Del norte al sur, de Gotemburgo a Els Poblets.
Vivir a caballo entre la costa oeste de Suecia y la costa este de España tiene sus saltos atmosféricos.
Los primeros días de enero de este 2013 han sido benignos, meteorológicamente hablando, en estos mis dos extremos habituales.
Göteborg
El viernes cuatro de enero, al atardecer, mientras los vecinos de Gotemburgo paseaban por sus principales avenidas con la viveza que estimulan una temperatura clemente para la estación y la cercanía del fin de semana, por los caminos del parque que bordea el canal eran escasos los que se aventuraban, mientras las últimas luces del día se reflejaban sobre un agua en deshielo.
A la mañana siguiente el avión me deposita en Alicante
Costa de la Marina
Algunos niños, aprovechando la masa de cañas que el río ha acarreado a la Almadraba durante el último temporal, han construido la armazón de unos tipis indios sobre la playa.
Hay un aire de poesía y una especie de evocación de otro tipo de hábitat, infantil y romántico, que juega con las olas, con el horizonte y con la luz.
Los restos de posidonia se amontonan en la orilla simulando efímeras cordilleras enanas
Cuando ya se ha hecho tarde y el sol se ha retirado, el agua compite con el cielo en un postrer esfuerzo por guardar sus últimos fuegos, y la montaña arbitra.
Sobre el espigón, antes de que la noche caiga, los pescadores están recogiendo sus trebejos.
Llega otro día y, más al sur, según se mira desde Altea, el amanecer desvela el perfil del peñón de Ifach.
En Els Poblets, cuando el sol asciende por la Marina Alta, las barcas de cabotaje pescan al tresmallo a corta distancia de la playa de La Almadraba
Algunas tienen su amarre en el puerto de Denia, junto a la lonja y frente a las casas del barrio viejo, al abrigo del castillo.
Días después, el tiempo está cambiando, el aire es más cálido y las nubes de la tarde se incendian sobre el Segaria.
¿Qué nos traerá el mañana?