Elogio de la nimiedad (II)
Mi cambio de latitud durante estos días de fin de abril me deja un poco a contrapié, pues debería hacer la crónica del sol y de las gentes entregadas a sus procesiones o a sus atascos en las carreteras, en su camino a montes y playas.
Ya lo habrán adivinado, estoy en la Costa Blanca, estoy en mi playa de cantos rodados. Así que nada de contrastes entre lo nimio y lo excesivo, no está España para grandes planes, la austeridad se ha vuelto rutina. Leo que por el mundo hasta la arena se va convirtiendo en un recurso en vías de disminución, sobreexplotado. No digamos nada de los guijarros de esta playa de La Almadraba, parecen millones, pero eran muchísimos más. Durante décadas, en su nimiedad no pudieron defenderse de la depredación y la playa fue retrocediendo por culpa de la incuria y el lucro. Hay toneladas en los cimientos de alguna plataforma industrial no lejos de aquí. A veces tratan ahora de reponerlos con cascajo, que tardará siglos en adquirir la forma rotunda que solo el mar o los ríos saben dar a la piedra.
Es curioso que la palabra nimio, procediendo del latín nimius que significa excesivo, acabe por significar en castellano lo contrario. Me pregunto cómo se ha llegado a que en castellano quiera decir insignificante, que sirva para significar lo que no significa ¡Filólogos tiene la Academia! Pero quizás el término se haya encogido a causa de su excesiva explotación.
En cualquier caso, sin descartar que algún día dedique mi crónica al elogio de los guijarros, voy a concluir esta miniserie en honor de algunas menudencias que ya os tenía preparadas. Luego me iré a caminar por algún valle para recuperarme de un fuerte catarro que me ha tenido en jaque los últimos días.
Soledades
Aves
Materias
Donde el tiempo se para
…..
Nimio, -a: insignificante, sin importancia. Nimiedad: cualidad de nimio, pequeñez, cosa nimia (del Diccionario de María Moliner) o insignificancia (Diccionario RAE)
Celebro ese viaje, Ramón, y ojalá que le proporcione a tu cámara detalles de los que suelen desdeñarse, casi siempre en favor de la monumental fealdad.
Respecto al cambio semántico de nimio, diminuto -del lat. nimio, en la lengua madre, excesivo, en efecto-, parece que se produjo por un deslizamiento de significado que, más que deslizamiento, podríamos calificar de brutal resbalón: la errónea interpretación de ‘nimio’ en la expresión ‘cuidado nimio’, dedicado a las ‘pequeñeces’; concretamente, a ‘miniaturas de cristal’, es decir, algo como ‘cuidado de lo pequeño o diminuto’. Después, se produjo la lexicalización de esa expresión… y ¡cataplum!, llegó el inevitable resbalón del que te hablaba.
Esta es la explicación que me dieron y la que corre por ahí. Sin embargo, no he oído que digan que el contagio ‘pequeño o diminuto’ tuvo que producirse del propio objeto, diminuto, a lo que se entendería como ‘cuidado grande o enorme que se pone o que debe ponerse en el tratamiento de las miniaturas. Ya me perdonas, la culpa la tiene una afición desmedida a la lengua, más bien a las lenguas. Pero quizá, mientras te abstraes en la explicación, a tu catarro le entre el aburrimiento y se aleje de ti definitamente:-)
Muchas gracias, Luisa,
No tienes que pedir perdón, a mí también me gustan las pesquisas etimológicas y la historia de ese salto semántico, por no llamarlo giro de 180 grados, me parece muy interesante.
Además, al catarro he acabado de rematarlo andando hoy por los montes que rodean al pueblo alicantino de La Vall d’Ebo. El día no podía ser más perfecto y los olivos se han portado bien, ya que no he notado ningún efecto de una alergia que las pruebas (de esas de los pinchazos en el brazo) mostraron que les tengo en grado sumo. ¡Puede ser que los árboles sientan piedad por alguien que les admira!
Saludos
Ramón