Deambulando por Madrid

Carlos III. Real Jardín Botánico. Madrid. Foto R.Puig
En homenaje a la nariz de Carlos III
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Andar por los barrios de mi patria chica es uno de los placeres de estos pocos días, que echaré de menos cuando no esté en Madrid. Pero este domingo, cuando mis divagaciones aparezcan, estaré iniciando mi ruta por las llanuras manchegas, de vuelta a Valencia y a la Marina Alta.
La efigie de Carlos III, en la umbría del Jardín Botánico (mi refugio preferido cuando ya me aprietan los zapatos), con su regio apéndice nasal, tan amigable y hospitalario para con las arañas, me ha incitado a abrir este post con el rostro inconfundible del mejor alcalde de Madrid, de cuyo nacimiento se cumplieron tres siglos este año.
La verdad es que se podría identificar a los monarcas de nuestras dinastías por sus perfiles fisonómicos. De este modo la sucesión entre los Austrias y los Borbones de España se podría haber dirimido entre numismáticos o en una consulta popular: ¿Prefiere usted que su rey sea prognato o narigudo?
Por desgracia las naciones y los ejércitos europeos se lo tomaron a la tremenda y las escabechinas duraron casi quince años, cuando todo se habría podido resolver por voluntad estético-popular y el monarca habría accedido a reinar o por narices o por la jeta.
Nota bene: ¡adivinen qué nación sacó la mejor tajada de aquellas contiendas que, a costa de tantos muertos, hicieron la fortuna de pocos! (Pista: I want my ….. back)
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A lo que íbamos…
Disculpen que me haya alejado del discurso inicial, estaba yo paseando por Madrid. Empecé temprano, pues no es verdad que los madrileños no sean madrugadores. De hecho, ínclitos sociólogos dicen que sólo son unos 10.000 habitantes de la Villa y Corte los que tienen hábitos noctámbulos y se la pasan noche tras noche en teatros, tapeos y francachelas. Los demás son muy cumplidos. La razón de que parezcan muchos más es (basándome en lo que me han dicho los sociólogos que lo han estudiado) que a esos diez mil trasnochadores les siguen cada día algo así como una media de ochenta mil gregarios (es decir turistas y forasteros) que acuden a Madrid motivados por su famosa movida.

Madrid. Plaza Alonso Martínez a primera hora. Foto R.Puig
Muchos madrileños desayunan frugalmente y de mañanita en la barra del bar

Cafetería Santander a las ocho de la mañana. Foto R.Puig
De hecho, los cruasanes de Madrid pueden codearse con los mejores de París

La tentación temprana. Foto R.Puig
Por las calles veremos a muchos probos empleados que acuden presurosos a cumplir con su deber y ganarse el pan con el sudor de su cuero cabelludo

Madrid. Hacia el curro.Foto R.Puig
Por cierto que este establecimiento no había levantado el cierre todavía, pues es de los que se quedan abiertos hasta tarde para avituallar a los famosos diez mil y a sus seguidores.

Madrid. Plaza de Santa Bárbara. «Readymade».Foto R.Puig
La verdad es que las vitrinas de algunos de nuestros comercios deberían formar parte de la colección permanente del MOMA de Nueva York.
Juzguen si no por los detalles

Madrid. Plaza Santa Bárbara. Arte Urbanita.Foto R.Puig
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Por desgracia, algunas bienamadas librerías han tenido que echar el cierre…

Madrid. Entre todos la mataron…Foto R.Puig
Sin embargo, aún subsisten establecimientos que exhiben sus castizos blasones

Blasones de Madrid. Foto R.Puig
¡Y los miradores de Madrid!

Miradores de Madrid. Foto R.Puig
Estos me recuerdan los que había en la casa vecina, pared por medio del piso de mis abuelos en el que transcurrió mi infancia. Dos señoras mayores se acomodaban en su mirador, sentadas en butacas de mimbre, a mirar pasar el tiempo sobre los jardines de un gran palacio que ocupaba la manzana al otro lado de la calle.
Nosotros no teníamos mirador, pero sí balcones, con sus barrotes y arabescos en hierro colado

Balcón de Madrid. Foto R.Puig
de los que Madrid tiene miles

Madrid. Balcones.Foto R.Puig
Y cuando no los hay, los pintan

Madrid. Plaza Santa Bárbara. Trampantojo. Foto R.Puig
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En Madrid se puede pecar de gula con gran facilidad. Y no me estoy refieriendo al tapeo o a los bocadillos de calamares…

