Trashumancia 2015 (IV): abrimos un paréntesis
Tras dejar Hamburgo, hice alto en un camping cerca de La Haya, en Wassenaar, a ocho kilómetros de las playas del Mar del Norte y doce en autobús suburbano de la sede del Parlamento y el Gobierno de los Países Bajos.
Por la mañana paseo junto a canales apacibles que bordean antiguas granjas
¿Y al atardecer?
Al atardecer, sorprendemos las actitudes de los habitantes del prado
y sus ceremonias
Estos entornos confirman la fama que tiene La Haya de ser “la mayor aldea de Europa”. De hecho, llegas al centro circulando por prados y barrios residenciales, por avenidas flanqueadas de soberbios robledales.
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Pausa
Aunque me había propuesto seguir presentando mi cosecha de fisionomías en tres museos de la Haya (Mauritshuis, Bredius y Galería de Pinturas de Guillermo V), creo que nos merecemos una pausa, motivada por esta ciudad de turismo tranquilo,
antiguas plazas
y estanques floridos.
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Más pausas
Cuando escribo esto han transcurrido ya tres semanas desde que llegamos a la Marina Alta de Alicante.
De modo que no sólo descansaremos hoy de museos, sino que nos tomaremos un respiro frente al Mediterráneo.
Así estaba de pacífico nuestro destino de Els Poblets
Todo invitaba a desacelerar,
aunque sin confiarse mucho…
Pues el paso de agosto a setiembre nos acaba de pillar con sus temporales.
Hace sólo dos tardes, nos hemos bañado a placer, pero en Denia, en pleno centro…
Cuando aquí diluvia no hay escapatoria, ni para nosotros, ni para el agua que satura la red de alcantarillado dando lugar a ríos y lagunas urbanas.
De vuelta a La Almadrava, el mar arremete a placer contra los cantos rodados de la playa.
Pero eso no desanima a las jovencitas con aspiraciones fotogénicas
Aprendices de Venus surgiendo de las aguas, parece que planean sorprender a sus amigos en Facebook con algunas instantáneas de resonancias mitológicas
A unas decenas de metros hay quien prefiere disfrutar de la orilla para él solo, sin dar un palo al agua…
Y hablando de apacibles abandonos…
¿Han contemplado ustedes una Vuelta a España en directo, tras consumir una buena paella, desde un balcón, en compañía de amigos? ¿No?
Nosotros tampoco antes, hasta que nos dieron ocasión en Moraira.
Confieso que, mirando a estos sufridos ciclistas, ya camino de la meta del Puig de la Llorença, sentí no calambres, pero sí un pellizco de culpa por mi vergonzosa pigricia.
¡Gracias Pepa! ¡Gracias Miquel!
Efectivamente Ramón, un inteligente descanso…sin llegar a ser necesariamente “pigricia” que en el Perú significa “un poquito de algo”, palabra que no creo que las generaciones de mis hijos y nietos la usen.
Ahora, por curiosidad, los que están en cómodas sillas mirando el mar ¿son gente que viste al paso o familiares tuyos? Y dos bichos que no reconozco: una especie de ñandú y más atrás ¿un perro…? Las Venus que están retratándose…amplié todo lo que pude la foto en mi móvil pero nada especial, salvo delgadas como zancudos.
Te diré en confianza que uno de los lados oscuros de mi personalidad es que de turista prefiero las calles a los museos. Rosi me ha llevado casi a rastras a visitar museos o edificios importantes en los sitios donde hemos estado inclusive Florencia, que reconozco que es un crimen de mi parte. Pero he desarrollado la siguiente teoría: los únicos que tienen derecho de gozar viendo de cerca las grandes obras de arte (el Cristo de Velásquez, la Pietá de M.Angel, la Monalisa, Guernica) son los artistas (pintores, estudiantes de bellas artes). El resto del “populorum” tiene de sobras libros, enciclopedias, internet. En cambio el muchacho o la chica pintores, dibujantes, escultores, que gracias a una beca o con sus ahorros de hambre visitan El Prado o el Louvre deben sentir emociones sublimes a pocos centímetros de las obras de arte. Los museos son para ellos. El resto, por cultura general, por sincera afición o por mera pose turística, hacen su cola y pasan disciplinadamente de una obra a otra…sin pena ni gloria ni especiales efluvios. Todo lo contrario del artista que se devora el cuadro y quisiera tocar con sus dedos los lienzos donde estuvo el pincel de Rubens o de Picaso…Yo sentí eso cuando en el Monasterio de Palma de Mallorca casi me tuvieron que amarrar para no poner los dedos en el piano donde tocó Chopin. Hasta ahora mhge queman los dedos pese a que no pude tocar esas teclas…y sin ser yo ningún buen pianista. Muy distinto de ver una foto de ese piano en un libro de historia de la música.
