Por el camino de Suecia (I): de Huesca al Portalet
Empiezo resolviendo el acertijo del domingo pasado: la foto de la concha de peregrino señalando el camino a Santiago estaba tomada del pavimento en piedra en Huesca. Había varias y en muy buen estado. Un amigo pensó que era de Burgos, pues me ha dicho que allí también marcan la dirección de Compostela.
Aquí inserto otra, también de Huesca.
Esta vez quise pasar a Francia por un puerto pirenaico que aún no conocía. Elegí la ruta hacia el norte por Aragón. Las autovías de Valencia a Aragón son hermosas, sobre todo en el tramo que recorre los montes de Castellón y por las planicies de cereales antes de Zaragoza.
A Huesca llegué casi a las tres de la tarde en medio de la canícula. Recordaba las lecciones de historia de arte y en mi memoria había quedado grabado el nombre de San Pedro el Viejo, uno de los hitos de nuestra arquitectura románica.
Por desgracia, además de unas calles desiertas, los templos estaban cerrados. Así que me tuve que contentar con las fachadas.
Las imágenes del pórtico de la catedral reflejan el paso de los siglos y de algún que otro acto vandálico. Hay una puerta lateral de la que parece que hubieran arrancado todo un altorrelieve.
¿Nuestra guerra civil? No lo sé, pero, si así fuera, estos actos que se cebaron en el arte de nuestros antepasados siempre me hacen pensar, como los que ocurrieron durante la revolución francesa, en una paradoja. Me refiero al sarcasmo histórico de que a menudo los sans culotte o los proletarios airados, cargados seguramente del peso de siglos de agravios y de connivencias entre los eclesiásticos y los que les exprimían, cuando no lograban poner la mano sobre el obispo o algún canónigo, para ejecutar su venganza destruían el trabajo admirable de otros trabajadores y artesanos anónimos que en épocas pasadas también habían sido asalariados de nobles, abades o de la alta clerecía.
Al final, volvemos a lo mismo, hombres del pueblo acaban ajustando cuentas sobre las espaldas o sobre la obra de otros trabajadores del pueblo tan sufridos y sometidos como ellos. Con frecuencia la unión de los proletarios del mundo, si llegaba el caso, como mucho era sincrónica. Pero, en situaciones extremas, la violencia que se desataba acababa con los frutos del genio anónimo de otros proletarios del pasado.
¡Paradojas de la ignorancia justiciera y del olvido de la historia!
La parrilla de San Lorenzo
La historia de San Lorenzo, que según la tradición sufrió el martirio de ser quemado a fuego lento sobre una parrilla, está reflejada en su iconografía. Se le esculpe o pinta parrilla en mano, como en el pórtico de la catedral de Huesca, donde incluso el tiempo, sin necesidad del fuego, le ha comido las facciones.
Pero sí que era fuego el calor de las calles, todas engalanadas de parrillas, anticipo decorativo de las fiestas del santo asado, su patrón, que se celebran del 9 al 15 de Agosto.
El contrapunto, no menos festero, son los notables graffiti de algunos muros de la ciudad. Aunque, la verdad es que, sobre todo el primero, entran más bien en la categoría de murales urbanos. Si bien, confieso que desconozco la calidad que se pueda conseguir usando los aerosoles actuales (instrumentos por excelencia del «grafitero»), que seguramente obtienen una gran definición de trazos y matices.
La primera de estas pinturas urbanas representa a un personaje que se come el mundo, mientras él mismo (por ser más chico) es devorado por un enorme pez
El segundo mural, de mano diferente, pinta a una mujer-guante (de limpieza) con ojos inmensos y rodeada de meteoros
Subida al Portalet
La carretera que asciende al Portalet es excelente y sus paisajes invitan constantemente a detenerse.
Picos inaccesibles y empinados farallones
Y, bajo las cimas, un embalse rodeado de arbolado y presidido por unos cielos de absoluto azul
Unos amables turistas italianos me sacaron la foto en ese escenario
mientras mi veterana furgoneta se tomaba un merecido descanso
Dejaremos para el próximo domingo la vertiente francesa y la parada en Oloron Sainte-Marie.
….
Inciso
Pero, ya que hoy escribo desde Suecia, me voy a permitir un salto temporal de algunos días.
El miércoles pasado, como narraré, llegué a Suecia en ferry, ya casi a media noche, desde la punta de la península de Jutlandia. A la mañana siguiente, deambulando por las calles de Gotemburgo, percibí signos inequívocos de estar en sus calles. Hay cosas que son de aquí.
Como esos camareros que pedalean para llevar la cafetería rodante (¿tecnología rikshaw importada del Pakistán?) al festival de música pop que se va a producir esa tarde en un parque, a unos cuantos kilómetros de la cuesta por la que sudan
No lejos de mi casa, en el parque, un partido de fútbol para el cual hay que tener unas buenas dosis de buen humor sueco, y ganas, muchas ganas…
El viejo tranvía que hace la ruta hacia el parque de atracciones de Liseberg…
Muchas, muchísimas fachadas en renovación, aprovechando el verano y las ofertas de innumerables empresas de rehabilitación de edificios que, a menudo, dan empleo a obreros temporeros venidos de fuera…
Aunque, last but no least y remedando a Proust, llegar a las ciudades de Suecia en verano es encontrarse como por arte de magia à l’ombre des jeunes filles en short
Gracias a ellas la ciudad de Gotemburgo está gratia plena y la bandera nacional saluda más contenta en estos días estivales
Bonito e interesante recorrido. creo que te voy a copiar algunos de los viajes que nos cuentas ahora que voy a tener tiempo libre.
Hola, Marta,
Aunque lo cortés no quite lo valiente, no hace falta irse a Asia para «conocer mundo». Lo tenemos, como quien dice, a la vuelta de la esquina y ¡nos falta tanto!
Aparte de que la vida no alcanza para todo, siempre he pensado que para ver hay que saber mirar y, si es posible, a paso lento.
¡Bienvenida al club!
Moncho