De los colores de cada día a los frescos de la Capilla Sixtina (I): el verde.
Verdes de junio en Gotemburgo
En Suecia el mes de junio es la madre de todos los verdes. Basta darse un paseo por los parques cercanos o sentarse en un banco y esperar a que los juegos de la luz y de la sombras cambien paulatinamente los tonos del mundo vegetal que nos rodea.
Y cuando las guarderías se invitan a la fiesta del verano principiante, el color de los gorros de los pequeños es naturalmente el verde.
Los papás y las mamas también tienen derecho a coronarse de verde.
Aunque algunos progenitores opten por vestirse conforme a preceptos y tradiciones de acentuada diversidad tonal.
El manto verde del césped invita a descansar a la sombra de las esculturas polimorfas de Tony Cragg.
Así que, motivado por la explosión de los mil distintos tonos de verde de este final de junio escandinavo, abro esta serie que iré dedicando a los colores, y comienzo hoy con el verde.
Además me viene a a la memoria una estrofa de aquella canción “paisaje de Catamarca” de Facundo Saravia, tantas veces escuchada a Los Chalchaleros:
…
Paisaje de Catamarca
con mil distintos tonos de verde;
un pueblito aquí, otro más allá,
y un camino largo que baja y se pierde.
…
Y si a ustedes le parece excesivo mi flashback, tendrán que culpar a mi gusto por la divagación, porque ahora nos vamos a Roma.
.
Los colores de la bóveda de la Capilla Sixtina
Se trata de un salto hacia atrás, hacia otro paisaje que nos va a acompañar en las entradas de esta serie, el de la bóveda de la Capilla Sixtina.
Después de la extraordinaria restauración que concluyó en 1989, hemos recuperado la visión que, con luz natural, debieron de tener de ella quienes la pudieron admirar cuando Miguel Ángel concluyó esa primera parte de sus frescos en 1512.
Antes de ilustrar los tonos de verde que plasmó en su formidable despliegue pictórico, resumiré algo que los expertos han comentado al analizar la estructura y sentido de lo colores que Miguel Ángel empleó en la bóveda.
John Shearman ha visto en la bóveda ciertas series de combinaciones binarias de color que transitan de unas figuras a otras a medida que el artista ejecuta su obra, comenzando por las primeras figuras y composiciones de su lado oriental, sobre la entrada de la capilla, donde el artista comenzó pintando al profeta Zacarías, hasta su conclusión occidental con la figura de Jonás, sobre el altar y sobre el fresco del Juicio Final. (John Shearman, “La funciones del color de Miguel Ángel” en La Capilla Sixtina. Una restauración histórica, Editorial Nerea, Madrid 1995, pp.80-89).
Estas series de variaciones que él califica de “alternancias e intercambios isocromáticos” aplican unas veces las variaciones de saturación del color, otras los progresivos cambios de color y, en su mayor contraste, la vecindad de colores que se complementan. Todo ello con la finalidad de destacar volúmenes y diferenciar entre lo que el crítico denomina “macroformas” y “microformas”.
En definitiva, Miguel Ángel habría buscado obtener de este modo unos equilibrios estructurales, si no definidos y planificados desde un principio para la totalidad de la obra, sí construidos a través de un uso del color, progresivamente sofisticado.
El resultado es, según este reconocido especialista, un impresionante equilibrio de líneas, formas y superficies, así como de matices de color con los que el artista consigue destacar los volúmenes de sus personajes, de sus sombras y sus luces, y crear un paradigma, que aunque enlaza con el primer renacimiento, supone un decisivo paso hacia delante y una base que inspiró a los pintores manieristas y barrocos.
Los verdes de la bóveda
El pigmento que los restauradores dicen que usó Miguel Ángel para los verdes de la Sixtina es el silicato de hierro o “tierra verde”, aunque las referencias que he encontrado no lo mencionan en la bóveda sino en el Juicio Final, concluido treinta años más tarde. Así que, de algún modo, estoy extrapolando.
En todo caso, me parece que, además de las interpretaciones estructurales o técnicas mencionadas, hay una constante «temática» que encuentro en esos verdes en la bóveda. Por un lado están las figuras de los lunetos y de los triángulos sobrestantes, de las pechinas de los cuatro ángulos y de las figuras de los profetas y de las sibilas, donde el verde es uno de los colores principales en los ropajes.
Y por otro, en la franja central de los cuadros del Génesis, donde, además de mantenerse en algunos ropajes, el verde es el color del terreno natural que soporta a los personajes y de los motivos vegetales, sobre todo el de las hojas y bellotas de los robles, símbolo de la casa Della Rovere, la del papa Sixto IV, promotor de la decoración pictórica de la capilla que lleva su nombre, quien, a pesar de sus orígenes franciscanos, no se destacó por su modestia y sí en cambio por su afán de pompas y su desbocado nepotismo.
Hubo quienes criticaron la restauración de la Capilla Sixtina, por ejemplo alguien que no se caracterizó precisamente como experto del periodo renacentista ni de la restauración de obras de arte, me refiero a Andy Warhol, que firmó una solicitud para que Juan Pablo II detuviese los trabajos.
Hoy todos podemos congratularnos de que no se le hiciese el menor caso.
….
Y mientras yo andaba con estas disgresiones, caigo en la cuenta de que la mamá que, el domingo pasado lidiaba con sus traviesos vástagos, encantados de calarse hasta los huesos, sigue intentando controlarlos…
Trackbacks