Cuando leo las cosas que escribes sobre obras de arte lo hago tratando de escuchar ese tipo de mensaje (de dibujante, pintor, artista que eres) y creo entender bien cuando tus alumnos recuerdan tus clases.
Rouillon no era dibujante ni escritor ni poeta…pero cuando se metía en el mundo de la creación y producción cinematográfica ¡¡ese creo que era el verdadero Rouillon!!
Gracias, Bernardo. Efectivamente, pigricia en su acepción coloquial en algunos países de América Latina es también “pizca”. Es también un bello significado. A veces la pereza nos conduce a no movernos ni pizca o a no querer ni una pizca de nada… Como esos que están sentados en la playa y que no conozco ni pizca. En cuanto a las venus, es posible que sean de esas jovencitas que se guían por los que ven en las pasarelas. Confío en que no lleguen nunca al extremo de ciertas maniquíes al borde de la anorexia. En cualquier caso la gracilidad del ave gruiforme de la foto puede también casar bien con la belleza. A mi modo de ver, el borrego de la foto (que no perro) la observa con cierta envidia.
Entiendo lo que me dices sobre la visita a los museos, sobre todo en el caso de los visitantes de paquete turístico (“all included”) que circulan a marchas forzadas frente a las obras de arte. Eso ocurre sobre todo en museos “vedette”, pero hay infinidad de otros, magníficos, donde sólo van visitantes motivados.
Aunque pienso que los amantes del arte no se encuentran sólo entre los que lo practican y lo estudian por motivos profesionales o académicos. Incluso, dentro de ese mundo, te llevarías sorpresas con la insensibilidad de algunos “artistas” ante lo que no se engloba en el enfoque unidimensional de lo que ellos practican.
Nunca un libro podrá procurar lo que produce en ti, por ejemplo, el Museo Altemps de Roma, donde puedes pasarte horas sin cruzarte con apenas otros visitantes. Para eso no creo que haga falta conocimientos ni vocación especializada.
¡Lo que dices sobre tu experiencia ante el piano de Chopin sería un magnífico arranque para una novela!
Ese impulso podría ser como el momento de introspección de Proust quien, al mojar un trozo de magdalena en la cuchara del té, extrae del olvido a partir de un simple sabor tantas páginas de reminiscencias. Lo analizábamos con Rouillon (¡ahí también era el verdadero Rouillon!),
Un abrazo
Ramón
Ramón: Sumamente agradable charlar contigo en profundidad y no simplemente charlar, sin llegar al extremo de sostener que lo importante es la conexión y no tanto el tema, asuntos todos estos de los que intercambio ideas en el Facebook de un buen discípulo de Umberto Eco. Se llama Eduardo Zapata, lingüista, egresado de la PUCP, exalumno de Cisneros, doctorado en Boloña con Eco, luego joven profesor de la ULima y ahora en la UPC. Del grupo de profesores menores que yo, de distintas áreas, reunidos a media mañana para un café y cigarrillo, etc. Son viejos recuerdos y modernos encuentros “virtuales” más o menos aislados, escasos. En realidad mi encuentro con Zapata es prácticamente único. Mi conexión con los Tertulianos está en cambio en un nivel muy superior aunque lo normal (en el café Santa Ana) sea contar y reir las anécdotas de siempre ¡con las que voy conociendo algo de las vidas de mis “menores”!
Ya seguimos.