El cementerio «acatólico» de Roma junto a la Pirámide Cestia
Donde los muertos nos invitan al reposo
Hace ya muchos años tuve un excelente profesor de literatura moderna. Los conocimientos de lenguas de sus alumnos, yo entre ellos, eran más bien pobres. Pero con sus antologías ‘ciclostiladas’ de poemas, en su lengua original en una columna y el castellano en la otra, nos fascinaba con sus lecturas de la poesía inglesa, francesa y alemana, sin que faltasen por supuesto los poetas modernos en español.
Fue así como me aficioné a la lectura de aquellos poetas europeos y americanos que han marcado los orígenes de la poesía contemporánea occidental. No pretendo daros la lista, pues estas líneas están motivadas por mi reciente visita al cementerio, denominado “acatólico” (que no “protestante”), en Roma, donde están las tumbas de John Keats (1795-1821) y de Percy B.Shelley (1792-1822).
Así describía este cementerio un poeta finlandés Emil Zilliacus (1878-1961):
“Cerca de la Pirámide, en la parte abierta y ventosa del Cementerio, donde fue enterrado Keats, resplandecen las anémonas rojas del gran prado que circunda los sarcófagos y columnas de los monumentos fúnebres bajo los altos y airosos pinos. En este oasis pequeño y tranquilo, ingleses, alemanes y nórdicos duermen aquel sueño que los epigramas griegos definen como arduo y amargo: el sueño en tierra extranjera. Pero dudo que haya que compadecerles. Puede que, a los ojos de muchos de ellos, cuando morían la patria les apareció lejana, sus densos bosques o sus humedales neblinosos, sus lagos, sus montes o sus mares. Pero su último viaje ha sido un peregrinaje a una tierra milenaria, para ellos consagrada y santa, en la cual han iniciado su reposo. Lejos del país que les vio nacer ha comenzado su descanso, pero duermen en la casa de sus sueños poéticos y artísticos” (Deambulando por Roma, 1924)
Hermosas sin duda las metáforas del poeta finlandés para reflejar uno de los mejores refugios que Roma ofrece a los vivos para escapar del caótico frenesí de tráfico y turistas que domina sus calles. Los que murieron ya no pueden apreciar esta calma, pero en realidad, al enterrarse aquí, han creado un lugar de reposo para los que aún respiramos.
Como reconocimiento a Keats por la garantía que su tumba supone para este lugar melancólico, a las espaldas de la pirámide mausoleo de Cayo Cestio, trascribo aquí la primera estrofa de su oda a una urna griega. Si la traducción castellana mereciese vuestras críticas, yo soy el único culpable.
Ode on a Grecian Urne
THOU still unravish’d bride of quietness,
Thou foster-child of Silence and slow Time,
Sylvan historian, who canst thus express
A flowery tale more sweetly than our rhyme:
What leaf-fringed legend haunts about thy shape
Of deities or mortals, or of both,
In Tempe or the dales of Arcady?
What men or gods are these? What maidens loth?
What mad pursuit? What struggle to escape?
What pipes and timbrels? What wild ecstasy?
( Arthur Quiller-Couch, ed. 1919. The Oxford Book of English Verse: 1250–1900)
Oda a una urna griega
Tú, todavía virgen, esposa de la quietud,
Tú, hija adoptiva del Silencio y del calmoso Tiempo,
Silvestre historiadora, que a nosotros dedicas
Tu fábula florida, más suave que este verso nuestro:
¿Qué leyenda acecha en el friso de hojas que compones
Con dioses o mortales, o con ambos quizá,
En Tempe o en los valles de Arcadia?
¿Qué hombres o deidades son esos? ¿Qué doncellas rebeldes?
¿Qué es esa persecución desenfrenada? ¿Qué esa pugna por huir?
¿Qué son esas zampoñas? ¿Qué ese salvaje éxtasis?
