De calabazas y pucheros

Al solecillo de la tarde. Botánico de Gotemburgo. Foto R.Puig
«Adieu, vive clarté de nos étés trop courts» (Baudelaire, Chant d’automne)
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Calabazas
A principios de noviembre –velis nolis– a todos nos dan calabazas. Hay que hacerse a ello, es el jalogüín, como Fernando Savater lo llama cuando escribe que estas fechas no son sólo de añoranza de quienes se ausentaron de nuestras vidas; para los niños, añade, se acompañan de «ese toque de terror venial que convierte a las ánimas difuntas en sobresaltos de feria y no en reos del purgatorio o amenazantes embajadores del fuego eterno».
En el Jardín Botánico de Gotemburgo se pueden ver en estos días hasta noventa formas de calabaza, también llamada zapallo, que es como se denomina la cocúrbita comestible en gran parte de la la América castellano hablante. Su cosecha en Europa antecede en cuatro a cinco meses a las fechas de su recolección en aquellas tierras hermanas.

90 tipos de calabazas. Jardín botánico de Gotemburgo. Foto R.Puig
Además de saborear en la cantina del jardín una sopa de calabaza, puedes entrar en una casita roja que parece sacada de un cuento de gnomos y descubrir las formas inusitadas de lo que en sueco y con pompa onomatopéyica llaman pumpa.

La casita de exposiciones. Jardín botánico de Gotemburgo. Foto R.Puig
Cualquier época del año es buena para acercarse al Jardín Botánico, pero quizás sea ahora cuando los tonos de color y la luz oblicua del sol mejor se hermanan con el agua.

Luz de otoño en el Botánico. Foto R.Puig
Quedan en los parterres esas flores que se mantienen casi todo el año.

«Asteracea. Symphyotrichum novi belgii». Botánico de Gotemburgo. Foto R.Puig
Tiemblan todas las coloraciones del espectro lumínico

Hojas de «Acer Palmatum». Botánico de Gotemburgo. Foto R.Puig
en una gran variedad de formas.

En el Jardín Botánico de Gotemburgo. Foto R.Puig
Decididamente son tiempos para el paseo.

En otoño paseos. Foto R.Puig
Certifican los historiadores que Aristóteles inauguró su Escuela Peripatética en el año 335 a.C., pero en mi modesta opinión tuvo además que ser cuando el otoño se enseñoreaba de los cielos de Atenas, como lo hacía sobre Gotemburgo hace poco más de una semana. Estos días son buenos para pasear filosofando o para filosofar paseando.

Cielo de otoño desde los invernaderos del Botánico. Foto R.Puig
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Colores en la cacerola
(por cortesía de la cocina de Amelia)
Pocas policromías pueden competir con la paleta del otoño. Sin embargo no le van a la zaga los colores de los manjares de una mesa peruana. No se enfaden los amantes de las demás gastronomías, pero esto lo digo con pruebas: para animarme a tomar el avión a Lima, unos buenos amigos me han provocado hace poco con fotos de los platos que la cocina de Amelia (seguramente con la ayuda de Manolo para cortar cebollas) estaba desplegando sobre la mesa.
Estas eran las imágenes que a través del éter me servía mi androide ¡cuando yo me estaba preparando unos humildes huevos fritos!

«Cau cau». La cocina de Amelia. Lima. Perú
¡Oh visiones fugitivas¡ ¡Oh manjares que al tacto y al gusto por la pantalla escapan! Aunque mejor no me quejaré, no sea que un criollo me responda : «¡Amigo ¿cuál es tu cau cau?!» (*)
¡Y que me dicen de este nombre, olluquito! Es verdad que faltan el tacto y el gusto, pero ¿a que suena que alimenta?
Continuamos con otros dos platos que nos llegan de un Perú primaveral, pero que en Europa son perfectamente otoñales.
El siguiente es un plato de cuchara…
Ideal para los primeros fríos, como también lo es este
¡Que aproveche!
¡Ah! Y para desengrasar podemos salir a jugar al fútbol con los niños…
Notas:
(*) «¡Amigo ¿cuál es tu cau cau?!» = «¡Amigo ¿cuál es tu problema?!»
Por lo que he podido hasta el momento averiguar:
- El cau cau (competidor de los callos a la madrileña) lleva mondongo, patata, cebolla roja, pasta de ají amarillo, dientes de ajo picados, polvo de cúrcuma, hierbabuena, guisantes, aceite de oliva, sal, pimienta y comino.
- El olluquito de charqui lleva, además del charqui o carne de res desecada, lomo de cerdo en cubos, olluco (planta andina) picado, ají, ajo molido, comino, perejil picado, culantro (coriandro), aceite y sal.
- El seco de res lleva carne de vacuno, cebolla roja picada en cubitos, ajo molido, culantro molido, guisantes, ají molido, aceite, agua, sal, pimienta y comino.
En cuanto a cómo todo esto se combina y se elabora… le tendremos que preguntar a Amelia.
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