguin en 1971 y, quizás por lo que este comienzo de año nos está deparando, me detuve en el siguiente poema de un excelente poeta argentino que murió hará este año veinticinco años, Edgar Bayley (1919-1990):
la violencia
.
La violencia al sofocar el día
al arrojarte fuera del camino
te hace crecer por dentro un diente helado
violencia reina de una madrugada oscura
olvido entre palabras calcinadas
.
estoy aquí debo comprender
decir correctamente organizar
no ceder posiciones al tumulto
.
debo salir cruzar no detenerme
compartir otra vez una alegría
venida del más alto corazón
entre los hombres
.
debo seguir cavar un nuevo surco
buscar buscar la voz del otro
escuchar extender
la morada y el aire.
The Penguin Book of Latin American Verse, edited by E.Caracciolo-Trejo, Middlesex, 1971, pág.40
…
¿Podrá el mar lavarnos algún día?
Creo que fue durante las vísperas de Reyes, antes de que en este principio de año el corazón de Europa se manchara de sangre. Estuvimos por las alturas del Cabo de San Antonio, nuestra mirada sobrevolando Jávea, y por el mirador de Altea avistando la mágica dentadura surreal de Benidorm, cuando la tarde se marchaba.
Un poema de Luis Cernuda nos ayuda a terminar esta página y quizás disuelva ese nudo que sigue aún en la garganta:
El mar es un olvido,
Una canción, un labio;
El mar es un amante,
Fiel respuesta al deseo.
.
Es como un ruiseñor,
Y sus aguas son plumas,
Impulsos que levantan
A las frías estrellas.
.
Sus caricias son sueños,
Entreabren la muerte,
Son lunas accesibles,
Son la vida más alta.
.
Sobre espaldas oscuras
Las olas van gozando.
Luis Cernuda, Donde habite el olvido (1932-1933)