Breverías erasmianas (XXIII): “Homo homini deus” (El hombre es dios para el hombre ) / ”Homo homini lupus” (El hombre es lobo para el hombre)
Mi intención era hablar hoy del otoño en Gotemburgo, de estas semanas de sol benigno que han dominado el mes de octubre. Incluso de tentar algunos versos surgidos de paseos apacibles.
Pero, puede que haya sido porque ayer se cumplieron 70 años de la ratificación de la Carta de las Naciones Unidas, naciendo así la ONU, el caso es que el teclado me tentó con dos adagios de Erasmo, que quizás pueden decirnos algo en estos días en que un enorme drama humanitario se desarrolla cerca de nosotros.
Son dos proverbios que recuerdan que los seres humanos podemos presentar dos caras a quienes solicitan asilo: o como dioses menores providentes acogemos a los que buscan auxilio, o mostramos los dientes como lobos a quienes piden refugio ahuyentándolos de nuestro territorio.
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“Homo homini deus”
El hombre es dios para el hombre
Adagio I, i, 69
En tiempos de los antiguos griegos y, más tarde, en obras teatrales del Renacimiento, cuando una situación se había complicado en exceso y no se encontraba un desenlace plausible, el autor recurría al ”Deus ex machina”, es decir a un personaje divino que mediante algún artilugio descendía al escenario y resolvía el enredo o el drama de la forma en que sólo un dios era capaz de hacerlo. En el teatro clásico francés se recurrirá más tarde a la aparición del Rey, el depositario del poder otorgado por Dios y de la justicia suprema.
Que un hombre es dios para el hombre, se suele decir cuando alguien de repente nos trae la salvación de forma inesperada, o de quien de algún modo nos hace un gran favor.
Para los antiguos sólo era dios quien fuese útil a los mortales. De forma que en la Antigüedad se tuvo por dioses a los creadores del cultivo del grano, del vino, de las leyes, y a quienquiera que hubieses contribuido a mejorar la vida
Antiquitas, enim nihil aliud existimabat esse deum quam prodesse mortalibus. Unde frugum, vini, legum auctores, et quicunque ad vitae commoditatem aliquid attulisset, eos pro diis habebat antiquitas.
Erasmo, cristiano y conocedor de Cicerón, explica que a partir de ese a quien se consideraba afín a la moral cristiana, el bien de los mortales se atribuía en última instancia a Dios, “cuya especial cualidad es preservar y hacer el bien”. En consecuencia, quienes salvan a otros de un peligro están haciendo “el trabajo de Dios”. De modo y manera que el adagio se interpreta en el sentido de que quien ayuda a otros lo hace en representación de Dios.
quoniam dei quasi vice fungitur
Para confirmarlo cita a Juvenal y a Virgilio, pero cuando llega a Plinio (Historia Natural, 1,8), como ese autor no reconoce que haya una divinidad suprema que vela por los mortales, Erasmo le reprocha esa inmanencia de atribuirlo todo al mundo y a una cierta Naturaleza, de modo que es dios cualquier mortal que ayude a otro mortal.
Deus est, inquit, mortali juvare mortalem
De la misma manera, excluyendo una Providencia superior, Ovidio, declama en sus Pónticas (2.9.39-40) que
El placer propio del hombre es salvar al hombre
Y no hay mejor manera de obtener favor
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Conveniens homini est hominem servare voluptas
Et melius nulla quaeritur arte favor
Erasmo continúa con San Pablo (I Corintios 13), para quien la caridad es la virtud suprema y consiste en hacer el mayor bien al mayor número.
Más adelante, aunque siga sosteniendo que es una adulación de mal gusto y moralmente inaceptable dar el nombre de Dios a un ser humano, indica que, a pesar de todo, este adagio podría usarse tal cual, lo que explica poniendo el siguiente ejemplo, en el que una persona da las gracias del siguiente modo
En una época en que padecía unas desgracias tan grandes que no había hombre mortal que ni quisiera ni pudiera ayudarme, fuiste el único que acudió en mi auxilio –que era más de lo que yo podía esperar- y no sólo me salvaste con tu bondad (pues de otro modo habría perecido), sino que me me hiciste más apto para la vida de lo que era antes. De modo que (que quede entre nosotros), si alguna vez hay que pueda usarse el viejo proverbio griego, es ahora: ‘el hombre es dios para el hombre’
Erasmo sigue con otros ejemplos, con lo que al final parece haber olvidado sus reparos teológicos y no tiene inconveniente en usar el proverbio para designar a quienes se vuelcan en ayudar a otros. De hecho, como diremos más adelante, explica su pensamiento al respecto en su comentario al Dulce bellum inexpertis:
Dios ha puesto al hombre en este mundo como réplica de sí mismo, para que a la manera de una divinidad terrestre vele por la salvación de todos.