No sólo la urna griega de Keats, sino los sepulcros todos de este cementerio protegido esconden peripecias vitales y leyendas.Para muestra, la de Shelley, o de sus cenizas más bien, pues fueron enterradas aquí por sus deudos, años después de su trágica muerte en el mar toscano y de su incineración, decidida por Byron, sobre la arena de la misma playa de Viareggio donde el mar arrojo su cadáver. Llevaba aún los poemas de Keats y un volumen de Esquilo en el bolsillo.
En estos días de idolatría pontifical no está de más recordar que además de poesía, Shelley escribió algunos panfletos indignados, por ejemplo “De la necesidad del ateísmo” (que en su edición aumentada tituló “Refutación del Deísmo”), largo diálogo entre dos personajes, Eusebio y el Teósofo, que envió a todos los obispos ingleses y a las autoridades académicas de Oxford; lo que le valió la expulsión de la universidad y la ruptura con sus padre, que podemos considerar bastante previsible en aquellos tiempos, con que tan sólo leamos uno de sus párrafos:
“Pretendéis que la raza humana merecía una reprobación eterna porque su primer padre había trasgredido el mandato divino, y que la crucifixión del Hijo de Dios era el único sacrificio bastante eficaz para satisfacer la justicia eterna. No obstante, es no sólo incompatible con la justicia sino una subversión de la moral el que millones de seres humanos tengan que responder de un delito del que no han sido parte, o que la crucifixión de un inocente pueda lavarles de esa execración moral, en caso de que hubieran realmente cometido el crimen. ‘Ferret ne ulla civitas latorem istitiusmodi legis, vel condemnaretur filius, aut nepos, si pater ut avus deliquisset?’ Con toda seguridad se trata de un tipo de legislación propia de un estado de salvajismo y de anarquía, de la lógica invencible de la tiranía y de la impostura”.
Cuando se expresaba así, el poeta tenía 19 años.
Antes de salir de los senderos umbríos de este cementerio romántico, no puedo menos de detenerme ante la tumba de Johann Christian Reinhart, el artista alemán a quien dediqué mi entrada del 6 de mayo pasado…
…y ante la lápida colectiva de los suecos aquí enterrados (que reza literalmente: «aquí reposan suecos»).
Y saliendo del cementerio, lugar por excelencia del ocaso…
…saludos desde otra clase de ocasos, los atardeceres de Gotemburgo. Los barcos que aquí fondean no son los de Caronte, ni estamos en la orilla de la laguna Estigia.
Precioso blog, Ramón, no lo conocía. Lo enlazo ahora mismo al mío (El baile de los silenos). Te visitaré a menudo. Un fuerte abrazo.
Me alegra mucho saber de ti, Antonio. Llegué de madrugada de mi viaje periódico de Suecia por carretera y encuentro tu comentario y tu magnífico blog, de auténtico experto (el mío es más el de un dilettante). Para bien de mis lectores, voy a enlazarlo también a éste en cuanto mis neuronas se recuperen de cuatro días al volante. Un fuerte abrazo.
Un blog admirable, del que nos vamos transidos de esa Paz que en ese sitio abunda. No sé quien eres, autor, pero tu generosidad va a la par de tus Conocimientos. Cordiales saludos.
Muchas gracias, Beatriz. Por lo que he visto tú también perseveras desde hace ocho años en escribir en tu blog. ¡Enhorabuena!
Explicar por qué uno escribe nos llevaría a los que lo hacemos desde hace años a recordar por qué sentimos la necesidad de expresarnos sobre algo en el momento en que lo hicimos… sería largo y tedioso y sólo se lo leemos a los grandes literatos.
Yo me limito a hacer de cronista de algo, en casi todos los casos a partir de las fotos que tomo sobre la marcha. Primero fue por tener al corriente a familias y amigos y luego fue algo así como eso de «en bloguear y rascar todo es empezar». Saludos cordiales, Ramón