La ruta hacia el sur (y III): por el Alto Ampurdán
Hay un pueblo, encaramado sobre un puerto de montaña o, si se prefiere, un col, a 813 metros sobre el nivel del mar, en el que ya los ejércitos romanos mantenían una guarnición para controlar el acceso a Hispania desde la Galia. Los soldados de aquel manípulo eran los custodios del estratégico paso. Por eso se llama Coustuges o, en catalán, Costoja.
Yo, pobre de mí, pensé al principio que el nombre aludía a las costillas de cordero, es decir a las chuletas de los agneaux que imaginaba pastando por sus prados desde hace siglos. Pero no, el nombre de este pueblo transfronterizo del Alto Vallespir tiene un origen más épico, como me explicó una vecina que también me dijo que no me extrañase por ver tanta bandera catalana, pues ellos, además de franceses a mucha honra, se sentían también “catalanes del norte”.
La verdad es que ya me había hecho pensar positivamente la práctica poética de su alcalde. El síndico ha sembrado de placas de piedra los rincones de la comuna con el beneplácito de sus vecinos y para regocijo de forasteros, con los que los nombres de las calles se completan con la espirituosa descripción del uso de los espacios urbanos. Los textos en francés y en catalán son muy abundantes y algunos se refieren a este pueblo en su condición de emplazamiento estratégico sobre una antigua vía romana.
Hay una plazuela recoleta que sirve de “escapatoria para cotillas tenaces”
Otro lugar es el destinado a las “maquinaciones de mozos y mozas juguetones”
Así que teniendo un primer edil tan poeta, entiendo que no quieran desvincularse ni de la tradición secular de la poesía francesa ni de la hermosa lengua catalana. Aquí parece ser que la cadena que todos los días se manifiesta en su esplendor es la de los Pirineos y la identidad más antigua la romana.
Coustouges tiene una soberbia iglesia románica documentada desde el siglo XI
Dicen que el rayo de sol que atraviesa en dos momentos del año uno de sus dos lucernarios sale por la puerta del fondo y las aberturas del nartex, para seguir una trayectoria coincidente con la mediana del Alto Ampurdán hasta Llansá
Sea como sea, el pórtico en el interior del nártex es un trabajo de auténtico bordado en piedra
Y los detalles del trabajo del hierro en su puerta son característicos del románico catalán
La cabeza de perro guardián de su cerrojo es también tradicional, pero de una calidad poco común en sus detalles
Descendiendo por el Alto Ampurdán
La bajada desde Costoja hacia España nos traslada al Alto Ampurdán sin apercibirnos por otra señal que no se el diferente firme de la carretera, pues las alturas y los bosques del Alto Vallespir francés se funden sin solución de continuidad con los del Alto Ampurdán español.
Entre la Cataluña del Norte y la del Sur la identidad de los paisajes no marca diferencias.
Bañolas y el Can Puig de la Bellacasa
Yo subí por estas alturas gracias a las informaciones que me dieron en Arles-sur-Tech para pasar al Alto Ampurdán, ya que quería a ver a uno de mis hijos que, cosas de la vida, se ha venido a vivir cerca de las tierras en las que apareció por primera vez el apellido familiar allá por los finales del siglo XV.

El Can Puig de la Bellacasa a principios del siglo XX. Foto de los archivos del Consell Comarcal del Pla de l’Estany.
A través suyo y de su comunidad he conocido las actividades de la Cooperativa Integral Catalana: http://cooperativa.cat/es/. Creo que, como es habitual, las formas alternativas de autogestión bullen con más fuerza en tierras catalanas. No pude estar con ellos en su Fiesta de San Juan (http://cooperativa.cat/es/san-juan-fiesta-del-verano-en-pujarnol/), pero al menos he conocido algo que ya me pilla viejo, pero que en mi juventud me habría sin duda tentado. Pero aquellos fueron otros tiempos y en otras latitudes.
Yo a ellos les deseo muchas realizaciones y éxitos.
Volviendo a estas nostálgicas evocaciones de aquellos antepasados que trajinaron en tierras de Bañolas a finales del Bajo Medievo, he de decir que la información sobre su presencia en este lugar desde el siglo XIII procede del historiador Mossèn Luis Constant (1901-1955) que trabajó intensamente en los archivos de la comarca, aunque muchas de sus publicaciones fueron póstumas, pues falleció prematuramente antes de redondear su obra.
Mi fuente es la misma que me ha permitido entender el significado de la antigua casa solariega, amplia masía o can, centro de una centenaria explotación agropecuaria, el Can Puig de la Bellacasa. Se trata de una de las pocas copias remanentes de un fascículo que me han facilitado dos funcionarias, Rosa y Anna, en la Sede del Consejo Comarcal del Pla de l’Estany que ocupa hoy esa masía del siglo XIII, sabiamente restaurada para servir de base de los servicios públicos comarcales: Can Puig de la Bellacasa. La Nova Seu del Consell Comarcal, Banyoles, 2000, 27 pp.
Fue una grata sorpresa su acogida y su amable cortesía.
Sobre la institución y sus múltiples servicios públicos se puede encontrar abundante información en http://www.plaestany.cat/Lainstituci%C3%B3/LaseudeCanPuig/tabid/77/Default.aspx
El último amo de la Masía fue un político catalán de la Lliga Regionalista, Lluís Puig de la Bellacasa i Deu (1886-1960), sobre quien (siempre siguiendo lo que narra el fascículo en su p.8) uno de los masoveros dejó dicho en 1926 que “Era molt savi… molt correcte. Era una gran persona”. Ello no impidió que tuviera que exiliarse al estallar la Guerra Civil y no porque le persiguieran los nacionales sino porque las patrullas de la FAI querían matarlo. Una calle, bajo la colina que preside la renovada masía, lleva su nombre.
Visité el edificio con mi hijo. Era la primera vez que ponía el pie dentro de unos muros que habitaron mis ancestros y desde los que, durante siglos, salían a diario a faenar y cosechar los campos ellos y sus masoveros.
La fuente medieval de la que se aprovisionaban sigue ahí. El agua ya no es potable pero junto a ella, vestido con su chilaba y mayestático tras una larga barba que disimulaba tristezas, estaba un inmigrante de Ghana que llenaba de agua sus garrafas de plástico. Me dijo que no había que preocuparse, que sabía bien que el agua no era potable, pero que él la hervía. Con digna cortesía retiró la garrafa unos instantes para que yo pudiera fotografiar el caño.
Los alrededores
Guiado por mi hijo he podido conocer algunos alrededores de Porqueras y Bañolas
El lago y los trigales tan cercanos.
Y, sobre todo, las alturas de Pujarnol, su masía y su iglesia medievales,
la cima de Rocacorba, desde la que se salta en parapente, y el santuario que se yergue de forma inverosímil sobre una de las rocas de sus crestas
y que brinda panorámicas soberbias.
Fin de ruta
En la penúltima etapa de mi ruta disfruté de la hospitalidad de una familia amiga en otras alturas, las de Valldoreix, a la vera de Barcelona. El único testimonio gráfico, fruto de su maravillosa hospitalidad, fue la silueta de Montserrat, al atardecer, desde una ventana de su casa.
Al día siguiente nos esperaban ya Els Poblets y su Playa de la Almadrava.
“Ets molt savi… molt correcte. Ets una gran persona”.
Gracias José María,
Creo que compartimos todo eso y mucho más.
Ramón