Para pecar de pensamiento y con la boca. Foto R.Puig
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En flagrante contraste abundan quienes recurren a la mendicidad en estos tiempos de crisis.
Pero en Madrid hay bastantes mendigos autóctonos que tienen el humor de motivar al donante con algo de guasa
También he encontrado a un joven con varios enseres que mendigaba la caridad de los transeúntes con un cartel que decía: «la Pili me ha echado de casa», sentado en el suelo junto a un portal. Sospecho que la aludida vive en algún piso de ese portal y que el mendicante ha decidido airear su desahucio, para denunciar ante todo el barrio la dureza de corazón de esa Pilar que le ha puesto de patitas en la calle.
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A la entrada del Real Jardín Botánico hay una anciana que ayuda a que se cumpla esa parábola evangélica de las aves que ni siembran ni cosechan pero «el padre celestial las alimenta»

«¡Pitas, pitas, pitas!». Foto R.Puig
Estas palomas serían demasiado grandes para los flacos gatos negros que. dentro del Botánico, prefieren emboscarse a la sombra, aguardando a que algún gorrión distraído se ponga a su alcance.

Al acecho. Jardín Botánico. Madrid. Foto R.Puig

Al acecho.Jardín Botánico. Madrid. Foto R.Puig
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Esta paloma es más recelosa, sólo me concedió unos segundos para enfocar y disparar el interruptor de mi cámara antes de que emprendiera el vuelo

La pileta y la paloma. Foto R.Puig
Pero, volviendo a los perfiles estatuarios. Este es el de un histórico profesor del Real Jardín Botánico, autor de la obra Flora Española, llamado José Quer (1795 – 1864)

José Quer y Martínez por Albert Rodríguez. Real Jardín Botánico. Madrid. Foto R.Puig
Había nacido en Perpignan, en Francia, pero dedicó su vida a los proyectos y a las plantas de los jardines botánicos madrileños.

El gigante y las doncellas. Foto R.Puig
Los que nos legaron este oasis en pleno centro de Madrid, merecerían habitar un paraíso eterno, rodeados de todas las plantas, flores y árboles que lo pueblan.

De Madrid al cielo. Foto R.Puig
Muchas gracias por su blog. Me encanta leerle y disfrutar de las fotos. Paco
Muchas gracias a usted, Paco. Me anima usted a seguir. Ramón
Muchas cosas cargan los elegantes y ‘ probos empleados madrileños cuando van al curro’ . Conocidos o foto al azar?
¡Foto al albur por el barrio de Chamberí!
Querido Moncho,
estoy retrasado en la lectura de tu blog. Tres semanas. Este de hoy me ha parecido muy entretenido. Cuando en marzo pasado tuviste la amabilidad de ir a Madrid desde Gotenburgo para encontrarnos, el paseo por tu Madrid, desconocido para mí fue tan interesante como la conversa interminable, pero corta, cortisima, por el poco tiempo que tuvimos. Nos teníamos que poner al día de varios, muchos años sin charlar, sin vernos.
Probablemente pase por Madrid en octubre próximo. Mi hija mayor Larissa se gradúa en Bélgica.
Iré en Iberia o Lan para poder visitar Madrid. Él KLM es más cómodo y cercano, pero si voy a Europa no quiero dejar de visitar Madrid. No creo que podamos encontrarnos. Sería una gran casualidad. Pero visitare a Carlos III y su nariz, que hoy nos presentas. Este rey borbon, el segundo, estableció lo que por estos lares llamamos «Las reformas borbónicas». El oro y la plata del Perú y Bolivia ya no saldrían del puerto del Callao, si no por BsAs. Eso llevó a la ruina no sólo el puerto de Peru sino todo el virreinato. Los minerales preciosos salían a lomo de mulas por los Andes. Se evitaban los piratas holandeses y británicos, y los riesgos de las tormentas del Cabo de Hornos. Aunque es verdad que antes de subir a los barcos en el Callao se había perdido una buena tajada de la exportación del oro, por los esbirros del virrey de turno. Algo de esto lo relata Pérez Reverte en uno de sus libros de Alatriste.
Bueno Moncho, me llaman a almorzar (comer allá) y te tengo que dejar.
Gracias por regalarnos tus relatos y tus fotos
Un abrazo de hermano
Pancho