Otra interpretación del adagio que a Erasmo pienso le habría parecido inoportuna (aunque en su época tampoco faltasen los que se tomaban por el brazo de Dios y ejercían de inquisidores y verdugos) es la que hoy podríamos imaginar ante quienes matan, destruyen y empujan al exilio a millones de seres humanos invocando la voluntad de Dios. Es una forma trágica de ejercer de dioses que los griegos al origen de este adagio no pudieron imaginar y que a Erasmo no se le pasó por la cabeza. Su formulación más adecuada sería: «El hombre es dios contra el hombre», lo que en cierto modo nos llevaría al adagio que luego comentaremos.
Pero antes volvamos al sentido original con algo que está ocurriendo.
En estos días, en Suecia se estima que al concluir el año habrán llegado 190.000 solicitantes de asilo y, situación inédita hasta hoy, ante la llegada del invierno, el gobierno está montando campamentos de tiendas especiales (con calefacción), pues los alojamientos normales no van a alcanzar a cubrir las necesidades, tanto sea para ofrecer un cobijo inmediato y ganar tiempo para adaptar o fabricar viviendas, de las que, una vez concedida la residencia, los asilados puedan dirigirse a destinos estables. Ello sin hablar de los 30.000 menores no acompañados que han llegado y a los que, sí o sí, hay que darles residencia con asistencia especial. El presupuesto de la Oficina de Migraciones va a superar pronto el de la Defensa.
Y el viernes por la tarde, seis partidos del Parlamento Sueco, con la excepción de la extrema izquierda y la extrema derecha, han llegado a un consenso sobre los principales aspectos de la gestión de la llegada e integración de los refugiados en los distintos niveles del Estado, incluidas las partidas presupuestarias de urgencia.
Este blog no tiene vocación de análisis político, pero pienso que no me salgo de su perfil propio, diciendo que en las actuales circunstancias, aunque sea sólo un comienzo, esta unión de partidos que en otros temas están a la greña, es un ejemplo que, en estos momentos complicados, debería ser imitado entre los Estados europeos.

Anuncio del consenso de seis partidos suecos para la gestion de la crisis de los refugiados. Foto Vilhelm Stokstad. Svenska Dagbladet
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“Homo homini lupus”
El hombre es lobo para el hombre
Adagio I, i, 70
Este proverbio, abundantemente citado en la literatura universal, sigue a continuación, compensando el optimismo del anterior. La glosa de Erasmo es estrictamente filológica:
Casi contrario al anterior, como si fuese una variante suya, es esta frase de Plauto en su Asinaria: el hombre es lobo para el hombre. Con ella se nos advierte de que que no demos nuestra confianza a una persona desconocida, sino que nos protejamos de ella como de un lobo:
Lobo es (dice) el hombre para el hombre, que no hombre, para quien no conozca su forma de ser
Lupus est (inquit) homo homini, non homo, qui qualis sit non novit.
(Plauto, Asinaria 495)
De todo lo que los seres humanos pueden concebir para hacer el mal a otros seres humanos Erasmo ha tratado en múltiples ocasiones, en especial durante todos aquellos años, entre 1506 y 1526, en los que fue editando y ampliando sus Adagios. Los conflictos armados del primer tercio del siglo XVI y sus efectos devastadores sobre la población civil superaron con creces a las guerras medievales y su glosa al adagio Dulce bellum inexpertis (“La guerra atrae a quienes no la han vivido”) se va ampliando hasta convertirse en la más extensa de la obra.
Sí, el hombre puede comportarse como una bestia para otros hombres…
¿Quieres saber cuán feroz es la guerra, cuán horrible, cuán indigna es del hombre? ¿No has visto nunca a un león peleando con un oso? ¡Qué fauces, qué rugidos, qué jadeos, qué ferocidad, qué carnicería! Al espectador, aunque esté a salvo, se le ponen los pelos de punta. Pero mucho más horrible, mucho más feroz es la visión de un hombre cargado de armas y venablos atacando a otro hombre. ¿Quién creería, dime, que se trata de seres humanos si la costumbre del mal no nos hubiera privado de la capacidad de asombro? Ojos que arden, palidez en los rostros, furor en la marcha, la voz es como un chirrido, el estruendo demencial, el hombre es todo hierro, las armas rechinan, las bombardas disparan sus rayos. Si los hombres se devorasen y bebiesen la sangre para alimentarse la cosa sería más amable: pero a lo que algunos han llegado es a realizar por odio lo que la costumbre o la necesidad harían más excusable. Más aún, todo esto se está volviendo más cruel gracias a las flechas envenenadas y a las infernales máquinas de hoy en día. Ya no encontramos por ninguna parte rastro de humanidad.
La visión de Erasmo sobre las causas y las consecuencias de las guerras, cuyas víctimas son las gentes del pueblo, siguen siendo de triste actualidad:
qué plaga, qué capricho, qué Furia introdujo por primera vez en la mente humana algo cuyo efecto embrutecedor ha impulsado a este plácido animal, que la naturaleza engendró para la paz y la benevolencia y es el único que ha predestinado a la salvación, a precipitarse con tan salvaje frenesí y con enloquecida confusión hacia la destrucción mutua
Y ello a pesar de que
la naturaleza reservó al hombre el uso de la palabra y de la razón, atributos que contribuyen sobre todo al establecimiento y al fomento de la benevolencia, de modo que nada entre los hombres se resuelva por la fuerza
y de que
la naturaleza ha repartido entre los mortales una admirable variedad de cualidades, tanto espirituales como corporales, para que el individuo encuentre en otros individuos algo que amar y reconocer por su excelencia o que desear y abrazar por su utilidad y atractivo. Por último, depositó en su interior una chispa de espíritu divino para que, aunque no se ofrezca recompensa, a todos agrade hacer el bien por el bien mismo. Porque atender a las necesidades de todos es precisamente lo propio y característico de Dios. Pues si no, ¿qué otra cosa es ese extraordinario placer espiritual que sentimos al saber que alguien se ha salvado por causa nuestra?
Por eso, cuando una de las consecuencias de la guerra es el éxodo de millones de personas huyendo de la muerte y la destrucción, espanta ver que en la que quiere ser la patria de los derechos humanos, en Europa, a uno fundamental, el de asilo, se opone aún el racismo y la insolidaridad de quienes asocian subrepticiamente a las multitudes que huyen de las matanzas con viejas invasiones armadas de siglos pasados:
¿Acaso es esto lo que queréis para Polonia? ¿Queréis perder la propiedad de vuestro propio país? ¡No! ¡no es eso lo que quiere el pueblo polaco!
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Estamos viendo como surgen peligrosas enfermedades no vistas desde hace tiempo en Europa: el cólera en Grecia, la disentería en Viena, diversos tipos de parásitos protozoarios que no son peligrosos en el organismo de esas gentes pero podrían serlo aquí.
Son palabras de Jaroslaw Kaczynski el 12 de octubre en plena campaña electoral del PiS, siglas del partido Derecho y Justicia, para las elecciones de hoy 25 de octubre en Polonia, en reacción a la aceptación del gobierno polaco de la propuesta de la Comisión Europea de recibir a 10.000 solicitantes de asilo (citadas por la corresponsal de Le Monde en Varsovia)
Y las palabras de Viktor Orban, el constructor de un nuevo muro en la frontera de Europa (ahora no con el Este sino con el Sur), aplaudidas hace unos días en Madrid, cuando, el mismo que en mayo rechazó acoger a unos cientos de refugiados que le proponía la Comisión Europea, dice:
Lo que estamos afrontando no es una crisis de los refugiados. Esto es un movimiento migratorio compuesto de migrantes económicos, refugiados y también combatientes extranjeros. Es un proceso descontrolado y no regulado

Viktor Orban inaugura una exposición de pintura de artistas húngaros de la Galería Naciona. The Guardian
Por desgracia, como comenta la escritora Monika Zgustova, estos dos caballeros que citamos no son un caso aislado, sino que marcan una tendencia que cosecha votos.
Además, hay partidarios de esas ideas que no se limitan a poner zancadillas a los que corren para atravesar una frontera con una criatura en brazos, sino que pasan a la acción criminal, oculta, como son los incendios de alojamientos de inmigrantes en Alemania o en las últimas semanas en Suecia
o como la de un chico normal, graduado de un bachillerato técnico, a quien, según lo que ha trascendido, le gustaba el grupo musical belga «Suicide Commando», algunas de cuyas letras «alimentan mi odio interior» y le sumen en la tristeza, «pues no conseguiré matar a todas esas razas malditas». El mismo que, poco antes de atacar con una espada a quienes tenían la piel oscura, había mirado un film de propaganda neonazi en Internet que se titula algo así como «Cuando los enfurecidos hablan». Una carta que ha dejado este asesino, movido por el odio racista, concluye (según manifestaciones de la policía) con la idea de que, por culpa de los inmigrantes, Suecia ya no será la misma.
Por desgracia ese leitmotiv no sólo agitaba la mente de este nuevo Breivik, pues lo he podido encontrar recientemente en una tribuna de la jefa de opinión del Göteborgs-Posten subtitulada «Nuestra disposición a recibir cientos de miles de solicitantes de asilo en los próximos años es todo menos buena», que además de ilustrarse (glosando la imagen con un pié negativo) con la foto del ministro del Interior en una de las tiendas de campaña de urgencia que se han habilitado, concluye con esta frase: Sverige kommer inte att bli sig likt igen, es decir Suecia no será más ella misma.
No puedo juzgar el conjunto de los artículos de quien eso escribe, pero de esta tribuna en la página principal del periódico son preocupantes no sólo algunos contenidos y el citado subtítulo, sino, sobre todo, el que concluya con uno de los pretextos más socorridos de quienes creen en supuestas e inmutables esencias patrias, que los inmigrantes vendrían a pervertir.
Sí, como dicen los viejos adagios, es cierto que el hombre puede ser lobo para el hombre y, también, que habrán de ser los ciudadanos y sus votos los que mantengan unos espacios de democracia en los que se demuestre lo contrario: que los seres humanos son los únicos dioses que les quedan a los seres humanos.
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NOTA:
Texto latino de “Les Adages d’Érasme” présentés par les Belles Lettres et le GRAC (UMR 5037), Lyon, 2010, pp.141-144. La traducción es mía. Los textos en castellano del Dulce bellum inexpertis también son traducción mía en Adagios del poder y de la guerra y Teoría del Adagio (Madrid, Alianza Editorial, 2008)
Con Rosi seguimos diariamente las terribles marchas de esas muchedumbres que por lo visto quieren o sueñan con llegar a territorios como Alemania, Suecia y, ojalá, también otros similares en buenas intenciones y capacidad real de recibirlos, Rosi lo siente de veras y yo la asusto cuando le digo que veo un final feo: llegará un momento, sobre todo cuando arrecie el invierno, que esas muchedumbres rompan sus controles y se avalanchen contra supermercados y mercados y empiecen los saqueos, con la previsible o, mejor, imprevisible represión de las autoridades y gobiernos locales…a no ser que los gobiernos centrales decidan darle posada, alimentación y, idealmente, trabajo y ocupación a esas gentes. Una buena prueba para los ideales y compromisos democráticos de los países de la Unión Europea…la vieja civilización occidental y cristiana.
Obviamente -como en las guerras mundiales pasadas- para los pueblos sudamericanos son angustias demasiado lejanas, aunque se note paulatinamente el impacto en las relaciones económicas y comerciales internacionales. Los «medios» nuestros están preocupados en temas inmediatos, como es de suponer.
En todo caso yo mismo he estado en mil cosas de la casa y no he comentado tu blog como hubiera querido. Quise comentar lo de tu abuela irlandesa y las -para mí- aventuras políticas complicadas de Normandía. En fin, el tiempo me gana. Este último blog ha sido para mí ocasión para descubrir en I Corintios 13 un manantial increíble de ideas para incluir en un ensayo sobre mi manera de entender la religión cristiana. Otro dia seguimos. Me alegro de que alguno de los «tertulianos», como Pancho Otero, también alterne contigo. En cuanto tenga un ratito más libre volaré por Gotemburgo en alas de Google Earth.
Un abrazo.
Estos días estoy también en mil cosas.Tu comentario merecería más, pero me limito a decir que si además de las alas de Google Earth llegas a venir con las otras, en casa tienes posada cierta.
Un abrazo